El problema del PP es la desilusión de los votantes
Hay que realizar un primer análisis del resultado electoral, en el que se aporte una visión de lo sucedido el 20-D, desgranando tres interesantes conclusiones. Una, que una parte del voto tradicional de Partido Popular se ha quedado en casa, que no todo lo explica la subida de Ciudadanos y de Podemos. Dos, el fallo del Partido Popular en la campaña al negarse a plantear reformas políticas e institucionales. Y tres, la obligación del Partido Popular de abrirse y de llegar a acuerdos para cumplir con el mandato de los electores.
Los resultados del 20-D son: como una gran cebolla, con muchas capas, de la que sólo hemos comenzado a levantar las primeras. Se trata de una reflexión profunda y compleja pero no tan sorprendente. Ha existido tanta volatilidad en el voto, en que se deben empezar a revisar las teorías sobre el voto oculto.
La reflexión con los datos de participación que, dicen, ha sido modesta, porque se han movilizado los volátiles, y probablemente una parte de los nuevos votantes que se han decantado por los nuevos partidos, pero se ha desmovilizado una parte muy importante del voto del Partido Popular. La volatilidad es el 30% que suponen Ciudadanos y Podemos.
El Partido Popular, ha perdido un tercio de sus apoyos. Todos ese electorado no ha ido a Podemos ni a Ciudadanos, está en la abstención. Una parte importante del electorado del Partido Popular no se ha entregado a los nuevos actores políticos, sino que se ha quedado en la sala de espera. Eso, es el diferencial de participación que no se ha alcanzado.
Todos coinciden con la existencia de esta desmovilización, en que no todo se justifica con el terreno que haya podido comerles Ciudadanos (al PP) y Podemos (al PSOE). En la base de lo que ha sucedido está que ambos partidos se han desprendido de sus definiciones ideológicas. El Partido Popular, por su estrategia de rigor en la competencia económica para llegar a una audiencia más amplia.
Mientras, los dos partidos emergentes Ciudadanos y Podemos que, a falta de trayectoria en la gestión, se han centrado en un relato político con un importante contenido ideológico, son quienes han conseguido atraer a los nuevos votantes. Ya que el Partido Popular ha dejado al margen de la campaña política su contenido ideológico tan importante para este país. A esta debilidad de los grandes partidos, sumamos dos circunstancias más: el «hándicap» de la corrupción y que el Partido Popular no ha dado la importancia necesaria a la crisis política e institucional. No han demostrado suficiente agilidad en el programa reformista, teniendo en cuenta que muchos de los problemas de la gestión económica tienen un trasfondo institucional, y la crisis institucional es anterior a la económica. No ha sabido dar respuesta a ese problema, la corrupción en la ausencia de una respuesta regeneradora. Los nuevos actores políticos no se han ganado un hueco, se lo han dejado libre los viejos partidos.
A este análisis hay que contestar preguntando, si las elecciones tienen un elemento depurativo, si ponen el contador a cero, y estos problemas del Partido Popular caducan. La conclusión es que no, al Partido en las próximas elecciones, según lo que hagan a partir de ahora, les pueden premiar o castigar de nuevo. Los pecados están ahí, o respondes, o te volverán a pasar factura.
Hay que pensar que no estamos ante la formación de un gobierno ordinario, sino ante una reforma del sistema desde el consenso. El Partido Popular tiene que recuperar una agenda de Estado, que esto es lo que el 20-D han dicho los votantes. Cambiar sin romper nada. Los ciudadanos han hecho un traje a los políticos, vamos a ver si son capaces de llevarlo. Es obligada una política de gran coalición. El Partido Popular sólo tiene un camino, abrirse o no abrirse, recuperando la ideología que un día lo llevo al Gobierno de España.