España, un país de difícil gobernabilidad

Después del 20 de Diciembre se cumplieron los pronósticos: la política española se ha convertido en cosa de cuatro partidos que carecen de una mayoría sólida para formar gobierno. Constatado que el Partido Popular, pese a su gran pérdida de apoyos, iba a ganar sí o sí las elecciones generales y superaría los 120 escaños, si acaso se pensaba en un hundimiento aún más grande de un Partido Socialista Obrero Español que, con unos magros 90 diputados, suma el peor resultado de su historia en unas elecciones generales desde la Transición democrática, donde el Partido Socialista Obrero Español andaluz de Susana Díaz le ha salvado literalmente la vida a un imberbe e insulso Pedro Sánchez, que por derecho propio ha pasado a la Historia de su partido.

En lo que respecta a los partidos que enarbolan la nueva política, tanto Podemos como Ciudadanos se han topado con las dificultades y exigencias que plantea el sistema proporcional de la Ley D´Hont, sumando la primera 42 diputados y la segunda 40. Sucede sin embargo que Podemos disponía, como bien sabemos, de una serie de marcas blancas en distintos lugares de la geografía española, donde los partidos de ámbito regional pueden presentarse y sumar sus votos en un contexto muy favorable. Tal ha sido el caso en Cataluña, País Vasco, Valencia y Galicia, donde Podemos ha concursado como si fuera un partido separatista más, como una verdadera secta antiespañola, que le ha arrebatado a los separatistas el privilegio de sumar para desguazar la Nación Española.

Suerte que la suma del Partido Popular y Ciudadanos es mayor que la de Partido Socialista Obrero Español y Podemos, porque si no ya encontraríamos a algún famoso idiota que afirmaría, sin avergonzarse lo más mínimo, que ganó la izquierda. Pero lo cierto es que un resultado como el de la noche del 20 de diciembre, no hace sino corroborar la imposibilidad de identificar esa voluntad general, cuando se produce una dispersión no ya entre dos sino hasta entre cuatro partidos.

Con una tal dispersión que garantiza, en primer lugar, que ninguno de los dos supuestos bloques en litigio, dispone de una suma aritmética que alcance los 176 diputados que equivalen a la mayoría absoluta.

La España que queremos, la que han querido los españoles, pero entonces la incógnita es aún mayor. Nos encontramos nuevamente ante la ya conocida corrupción (legal, pero corrupción) de la democracia realmente existente, en la que la situación de una mayoría insuficiente como la del Partido Popular, anima a las fuerzas perdedoras a firmar acuerdos postelectorales y a espaldas por completo del electorado, con el objetivo de presentarse como una mayoría y por lo tanto identificarse con la voluntad del pueblo soberano. Tal hecho ha sucedido numerosas veces en comicios municipales y autonómicos, aunque nunca hasta la fecha en unas elecciones generales.

Dejando al margen las cuestiones económicas o sociales, que dependen directamente de Bruselas, realmente, lo preocupante es la existencia de un partido nacional como Podemos que, sin rubor ni camuflaje alguno, se presenta en diversas autonomías como un partido separatista más, declarando que defiende otra corrupción democrática notable como el derecho a decidir, arrogándose de nuevo la representación de un pueblo, de una voluntad popular, que quiere expresarse en un referéndum para decidir su destino. Una voluntad general al estilo de la de Rousseau que provoca verdadera vergüenza ajena, y que nada tiene que ver con la realidad de una Nación Española o nación política de lugar alguno, como proyecto que desborda a los ciudadanos que conforman esa voluntad general.

Es prioritaria la formación de un gobierno que cierre el paso a cualquier tentativa de seguir ahondando en la amenaza separatista que sufrimos en Cataluña y otros lugares de la geografía nacional. Observo con gran preocupación la incertidumbre que arroja los resultados electorales, donde partidos como Podemos, cambien sin ningún escrúpulo si discurso electoral, con la única obsesión de conseguir votos de aquellos que lo único que quieren es la desmembración de nuestro país.

El Partido Socialista Obrero Español, tiene la llave en sus manos, o defiende a España por encima de intereses partidistas y personales, o vende a nuestro país a separatistas antisistemas.

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