La imposibilidad de sacar adelante una investidura
Ha pasado ya más un mes desde la celebración de las elecciones generales del 20 de Diciembre, y la incertidumbre en España sigue siendo la misma que cuando se conocieron los resultados definitivos. De entrada de la denominada nueva política de Podemos y Ciudadanos, vio rebajadas sus expectativas, principalmente debido al sistema de representación proporcional que dejó a estas formaciones con 42 y 40 diputados respectivamente.
Sin embargo, Podemos aprovechó la inflada representación que el sistema electoral español ofrece a los partidos de ámbito regional (aspecto que paradójicamente jamás se menciona a la hora de plantear una reforma del sistema electoral), y a través de confluencias, mareas y demás siglas asociadas en lugares como Cataluña, País Vasco, Valencia y Galicia ha concursado bajo la forma de una secta separatista que aspira a pulverizar la soberanía nacional española, en total, otros 27 escaños que añadir, sumando así 69 diputados, rebajados a 65 una vez que Compromiso ingresó en el Grupo Mixto en la formación del nuevo Congreso de los Diputados.
El caso es que estos comicios revelaron al emergente Podemos como el nuevo catalizador de los votos que suelen corresponder a las fuerzas separatistas antiespañolas, especialmente en una Cataluña donde el proceso separatista quedó varado en medio de disputas internas, que sólo vieron un cierto desbloqueo con la retirada de Arturo Mas que permitió la formación de un gobierno catalán in extremis.
El partido de Podemos se presenta así no sólo como un competidor notable del Partido Socialista Obrero Español, sino como el catalizador de las propuestas sediciosas, exigiendo como línea roja para cualquier negociación postelectoral la celebración de un referéndum separatista totalmente legal en Cataluña, considerada como una nación dentro de la Nación de naciones que dicen es España.
Podemos quiere instalar así la corrupción democrática del derecho a decidir de un ficticio e inexistente pueblo catalán, que quiere así expresar su voluntad general para decidir su destino. No por casualidad, cuando Podemos ha elevado sus exigencias de cara a un posible pacto con el Partido Socialista Obrero Español, ha incluido en su lista de condiciones la formación de un Ministerio de plurinacionalidad.
Sumado a todo ello, el Partido Popular, ganador de las elecciones generales con 123 diputados, seguido del Partido Socialista Obrero Español, con unos históricos por ridículos 90 escaños, presentan un parlamento más fragmentado que nunca, en el que nadie puede siquiera intentar una investidura que se torna imposible lograr tanto en primera como en segunda votación, el candidato del Partido Popular renunció, sabedor de que sin apoyo alguno era absolutamente imposible, pese a ser proclamado candidato a la investidura por Su Alteza Real Felipe VI.
El otro gran partido nacional, el Partido Socialista Obrero Español, ha dicho no por activa y por pasiva, sin señalar condición alguna, a un acuerdo de gobierno con el Partido Popular, desdeñando así el voto de más de siete millones de españoles y prefiriendo a su vez negociar con el partido no nacional Podemos, pese a las draconianas e inaceptables condiciones que se imponen desde las filas de Podemos y asociados. A semejante cajón de sastre hay que añadir la querencia por semejante acuerdo de sectas separatistas, como el PNV, y partidos que ni siquiera pueden formar grupo parlamentario propio, como Izquierda Unida.
Pueden más las diferencias ideológicas y las querencias personales del secretario general socialista, que ve peligrar su posición de no lograr ser investido aunque fuera de forma efímera, que la propia defensa de España.
Tampoco la presencia de Ciudadanos en el nuevo parlamento contribuye a aclarar el panorama, si ya desde el final de la campaña electoral prometieron abstenerse si no eran ganadores de los comicios, lo que de entrada les inhabilita a ojos del resto para formar coalición alguna o ser apoyo a un hipotético gobierno en clara minoría, tampoco han pasado de su disposición a apoyar un acuerdo en el que estuvieran presentes el Partido Popular y el Partido Socialista Obrero Español, algo que como bien sabemos a día de hoy es imposible, y se han negado en redondo a apoyar o facilitar un acuerdo en el que se encuentre también Podemos.
El panorama de posibles acuerdos queda reducido a fórmulas de dos con la oposición del resto, en el mejor de los casos, lo que implicaría la imposibilidad de sacar adelante una investidura tanto en primera como en segunda votación.