Los juegos,en la memoria

Varios docentes han recopilado más de 150 ejemplos de estas tradiciones populares de Ceuta a través de encuestas a mayores y jóvenes de la ciudad

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El amor por Ceuta y por sus tradiciones llevó a los profesores de Educación Física, Raúl Guerrero, Laura Pérez y Víctor Ortega y al también maestro y autor del libro ‘La historia de mi ciudad. Ceuta’, Carlos Vicente; a iniciar un arduo trabajo de años que ha servido para recopilar, a través de encuestas realizadas a personas mayores y jóvenes, más de 150 juegos populares y tradicionales de la ciudad autónoma.

La idea surgió tras un intercambio de centros educativos mediante el proyecto ARCE. Ahí, relata Raúl Guerrero, fue el momento en el que el grupo se dio cuenta de que había muchas cosas que se estaban perdiendo por lo que se optó por profundizar en la investigación. “Soy de Ceuta y muchos juegos ya no los conocía y sentí mucha pena”, afirma.

El trabajo de campo sirvió para constatar la enorme influencia que, en Ceuta, tienen las provincias de Cádiz y Málaga. Esa investigación se basó en numerosas entrvistas y también en el ‘buceo’ a través de foros en donde escribían personas mayores. “Ahí fuimos recopilando, juntando las versiones que se conocían porque hay cosas que se van contaminando con el paso de los años”, reconoce Guerrero. Es por ello que en las fichas compuestas introdujeron un apartado destinado a las variantes propuestas por los encuestados.

Otro aspecto curioso de la investigación ha sido comprobar las diferencias entre los juegos del centro de Ceuta y la periferia. Una peculiaridad que ha llamado mucho la atención a los investigadores que no descartan profundizar en esa cuestión en un futuro. Queda pendiente, además, recopilar los juegos en formato audiovisual.

‘El rescate’, ‘el pilla pilla’, ‘el escondite’ o ‘el pincho’ son algunos de los juegos que han sobrevivido al paso del tiempo. Otros, sin embargo, no corrieron tanta suerte. Los gustos cambian y la forma de jugar también. “Los niños practicaban juegos muy diferentes, de estar en la calle, con movimientos, saltos o desafíos”, señala Guerrero quien considera que existía en esos menores un espíritu más aventurero.

Ahora, asegura, sería impensable muchos de ellos. “Mi hija, por ejemplo, no sabe jugar sola, los dirigimos a las actividades y en las fiestas siempre tiene que haber una animación. No es que no quieran, es que no saben”.

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