Justicia marroquí: “Ramid es corresponsable de la corrupción”

Alto y claro. Tras una densa entrevista seguida de una ponderada conferencia en la histórica sede tangerina de la veterana UMT (Unión Marroquí de Trabajadores), el primer sindicato en el tiempo del vecino país, al jurista Abdeslám Bakoui no le tembló el pulso la tarde del pasado viernes 15, ventoso y frío en la capital del Estrecho, mientras éste escribano del limes no dejaba de tomar notas echando de vez en cuando una mirada a la bandera de San Jorge, que tremolaba en la gallarda torre del cementerio anglicano recortada en la ventana del remozado salón de actos del sindicato.

Para ser una rueda de prensa a título particular, la verdad es que fue un éxito: entre sindicalistas, abogados, algún juez y periodistas, allí nos congregamos unas setenta personas, un puñado de ellas veteranos militantes de izquierda de los “Años del Plomo” y, sin duda, realistas por la experiencia pero ajenos a tejemanejes de estilo neomajzeniano, lo que no deja de ser una tranquilidad. Un convaleciente pero siempre activo Bouker Hamlichi (¡Salud!, amigo), animador de la red “Chabaka” y de cuya amistad me precio desde hace ya catorce años, me presentó con detalles al orador, el conocido jurista Abdeslam Bakoui, hombre con raíces rifeñas de Bocoya (al oeste de Alhucemas) “por mi madre, quien (afirma orgulloso) me enseñó a no callarme nunca y a decir la verdad”. Allí estaban los periodistas Mehdaki y Mustafa El Maarouf, un joven activista del Movimiento del 20-F a quien una brutal carga policial llevó malherido al hospital. Y también, elegante con sus años a cuestas y una irónica sonrisa a flor de labios, Mohamed Serifi Villar, el hispanomarroquí hijo de la viuda de un republicano exiliada, no hace falta que les escriba cuando, en la entonces abierta y cosmopolita, siempre bella, ciudad de Tánger.

Pero volvamos con nuestros personajes de entrada: Abdeslám Bakoui es un hombre de peso en la sociedad marroquí: abogado de formación (licenciado en Derecho por la Universidad Mohamed V) y fundador de la Asociación de Derechos Humanos, fue presidente del Colegio Nacional de Abogados así como responsable de la sección de éste en Tánger. Hombre de firme talante de izquierdas, si en sus comienzos militó en la Unión Socialista de Fuerzas Populares (USFP), en la actualidad decanta su simpatía hacia la menos edulcorada y más radical Vía Democrática. ¿Mustafá Ramid? Les cuento, porque algo también he tratado al personaje, entrevistándole hace años en su despacho de abogado de Casablanca. El antiguo “enfant terrible” de los islamistas parlamentarios del PJD (Partido de la Justicia y el Desarrollo), fustigador de corruptos y sostén de las libertades, felizmente casado con dos mujeres a la vez (con permiso de la sharia o ley islámica y la legislación del país), se encuentra ahora orgullosamente travestido de ministro de Justicia y Libertades (sic) del gobierno Benkirán y, a lo que se dice, podría haber cambiado de paso. Bakoui parece tenerlo meridianamente claro y no le tiembla la voz, como iremos viendo a continuación mientras éste escribano del limes, a modo de “adul” Inotario), se limita a levantar acta.

En síntesis y para no aburrirles, Bakoui denuncia sereno pero con acritud no ya la rampante corrupción judicial, sino la incapacidad de los jueces honestos para defenderse, en una alambicada situación en la que el ministro Ramid (“quien no engañó a todos, antes de llegar al gobierno su discurso era diferente”) “es cuando menos corresponsable de la corrupción, hoy es parte del problema, frena las investigaciones y apoya a los suyos aunque sean corruptos”. En cuanto a las libertades y pese a la nueva Constitución, para Bakoui (Bouker asiente en silencio) “hay un retroceso palpable, la represión social es evidente” y los islamistas del PJD “hablan mucho de sociedad civil pero ni creen en ella ni en la separación de poderes, su proyecto es oscurantista y autoritario, retrógado”.

En cualquier caso y como advertía en su portada de ayer el solvente diario L´Economiste, editado en Casablanca, coincidiendo con la apertura del año judicial en la Corte de Casación con Mustafa Fares al frente, 2016 será un “Année décisive pour la magistrature”. A ver como lo empitona el amigo Ramid, pues según parece “la reforma apenas ha encontrado consenso”, claro que el islamista Ramid tiene al menos algunas cosas meridianamente claras como advirtió hace tiempo, a saber: que nadie ose siquiera pensar que las relaciones extramatrimoniales sean legalizadas, así como el hecho de romper el ayuno públicamente durante el mes sagrado de Ramadán. ¿Queda clarito? Yo no lo tengo tanto y si no echemos un rápido vistazo a la calculada ambigüedad: si por un lado el Reino de Marruecos se adhiere formalmente (y en teoría) a la Declaración de Derechos Humanos “tal como son universalmente reconocidos” (sic), es decir la Carta de las Naciones Unidas, resulta que Marruecos es a la vez un Estado islámico y la sharia es la sharia, máxime con un partido político (el PJD) y un jefe de Gobierno islamista (Abdelilah Benkirán, Benki para los amigos) al frente del Ejecutivo. O sea que sí pero no, porque la referencia de hecho parece ser la Carta de Derechos Humanos Islámicos de El Cairo. Tome el lector nota de ella y dele un repaso.

Así está el patio de Doña Justicia de nuestros vecinos del sur. Del nuestro, del hispano, para qué vamos a hablar aunque, chuite chuite (poco a poco, en rifía) la vara de la justicia va alcanzando cotas consideradas hace un tiempo impensables. ¿Paralelismos hispano-marroquíes? Se me ocurre uno insoslayable: la resurrección de Montesquieu. Obviamente hay muchas diferencias y la situación, ni histórica y política, es la misma, pero en Marruecos y en España la justicia no es independiente de los otros poderes del Estado. Y no hay reforma constitucional ni regeneración que valga, con dos poderes del estado jugando con las cartas marcadas. Una democracia real presupone la existencia independiente de los tres poderes: legislativo, ejecutivo y judicial. Digo, vaya.

Haya salud.

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