60 millones

OPINION

Los migrantes deambulan por los montes con el cuidado de no encontrarse con las patrullas marroquíes, ya que en la mayoría de las veces son detenidos y llevados al sur, pero no siempre, pues dependiendo del momento político pueden andar con libertad sin ser molestados.

Los 60 millones que exige Marruecos a España, que no lo hace a Europa, pues entiende que su frontera con Ceuta es un asunto estrictamente español, tienen destino incierto. Hay que pensar que son los costes que supone movilizar a sus Fuerzas de Seguridad en las inmediaciones de las fronteras de Ceuta y Melilla, ya que nada se destina para atender las necesidades básicas de los migrantes. Decía el ex ministro Margallo que la diplomacia se hace con dinero. Y tiene toda la razón.

El dinero es quien decide las políticas de inmigración, y sobre él se sustentan todas las decisiones de freno e impulso de las mismas. Es un contexto en el que la dulzura de las buenas relaciones es simple cosmética. El dinero es el eje sobre el que gira y proyecta cualquier iniciativa que tenga como fundamento el tema de la inmigración.

Los acontecimientos de los últimos días son un claro ejemplo de hasta dónde está dispuesto a llegar Marruecos, pues no hay duda de que si así lo decide nadie saltará la valla, no solo eso, si no que nadie se acercará a la misma.

La dureza con la que Marruecos trata a los migrantes se constituye como un acelerante que les anima aún más a saltar a riesgo de sus vidas. Para ellos permanecer en Marruecos significa vivir bajo el yugo de un sistema que ni les entiende ni muestra interés en entenderles. Se trata de normas que no dan respiro, que no dejan coger aire y que denigran la soberanía humana. La valla es vida y muerte, es obstáculo y libertad.

Marruecos no aplica ningún tipo de justicia con los migrantes, ya que la última regularización solo tuvo en cuenta proveerles de un documento de identidad muy condicionado, pero que en ningún momento atendió sus necesidades más básicas. Y no es porque no pueda.

Por otro lado, Marruecos tampoco aplica en lo más mínimo su condición de país musulmán, una religión que le obliga a prestar ayuda a quien lo necesite, sin más requisito que su condición humana. Marruecos no atiende ninguno de estos principios, pero sí pide 60 millones –y lo que no trasciende- para controlar el flujo de migrantes, aunque a ellos no destine ni un solo céntimo.

Si las relaciones entre España y Marruecos fueran tan buenas como cantan algunos, no haría falta valla, como que tampoco habría saltadores que se juegan la vida, pues ya habrían forjado un bloque para afrontar el problema de la inmigración de forma conjunta y plenamente eficaz.

Ceuta no es tan vulnerable como parece, pues dispone de recursos suficientes para exigir un trato conforme a los estándares internacionales, así como recurrir al espíritu del dahir del extinto Mohamed V, quien siempre preconizó un trato especial para Ceuta y Melilla.

Se hace necesario hablar con las autoridades marroquíes más cercanas, a fin de concienciarles de que los ceutíes merecen y tienen derecho a vivir en paz y en plena concordia con sus vecinos, así como con plena disposición para ayudar en lo que sea menester, poniendo como condición que no vuelvan a darse sobresaltos como los de los últimos días.

Como último recurso, cabe posibilidad de hacer llegar al rey Mohamed VI las preocupaciones de los ceutíes, de modo que se acabe la inacción de los responsables de la zona, que viven sin tener en cuenta que Ceuta tiene derecho a vivir en paz, tal como hacen ellos y sin que nadie les cause miedo ni sobresalto.

Agencia para la Cooperación Transfronteriza Ceuta (ACTC)

Abdelmalik Mohamed

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