Batalla del río Guadalete

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José María Fortes Castillo

Ya se ha consumado la traición o venganza del conde Don Julián, y a Ceuta le toca ser el escenario de un hecho tan transcendental como triste e histórico. Jamás, mancillar el honor de una mujer, costó tan caro a un pueblo como al hispano, que en sus tierras cristianas, tuvo que soportar durante ocho siglos a los hijos de Mahoma.

Ceuta era una gran plaza fuerte, siglos después, en 1840, el político británico Lord Londonderry, manifiesta que Ceuta es la plaza más fuerte del mundo. Las crónicas les da rotundamente la razón, difícilmente podemos encontrar otros baluartes tan inexpugnable, que durante siglos, tuvo que soportar interminables asedios por tierra y mar. Esta inexpugnabilidad la hizo resistir con entereza los embates de las huestes de Musa ibn Nusayr, pero la lujuria de Don Rodrigo, provocó que Don Julián inhibiera las obligaciones castrenses de la ciudad, y no solo le abrió las puertas, sino que convenció a Musa para que los omeyas invadieran la península.

Todos estos acontecimientos que facilitan en gran medida la presencia árabe en tierras hispanas se dan a capricho del “azar”. Si esta cadena de situaciones, principalmente la enemistad entre el conde Don Julián y el rey Don Rodrigo no hubiera existido. ¿Qué podría haber ocurrido? Es probable que tras un gran asedio, Ceuta hubiera sucumbido a los omeyas. Pero cabría también la posibilidad que las huestes de Musa, fuesen retenidas el tiempo suficiente para que los visigodos olvidaran de momento sus rencillas y se unieran contra el invasor. Tener la flota visigoda de su parte les facilita la invasión, todo lo contrario que tenerla en contra, donde los visigodos eran muy superiores en las artes de la navegación.

Manuel Lería en “UN SIGLO MEDIEVAL EN LA HISTORIA DE CEUTA (931-1.031), hace referencia a esta hipótesis y nos relata: En estas condiciones, la batalla del Guadalete la debió provocar el conde Don Julián en las llanuras de Castillejos, con sus espaldas guardada por una plaza inexpugnable, en vez de tener detrás, abiertos e inertes, los anchos campos de España.

Queda en el aire, en que situación queda Ceuta tras el pacto entre el gobernador ceutí y Musa. Algunas fuentes afirman que los musulmanes no entraron en Ceuta hasta la muerte de Don Julián, incluso, apuntan, que cuando atraviesan el Estrecho en naves visigodas, estas parten rumbo a Gibraltar, desde un lugar cercano a Ceuta –no de la misma ciudad- llamado Marsa Musa, en las faldas del Chabal Musa (Monte Musa). Es muy probable que las fuerzas invasoras se concentraran a las órdenes de Tariq ibn Ziyad entre Calamocarro y Benzú.

Después de las dos primeras avanzadillas que comentamos en el capítulo anterior, en el inicio de la primavera del 711, Tariq desembarca en la bahía de Algeciras (llamada entonces Iulia Traducta y que los árabes llaman al-Chazira), al mando de un ejército de unos 12.000 hombres, si establecemos un término medio, pues las fuentes difieren entre sí.

El tercer desembarco es el que da origen a la conquista del reino visigodo de España. De estos 12.000 soldados que desembarcan, más de la mitad eran bereberes y la gran mayoría acogidos a la religión islámica, aunque entre ellos había muchos cristianos.

Tariq como gran militar, reunió sus tropas en el baluarte natural del peñón de Gibraltar (nombre que deriva del general bereber, Yebel at-Tariq (Montaña de Tariq) que sirvió de acuartelamiento en los sucesivos desembarcos. En los primeros días se dedica a saquear aldeas, pueblos y ciudades, de toda la baja Andalucía, con el fin de acumular los víveres suficientes para sus tropas durante la conquista.

El día 19 de julio las tropas al mando del rey Don Rodrigo, entran en contacto con el ejército omeya, al mando de Tariq, cerca del río Guadalete (Wadi Lakk o río del lago). Da inicio una sangrienta, cruel y furiosa batalla.

El rey godo, marcha al frente de 40.000 soldados, suficiente para rechazar al ejército enemigo que solo contaba con 13.000 hombres. Los flancos del ejército godo lo componen los soldados al mando de los herederos de Witiza, los mismos que recientemente le habían pugnado su trono. La traición estaba cerca. Don Rodrigo creyó que el apoyo de sus enemigos políticos, se debía por lealtad a la causa Visigoda frente a la invasión árabe.

Se enfrentaban dos culturas con ideas diferentes, la espada contra el alfanje, la cruz a la media luna. La batalla da comienzo el día 19 y los godos superiores en número, creen tener la batalla a su favor y los musulmanes convencidos de no poder resistir muchos días más, pero en un momento crucial, los herederos de Witiza, se pasan al bando omeya, hecho que inclina la balanza en sentido contrario. Esta traición desmoraliza a los soldados de Don Rodrigo y los musulmanes motivados aún más por el inesperado refuerzo, atacan con más virulencia y moral a los partidarios de Don Rodrigo, que el día 26 del mismo mes cae derrotado.

La ribera del río Guadalete de llenó de muerte y desolación. Todas las fuentes escritas de la batalla, tanto cristianas como árabes hacen hincapié en la gran influencia que en ella tuvo la traición de los witizanos, que más tarde, sufrieron ellos también la traición de los omeyas. Si esperaban que los árabes respetaran la alianza, muy pronto algunos pudieron comprobar la diferencia entre alianza y dominación de su territorio, y otros fueron pasados a cuchillo. De Don Rodrigo nada se supo, algunos afirman que murió ahogado y otros que huyó a Portugal.

Ahora nos toca comentar muy superficialmente la conquista del resto peninsular para volver de nuevo a lo que nos ocupa y preocupa, que es la ciudad que a partir de ahora será conocida como Medina Sapta.

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