Los verdaderos bandos
El 15-M fue certero a la hora de instaurar una nueva geografía política que sirviera para definir los bandos que la crisis económica, de forma clara, comenzaba a dibujar: el eje derecha-izquierda proveniente de la Asamblea Nacional francesa daba paso a un eje mucho más radical que se dividía entre arriba y abajo.
No cabe ninguna duda de que algo tan interiorizado en nuestra cultura política es imposible que se desvanezca de un día para otro. Incluso los críticos con las etiquetas izquierda y derecha las utilizamos de vez en cuando. Es más, en diferentes contextos pueden servir aun para explicar según qué cosas. No obstante, en la mayoría de los casos hablamos de unos términos que, más que arrojar luz sobre lo que ocurre en nuestro país, contribuyen, de manera interesada, a confundir al personal.
Muchos medios y analistas (más bien, la inmensa mayoría) coinciden en presentar el siguiente panorama político-partidista: mientras la derecha (el PP) se mantiene unida, la izquierda “cainita” (PSOE y Podemos), ese tópico al que tanto le gusta recurrir al cuñadismo patrio, no se pone de acuerdo y se desmorona. La frontera que en este esquema se dibuja es falsa, aunque tiene algo de cierto: la absoluta irrelevancia de ese dispositivo subalterno del Partido Popular llamado Ciudadanos. Hasta ahí, bien. Todo lo demás, en cambio, es devolvernos a mapas pre-15M.
En este caso, es la configuración Arriba-Abajo la que sirve para entender la realidad. No hay una “izquierda” en disputa entre PSOE y Podemos, sino un espacio en el que conviven Partido Popular y Partido Socialista frente a otro ocupado por Podemos, IU y las confluencias. En el primero, el del establishment, uno de sus integrantes, el PSOE, se enfrenta a una crisis existencial, consecuencia de su desenmascaramiento y revelación como fuerza política mucho más cercana a las ideas del Partido Popular que a las de cualquier actor político impugnador del statu quo. En el otro espacio, Podemos hace frente a las complejidades y contradicciones que acompañan al hecho de haber cosechado cinco millones de votos en sólo tres años de existencia, ser la oposición al régimen y tener que pasar de maquinaria electoral a instrumento útil para la expansión de todo su potencial hegemónico. Un proceso de discusión y debate que no se ha escondido, que tenía que darse y que finalizará el próximo domingo en la Asamblea de Vistalegre II con la elección del mejor equipo y las mejores ideas para que los de abajo puedan ganar.