Musulmanes, ¿qué estáis haciendo con el Islam?

La “fitna” o división a tres bandas, intersunita por un lado y sunni versus shiíta por otro, en puridad guerra civil que vuelve a ensangrentar la “umma” o comunidad islámica (cerca de mil setecientos millones de fieles en todo el mundo, de los que solo una minoría de unos trescientos cincuenta son árabes) presenta, en toda su crudeza, la plural vitalidad de esta civilización abducida, desde sus comienzos, por el celo religioso. Y es que al día de hoy y en boca de sus mismos exégetas, es imposible separar en el Islam la religión de la política, lo que complica en grado extremo no ya la gestión de lo público en los Estados formalmente islámicos o de referencia islámica, sino la inserción misma de la comunidad islámica en el seno de las ingenuas, abiertas y tolerantes, a veces hasta la estupidez, sociedades occidentales que no acaban de calibrar, por múltiples razones, el alcance de la amenaza latente que se incuba en su interior al amparo de una normativa no preparada para esta nueva situación y que ya empezó a apuntar en la pasada década de los ochenta. Ya saben y si no se lo recuerdo a riesgo de ser tachado, una vez más, de islamófobo: “Con vuestras leyes os conquistaremos y con nuestro islam os someteremos”. La casuística al respecto, en España y el resto de Europa, ya sobrepasa con creces lo anecdótico. Naturalmente no estoy generalizando, pero la inquietante realidad (puro empirismo) es que solo una minoría de musulmanes comparte nuestro sistema de valores y ordenamiento jurídico.
Y si algún lector osara escandalizarse con lo expuesto, hágase antes la siguiente reflexión: ¿qué les parecería a los musulmanes si en Europa se vieran sometidos a las restricciones sociopolíticas que padecen, en líneas generales, los ciudadanos no musulmanes en países regidos por el Islam...?
Por lo demás y tras su relativamente reciente entrada en la historia (estamos en el año 1437 del calendario islámico), las luchas intestinas fueron una constante: desde la sucesión del Profeta Mohamed (Mahoma), solo tres califas “rachidun” (guiados) fueron aceptados, estallando la guerra civil con el cuarto, Alí, dividiéndose el Islam en dos grandes corrientes que han llegado a la actualidad: sunnitas o tradicionalistas y shiítas o “partidarios” (de Alí), en realidad legitimistas que fundamentan el poder en la herencia genética (la Casa del Profeta). A su vez, surgió una tercera corriente enfrentada a ambas: el jariyismo (los separados), muy activa por cierto en el siglo VIII y IX en el Magreb. Por lo demás, durante un tiempo convivieron en las fronteras del Islam hasta tres califatos: dos sunníes, los Omeyas de Córdoba (Al Andalus) y los Abasíes de Bagdad, junto al califato fatimí, de ascendencia shiíta, en El Cairo. El último califa, Abdülmecid II, fue depuesto en Turquía por Mustafa Kemal, Attaturk, en 1924. Hay que esperar casi un siglo, a junio de 2014, para que Abu Bakr al-Baghdadi se autoproclamara califa, despertando apagadas emociones y toda una oleada de simpatía en una parte nada desdeñable de la Umma.
Si hubiera voluntad política por parte de la comunidad de naciones, EI (Estado Islámico, Daesh en su acrónimo árabe) duraba menos que el canto de un duro, otra cosa es la esperanza que está despertando en buena parte de la comunidad islámica la emergencia política de un nuevo califato. Para este veterano escribano del limes, la gran amenaza estratégica de EI, antes que militar, es ideológica y axiológica, de valores.
Pese a las diferencias en la ortopraxis, ser en teoría musulmán es fácil, basta con recitar la shahada o profesión de fe: “No hay más Dios que Dios y Mohamed es el Profeta de Dios”. Y seguir los Cinco Pilares del Islam (La Declaración de fe, la Oración, el Ayuno, la Limosna y la Peregrinación a La Meca) entre los que, por cierto, no se encuentra a priori la Yihad o Guerra Santa. Y estos principios los siguen, tanto la inmensa y pacífica mayoría de musulmanes, como los yihaterroristas y estos últimos a rajatabla. Ese el Nudo Gordiano de la cuestión: todos, tanto unos como otros, son musulmanes. ¡Todos! ¿Cómo separar entonces el trigo de la paja? No basta con decir “Ellos no son musulmanes”. ¿En nombre de qué y de quién? Porque la respuesta se vuelve “boomerang”: “Nosotros somos los verdaderos musulmanes”. Mohamed contra Mohamed.
Lo explica Yusef Chmirou en su Editorial (Zamane, nº IV), L´Islam Pluriel: “Et pourtant, l´islam es plus que jamais pluriel. Entre les sunnites wahhabites de Daech: qui ne sévissent pas seulement en Syrie et en Irak, mais un peu partout en Afrique, en Europe et aux Etat-Unis, les chiites d´obediencie iranienne, qui animemt la guerre civile au Yémen et soutiennent Bachar El Assad en Syrie; et les néanmoins sunnites turcs que tiren sur les combattanst kurdes anti-Daech, alors que Daech est leur ennemi commun. Entre toutes ces tendances qui s´entre-tuent et sèmen la mort, chez les autres, il y a forcément quelques nuances. De même qu´entre la facon de vivre l´islam en societé, en Arabie Saoudite et au Maroc, par exemple; il y a aussi quelques différences”.
Invito a los musulmanes a reflexionar sobre la dialéctica causa- efecto, a no ver a los demás (otras culturas y religiones) como la causa última de su males y a dejar de blandir, con estudiada demagogia y como eficaz cortina de humo, el espantajo de la islamofobia. Claro que existen brotes puntuales de la misma, pero en Occidente los amenazados no son precisamente los musulmanes, si no el resto de la sociedad. Si hay en Europa una comunidad que otra vez se está viendo amenazada o poco protegida, es la judía, a tal extremo que en la misma Francia se está viviendo una diáspora. Y aquí en Ceuta... de seguir así las cosas la floreciente comunidad hebrea en veinte años será un recuerdo. ¿Acuerdo político contra la islamofobia...? Pues vale. Pero añadamos otra declaración de principios (seguida de una acción política y securitaria) contra la judeofobia, la cristianofobia y la occidentalofobia. O todos o ninguno.
Haya salud. Visto.