Varios ceutíes denuncian la presencia de colonias de 'procesionarias' en sus barriadas

SANIDAD

Una vecina de Juan Carlos I ha publicado una queja pública en Facebook denunciando la presencia en la plazoleta de la barriada de orugas procesionarias a la altura del carrillo. La misma vecina hace un llamamiento solicitando que se fumiguen los pinos de los alrededores para evitar los peligros que esta especie entraña para las personas, especialmente niños, y mascotas como perros y gatos.

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La sociedad pública Obimasa (Obras, Infraestructuras y Medio Ambiente de Ceuta) es la encargada de las fumigaciones que exterminan las larvas de la especie y previenen de su aparición. Periódicamente realizan campañas en los montes de la ciudad, desde Aranguren al Hacho actuando en esta fase gregaria que tiene lugar durante los meses de invierno.

Las fuentes veterinarias consultadas resumen las característica de esta especie de insecto radicada en Ceuta. Se desarrollan entre pinares, independientemente de la especie a la que pertenezcan, por lo que su proliferación es mayor cada temporada que pasa al tratarse de un insecto defoliador que se alimenta de estas plantas.

A raíz del Cambio Climático su aparición se ha vuelto temprana, llegando a aparecer a partir de la estación primaveral donde se identifican en los pinos unas pequeñas bolsas blancas que son los nidos. Al subir la temperatura el ciclo reproductivo comienza antes de lo habitual. Cuando el insecto rompe la bolsa en la fase de enterramiento, se dirigen en fila india hacia un lugar donde poder enterrarse y formar las crisálidas, de ahí su denominción de ‘oruga procesionaria’. Si consiguen terminar este ciclo surgirán de estos depósitos convertidas en mariposas.

Una curiosidad que reviste la especie es que este desfile lo lidera una hembra que da lugar, como es lógico, a una mariposa hembra. El elemento más peligroso son esos pelillos urticantes que recubren sus cuerpos y constituyen su medida de protección ante presas de un tamaño considerablemente mayor. Sin ellos estarían indefensas ante cualquier clase de depredador que las encontrase. Cuando este animal se siente amenazado los lanza a discreción, como un puercoespín microscópico. Las reacciones alérgicas pueden alcanzar una gran dimensión y entrañan un elevado riesgo para la salud al contener un tóxico llamado thaumatopina que es el veneno que contiene esta oruga.

Este tóxico produce inflamaciones y reacciones alérgicas. Los niños debido a su ingenuidad, así como los perros, son los más proclives a tocarlas de algún modo, las consecuencias pueden ser leves si se trata de un simple roce, a excepción de que el sujeto sea alérgico con lo que las consecuencias revestirían mayor gravedad. Un único ejemplar de procesionaria puede albergar hasta medio millon de pelos urticantes con la consiguiente cantidad elevada de tóxicos.

Si un animal se la traga el efecto puede llegar a ser mortal al provocar una reacción alérgica masiva que acaba con necrosis de tráquea y lengua que desemboca, con casi toda seguridad en muerte.

Los veterinarios advierten que ante el menor signo de alarma se dirijan con celeridad al especialista más cercano para dar comienzo al tratamiento de coricoides cuanto antes, sin pausa, para paliar estos efectos adversos. En el mejor de los casos el perro solo perderá una parte de la lengua o quizás el órgano concreto pero sobrevivirá. Si no hay un veterinario cercano disponible se debe lavar la zona con agua templada y suero.

Si nos referimos a niños los efectos son similares a los descritos en el caso de los cánidos, llegando a existir riesgo de shock anafiláctico, es decir, la reacción alérgica más grave que puede padecer una persona. En otro caso incluso puede incidir en el desarrollo futuro del pequeño. Los veterinarios locales tienen constancia de que en Ceuta comienzan a darse caso de grupos de estas orugas en distintas zonas de la ciudad por lo que se reclama a la ciudadanía que en cuanto tenga constancia de la existencia de un foco den aviso a la Policía Local o los servicios de recogida de Medio Ambiente. Un factor medioambiental interesante es que a partir de 32 grados las larvas mueren pero por debajo de 30, entre los 10 y 20 grados centígrados se desarrollan y abandonan las colonias. Por ello construyen estos bolsones o nidos durante el otoño y con posterioridad abandonan el nido.

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