De Antón recuerda los valores que inculcó al actual monarca
CULTURA
Julio de Antón López doctor en Psicología y Licenciado en Filosofía y Letras ha recordado a El Pueblo sus andanzas y vivencias como mentor del rey en el cuarto aniversario de la publicación de su libro “Felipe VI así se educó en su infancia y pubertad. Semblanzas de un educador en el Palacio de la Zarzuela”. A De Antón se le encargó en 1976 por parte de los padres del rey que se hiciera cargo de su educación. Una educación integral que contemplaba todos los aspectos de la vida y que desempeñó con gran fortuna en vista de la excelente formación que atesora el monarca.
Fue una época de la vida de este docente de cambios en la que pasó de llevar la carga de profesor molecular que enseñaba de todo: filosofía, lengua, matemáticas e historia a la de preceptor, en calidad de responsable de la formación extraescolar de Don Felipe (el entonces Príncipe de Asturias). En el encargo responsabilidades que generarían identidades novedosas, facilitarían sus cambios y añadirían plusvalías personales, capacitando al futuro monarca, junto a otros niños y jóvenes, para ser cada día más distinto y diferente, contribuyendo con ello a cumplimentar su maduración y socialización, coordinando para tal fin a un centenar de expertos en aire libre. El equipo de docentes fomentaría desde entonces actividades deportivas, culturales y convivenciales, instruyendo al joven monarca en ciernes. Cumplida con solvencia esta encomendación, los reyes Don Juan Carlos y Doña Sofía supieron reconocer esta meritoria tarea.
Durante su trayectoria profesional De Antón recibió condecoraciones como la medalla de Plata de la Juventud de parte de la Delegación Nacional de la Juventud o la consideración de Caballero de la Usía en su naturaleza de oro de parte de la OJE, reconocimiento a su desempeño como educador juvenil.
Pero la compleja vida de este educador trascendía los muros del palacio de la Zarzuela y se adentraba en los terrenos pantanosos de la inestable realidad social de la España de la Transición demodrática. Así en el reformatorio de Carabanchel Luis Amigó, impartía lecciones a niños conflictivos o provenientes de entornos desestructurados tratándoles con el mismo afecto y consideración que a su majestad. Niños con apodos o sobrenombres curiosos como Bartolo o Mezquita que supieron entender el mensaje de superación y humanismo que les era transmitido por el educador en su labor de reforma protección de la conducta y modus vivendi de estos pequeños en una etapa temprana, mas fundamental de su formación vital como seres sociales y personas de bien.
En 1982 fue nombrado secretario de la Comisión Interministerial para la Prevención de la delincuencia juvenil.
En paralelo a estas dos realidades tan dispares y a la vez complementarias emprendía junto a su Alteza Real viajes de conocimiento a lugares remotos como el continente Indio. Como es de suponer el príncipe Felipe vivía su propia realidad infantil aprendiendo a amar la naturaleza. Así junto a sus primos Nicola, hijo del rey Constantino de Grecia y Kiryl de Bulgaria iba a los campamentos instalados en las riveras del Jerte en Villanueva de la Vera (Extremadura) y escribía un mensaje a sus compañeros ‘scouts’: “nunca estéis tristes, somos libres, sonreímos ante las dificultades, respetamos la naturaleza, convivimos con los demás, trabajamos por placer, damos gracias a Dios por ser así”.
Pero el príncipe no podía permitirse el lujo de permanecer ajeno a la realidad y en convivencias como el “Encuentro 80” tuvo la oportunidad de conocer a trescientos niños de distinta procedencia y experiencias vitales también diferentes a la suya.