Magallanes, Elcano y la primera vuelta al Mundo

El 20 de septiembre de 1519 , partía desde Sanlúcar de Barrameda una expedición de cinco naves (Trinidad, San Antonio, Concepción, Victoria y Santiago), que ya lo había hecho inicialmente desde Sevilla el 10 de agosto, tripuladas por 239 hombres ( aunque sobre este particular hay controversias) al mando de un portugués nacido en Oporto en 1480 ( otros dicen que en Sabrosa en la región de Tras Os Montes), llamado Fernando de Magallanes. El 8 de septiembre de 1522, sólo una de estas naves, la Victoria, bajo el mando de Juan Sebastián Elcano volvía a Sevilla con 18 supervivientes y cargada con 27 toneladas de clavo, una especia muy codiciada y que sólo en las islas Molucas podía conseguirse.

Todo se fraguó a orillas del Guadalquivir, desde que en el otoño de 1517 Magallanes desengañado del trato que había recibido del rey D. Manuel I de Portugal, que no quiso ni sopesar las posibilidades que le ofrecía con su proyecto de encontrar el paso para llegar a las Molucas por Occidente, decidió emigrar en busca de apoyo a una ciudad, Sevilla, que empezaba a ser entonces la puerta del Atlántico y el puerto de Europa, en la que se había creado la Casa de Contratación (1503) y a la que hacía tiempo había emigrado también un selecto grupo de influyentes paisanos de Magallanes.

Se trataba de ir a las Indias, a la Especiería, navegando hacia el oeste, sin necesidad de hacerlo hacia el este bordeando toda la costa occidental de África, la ruta de los portugueses. En realidad, la senda occidental de Magallanes era más larga que la oriental pero el Tratado de Tordesillas de 1494 había dividido el mundo en do zonas de influencia delimitadas por una línea de demarcación que pasaba a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde. España tenía el control de la zona situada al oeste de la citada línea, lo que abarcaba buena parte del continente americano, además de las Islas Canarias. Portugal, en cambio, controlaba toda la zona este, con territorios que comprendían desde África hasta el océano Índico y el actual Brasil.

Con fina ironía el rey francés Francisco I , que también esperaba tener derechos en el citado Tratado de Tordesillas a pesar de que Francia no tenía en aquella época nin-guna vocación ni intereses marítimos relevantes, llegó a decir: “ Que me enseñen el Testamento del padre Adán por el cual él dividió la Tierra en dos partes iguales: una para España , otra para Portugal”.

Magallanes, que ya había ganado fama y experiencia navegando por el Índico, presentó su proyecto a la Casa de Contratación y allí le remitieron al Consejo Real de Castilla, paso previo para una entrevista con el joven rey Carlos I. En dicho organismo el obispo de Burgos, Alonso Fonseca, fue su valedor ante el monarca. El argumento tentador que el portugués puso ante Carlos I era muy claro: “En la división del Tratado de Tordesillas las islas de la Especiería se encontraban en la parte correspondiente a Castilla y no a Portugal, y, en consecuencia, el monopolio de las especias debía corresponder a aquella. La empresa, además, estaba respaldada sólidamente desde el punto de vista de la cartografía, la cosmografía y la documentación. De modo que, el 22 de marzo de 1518 se firmaron las capitulaciones por las que se aprobaba la expedición. En la primera cédula real se indicaba la composición de la flota: cinco naves y 234 hombres y provisiones para dos años. En la segunda cédula real confirmada el 6 de abril de ese mismo año nombraba el rey a don Juan de Cartagena, veedor y su representante.

Desde Portugal se trató de entorpecer la empresa, presionando a Magallanes y presentando argumentos ante la corte española, desde la que se hizo todo guardando la más escrupulosa vigilancia a la legalidad internacional que representaba el citado Tratado de Tordesillas. Así, por ejemplo, las capitulaciones prohibían a los expedicionarios entrar en aguas portuguesas. Otro detalle del cuidado con que se planificó todo fue la minuciosa contabilidad que se aplicó a los víveres, las armas y el material en general.

El escenario de la salida fue el muelle de las Mulas enfrente de la Torre del Oro en Sevilla. Era el 10 de agosto de 1519. Esa mañana la muchedumbre junto con los expedicionarios acude a la iglesia- convento de Santa María de la Victoria en Triana. Allí juró Magallanes fidelidad al rey de España y todos escuchan misa y se encomiendan a la Virgen de la Victoria para que les proteja a lo largo del azaroso viaje del que muchos saben que no van a regresar.

Las cinco naves van dirigidas por los siguientes capitanes: la Trinidad , al mando de Magallanes, la San Antonio (la de mayor tonelaje) con el veedor Juan de Cartagena al frente, la Concepción con Gaspar de Quesada, la Victoria dirigida por Luís de Mendoza y la Santiago, la más pequeña, por Juan Serrao.

Entre los notables de la expedición se encontraban también el “cronista oficial” del viaje, el italiano de Vicenza Antonio Pigafetta autor de cuatro diarios sobre el viaje, el cosmógrafo Andrés de San Martin, el Alguacil Mayor Gonzalo Gómez de Espinosa, Francisco Albo, encargado de anotar diariamente en el derrotero la posición de los barcos de acuerdo con lo que se conocía en aquella época sobre latitud y longitud geográficas, y un vasco de Guetaria llamado Juan Sebastián Elcano con el cargo de oficial de la nao Victoria.

Tras la llegada a Sanlúcar de Barrameda, permanecerán allí cargando más víveres y pertrechos hasta la mañana del 20 de septiembre donde definitivamente inician la aventura oceánica partiendo con las primeras luces del alba.

Tras seis días de navegación llegan a Tenerife donde hacen escala. A partir de aquí se inicia la verdadera travesía del Atlántico. Magallanes, decide no poner rumbo a América una vez sale de las Canarias, tal como hacían todos los navíos españoles, sino que pone rumbo sur adoptando así la ruta portuguesa y descendiendo hasta las costas de Sierra Leona. ¿Por qué Magallanes toma esta ruta en vez de cruzar hasta Brasil? Probablemente temía un encuentro con la flota portuguesa que el rey don Manuel I envió para combatirlo y que debía encontrarse por aquellos parajes. O tal vez pensaba hallar en esta ruta ya conocida y recorrida muchas veces, los vientos alisios que lo llevarían al oeste a través del Atlántico.

Lo cierto es que no tuvieron ningún encuentro con los portugueses y después de haber alcanzado la costa africana a la altura de Guinea, y cuando intentaban poner rumbo hacia el oeste, los barcos quedaron inmovilizados por un periodo de calmas ecuatoriales que se prolongaron durante quince días.

Por fin, se pone proa al oeste y el 13 de diciembre llegan a la bahía de Río de Janeiro que la expedición menciona como “Rio de Enero” o Janeiro en portugués por creerse que allí desembocaba un río, cosa incierta. Las naos siguen costeando hacia el sur y el 31 de marzo de 1520, a sólo unos días de la Antártida buscaron refugio en una bahía que bautizan como San Julián, disponiéndose a invernar. Las provisiones se agotaban, los días se hacían más cortos- se acercaba el invierno austral- y los hombres pasaban mucho frío. Magallanes decidió entonces reducir las raciones de comida. Varios oficiales se amotinaron contra el capitán general de la flota por desacuerdo con él, pretendiendo regresar a España por considerar que la expedición había fracasado al no haber encontrado hasta entonces el ansiado paso hacia el Pacífico.

Al parecer entre los amotinados estaba Juan Sebastián Elcano. Esta insurrección fue reprimida duramente por Magallanes y el resultado fue la muerte de Luis de Mendoza , capitán de la Victoria, degollado por Gonzalo Gómez de Espinosa que se puso de parte de Magallanes y Gaspar de Quesada, comandante de la Concepción que también fue ajusticiado. El veedor Juan de Cartagena , instigador de la rebelión, fue abandonado junto con el fraile Pedro Sánchez Reina en aquellas tierras desoladas de la Patagonia. Nunca más se supo de ellos. Sin embargo, Magallanes perdonó a más de cuarenta hombres, entre ellos a Elcano, por ser necesarios para la continuidad de la expedición.

Tras pasar seis meses de invernada entre la bahía de San Julián y la de Santa Cruz donde se perdió a la Santiago que encalló en una zona con fuertes oscilaciones de las mareas, los cuatro barcos restantes encuentran en noviembre de 1520 el tan ansiado paso que comunicaba el Atlántico con el Pacífico. Para entonces se había perdido otra nave: la San Antonio que , al mando del portugués Esteban Gómez, desertó regresando a España. Al ser ésta la nave más grande y mejor aprovisionada de la flota, provocó grandes perjuicios a las tres restantes.

Tras finalizar el paso del Estrecho que llevaría el nombre de Magallanes, los expedicionarios se sumergen en un océano de aguas aparentemente tranquilas que no dudaron en bautizar como Pacífico. Adentrados en esta inmensa masa de agua, pese a los buenos vientos, abundaron las penalidades, de las que Antonio Pigafetta dejó una apasionante crónica: cuatro meses sin reponer la despensa- fue un error grave no hacer escala en las costas chilenas- escorbuto, una dieta de agua pútrida, galletas que eran como polvo mezclado con gusanos, cuero, serrín y, los más afortunados, ratas que se pagaban a alto precio; el hedor insoportable de la orina de rata…

El 6 de marzo de 1521 llegaron a la isla de Guam en el archipiélago de las Marianas, donde los indígenas les robaron las pocas pertenencias que les quedaban. Siete días más tarde llegaron a la isla de Homonhon en el archipiélago que bautizaron de San Lázaro , llamado más tarde de las Filipinas. Recuperan la salud , la energía y se dedican a evangelizar indígenas e intervenir en las querellas locales. En abril de ese año murió Magallanes en la isla de Mactán en una emboscada que le tendió el cacique local.

En mayo, y por falta de tripulantes, sólo quedaban 117, se quema la Concepción, quedando como testigos de la expedición la Trinidad y la Victoria de la que será nombrado capitán Juan Sebastián Elcano. En noviembre, por fin, alcanzaron las Molucas (islas de la Especiería), llenando las dos naves de clavo. Conseguida la meta propuesta , que era no dar la vuelta al mundo, sino encontrar esa ruta occidental a la Especiería, se trataba de volver a España. La penúltima nave, la Trinidad, se quedó en el puerto de Tidore para ser reparada. Cuatro meses más tarde iniciaría el regreso por el Pacífico, siendo apresada por los portugueses. De los 60 tripulantes sólo sobrevivieron 17 que fueron esclavizados durante cinco años, regresando a España solamente cuatro supervivientes entre ellos Gonzalo Gómez de Espinosa.

Por su parte la Victoria, comandada por Elcano, decidió seguir adelante por el océano Índico para volver a España, arriesgándose a costear África , la ruta de los portugueses. Esta última parte del viaje, doblando el cabo de Buena Esperanza y haciendo escala en Cabo Verde, a pesar del peligro portugués, protagonizada por un pequeño grupo de tripulantes agotados, en una navegación a vela con fuertes vientos de cara, fue aún más meritoria que todo lo anterior.

El 6 de septiembre entraba en Sanlúcar de Barrameda la Victoria, una nave escorada ,parcialmente desarbolada, con 18 tripulantes de los 239 que habían salido tres años atrás , más tres indígenas moluqueños supervivientes de los 13 que embarcaron en Tidore nueve meses antes

Dos días más tarde, tras remontar el Guadalquivir, los supervivientes llegaron a Sevilla, desembarcando “en camisa y descalzos, con un cirio en la mano” (Pigafetta) para acercarse al convento de la Victoria cumpliendo así la promesa de dar gracias a la Virgen por haber regresado. Habían dado la primera vuelta al mundo que ya no sería igual desde entonces. El cargamento de la Victoria era toda una fortuna en la época. Elcano escribió una carta al emperador Carlos V anunciando su regreso:” Aquello que más debemos estimar y tener es que hemos descubierto y dado la vuelta a toda la redondeza del mundo “.

El rey, solicitó a Elcano que acudiera a verle. Éste fue acompañado del piloto Francisco Albo, el médico Hernando de Bustamante y los tres indígenas moluqueños sobrevivientes. El emperador pronunciaría unas palabras que pasaron a la historia: “ Primus circumdedisti me” ( Tú fuiste el primero que me rodeaste).

La circunnavegación demostró definitivamente, desde un punto de vista práctico, la esfericidad de la Tierra. El concepto de Tierra esférica data de la filosofía griega, alrededor del siglo VI a. C. Sin embargo, esta creencia no estaba generalizada, así por ejemplo, en el mundo musulmán el erudito as-Suyuti (1505) afirmaba que la Tierra era plana. Nicolás Copérnico formularía su teoría heliocéntrica hacia 1536.

La polémica Magallanes-Elcano no tiene sentido. Magallanes gestó la operación, descubrió el “paso” que comunicaba el Atlántico con el Pacífico, océano explorado por él. Pero no circunnavegó la Tierra. En realidad su plan sólo llegaba hasta las islas Molucas. Su muerte en Mactán hizo que Elcano tomara el mando y arriesgándose tomó el camino de vuelta bordeando las costas de África, es decir por la ruta de los portugueses, alcanzando a conseguir dar la vuelta al mundo tres años después de la partida desde Sanlúcar de Barrameda. Por esta razón la expresión Magallanes-Elcano es la que mejor refleja lo que realmente ocurrió.” La expedición Magallanes-Elcano, ha dicho el rey Felipe VI, fue la mayor epopeya de la historia de la navegación mundial a lo largo de todos los siglos, que ya nunca se podrá repetir ni superar”.

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