Otra reforma laboral

Juan Rosell*

Algunos, sin conocimiento alguno del tema, han escrito que el siguiente objetivo político-publicitario es derogar la última reforma laboral. La realidad es que la legislación laboral viene de muy lejos, todavía con legislación preconstitucional como la huelga regulada por un RDL 1977 y hay miles de leyes, normas, convenios, órdenes ministeriales, Estatutos como el de los Trabajadores, legislado en 1980 y posteriormente actualizado bastantes veces.

La legislación laboral es un entramado complejo que debe modernizarse porque se ha quedado desfasado, especialmente en Europa que empezó a legislar hace 150 años con una economía mayoritariamente agrícola, que después pasó a industrial y ahora es totalmente de servicios, es decir, rápida, cambiante, disruptiva.

La legislación laboral en la Unión Europea tiene sus orígenes después de la II Guerra Mundial con la construcción del Estado del Bienestar basado en un importante gasto social, principalmente en sanidad, educación y unas condiciones dignas de trabajo.

Todos los grandes países europeos han hecho grandes cambios en sus legislaciones laborales, intentando adaptar las posibilidades laborales a las necesidades económicas y teniendo en cuenta la obligación de competir fuera de Europa, donde muchos países tienen deleznables y abusivas legislaciones laborales, desde el punto de vista del ciudadano europeo.

Alemania, empezando con el canciller Schröder en 2002 y su famosa agenda de cambio puso en marcha un profundo cambio en la legislación laboral con las famosas cuatro leyes Hartz, que abordó con inteligencia pero también con decisión, los problemas de la legislación haciéndola más flexible pero a la vez segura para el trabajador, la flexiseguridad. Abordó con valentía muchos de los temas que paralizaban la economía alemana desde los minijobs o miniempleos hasta los servicios de empleo pasando por la prestación de desempleo, los bonus de educación, y otros tantos.

Otros países como Austria tampoco han querido quedarse atrás con su famosa mochila austríaca en la que el trabajador va ganando puntos en su vida laboral y ahí los tiene para su pensión o desempleo, entre otros temas.

Caso distinto es el de Francia donde cada nuevo Presidente de la República de los últimos que ha habido desde Sarkozy hasta Hollande, pasando por Macron y llegando a Chirac, han dicho que iban a hacer una gran reforma laboral pero ninguno de ellos ha sido capaz de mover los cimientos y de ahí el descenso de la productividad de la economía francesa.

En la legislación laboral, como en cualquier otro problema, primero hay que conocer los datos-siempre los hay, ver las posibles alternativas, buscar comparaciones, evaluarlas y tomar decisiones. Es conveniente hacerlo con quien sabe del tema, empresarios y trabajadores, y no por inexpertos, por mucha voluntad que tengan. No se puede jugar con fuego.

La última reforma laboral de febrero del 2012, hecha aprisa y corriendo, sin el necesario acuerdo de empresarios y sindicatos, tiene muchos elementos positivos y alguno que otro negativo que hubiera sido fácil subsanar.

Tenía como principal objetivo el revertir la tendencia desde la destrucción masiva de empleo, 0’787 millones de empleos en 2012, 2’173 millones de empleos desde 2008 a 2013. La mejor política laboral y social es la que crea empleo y desde 2013 a 2019 se han creado 3’051 millones de empleos. Ahí están los datos. Y otro importante que se olvida. Entre esos años con una inflación acumulada del 3,7 por ciento, el crecimiento de los salarios de convenio ha sido del 7’8 por ciento. Es un dato, no una opinión, muchas veces olvidado.

La reforma de 2012 apostó por un contrato incentivador para empresas de más de 50 trabajadores, el de emprendedores, válido hasta que el paro bajase del 15 por ciento y ha sido un éxito.

Decir que potenciaba el convenio de empresa en contra del convenio del sector es falso. Sólo hace falta ver los números y ver cuántas empresas han salido del sector para ir a un convenio de empresas. Lo que si es cierto y nadie dice es que han surgido nuevas unidades de negociación que son las nuevas empresas de nuevos sectores. Algo parecido ha ocurrido con la ultraactividad. Está donde estaba y el diálogo social tiene soluciones preparadas.

Es cierto que se han reducido y simplificado los costes del despido siguiendo la tendencia europea y se han posibilitado los ERTE actuales, que supongo pocos ponen en duda ahora. Si quisiéramos profundizar y mejorar podríamos copiar el sistema alemán KURZERBAIT, que en la crisis actual han llegado a tener 12 millones de personas.

Queda mucho por hacer en formación que debe decidirse por la empresa, de común acuerdo con el trabajador. Nadie mejor para decidir que quien paga. Y todavía más en la modernización de la negociación colectiva que viene de hace décadas y está totalmente desfasada en miles de artículos escritos hace décadas. Y también abordar el tema del absentismo, pues no es lógico que casi un millón de trabajadores, por un motivo u otro, falten a su puesto de trabajo cada día. Es un despilfarro. Y, por supuesto, empezar de cero con los servicios de empleo que sólo logra colocar a un 3 por ciento de los parados, lo cual es prueba de su ineficiencia.

La legislación laboral debe seguir reformándose todo lo que haga falta y las veces que haga falta. Nunca la legislación será perfecta porque las situaciones cambian constantemente. La legislación debe adaptarse a la realidad y no haciéndolo provoca problemas difíciles de solucionar. El proceso legislativo es lento, farragoso, hay mil trabas burocráticas, impedimentos parlamentarios. La tecno estructura es todo menos activa al cambio pues la modernización va en contra de sus intereses. Reformar la actual legislación laboral es condición necesaria para incrementar la productividad de la economía española.

* Empresario

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