La gobernabilidad
Cuando los ciudadanos, en nuestro caso los ceutíes, son llamados a las urnas para ejercer su derecho al voto, se convierten en los árbitros de la gobernabilidad. Acostumbrados durante casi dos décadas a mayorías absolutas del partido popular, la gobernanza estaba garantizada y la oposición tenía su espacio en la crítica y, en algunos casos, más bien pocos, a aportar propuestas interesantes. Pero la cosa ha cambiado y ahora gobernar requiere diálogo y, a ser posible, alianzas que estabilicen al gobierno.
No se le puede pedir constantemente a Vivas que ignore el resultado electoral, porque es petición no es justa. Muchos, tanto de derechas como se izquierdas, preferirían que Vivas no tuviese que pactar, sin embargo, la atomización de los votos no le ha dejado suficiente margen de maniobra como para gobernar en solitario. Decía Anguita que todo el mundo le reconocía su capacidad de hacer grandes propuestas, pero que a la hora de votar elegían a otros, terminando la frase con aquello de: “hijos míos, ahora tenéis lo que habéis querido de verdad tener”. Y así es. Hemos querido que Vivas tenga que pactar. Hemos decidido que conserve el grado de comandante de la nave, pero también hemos elevado el grado de responsabilidad, a la hora de tomar decisiones, de los demás marineros. Y además se le exige machaconamente que a parte de la tripulación la mande a la sentina.
Los ceutíes hablaron y el centro derecha se impuso claramente en las elecciones a la Asamblea de Ceuta, porque la suma de PP y VOX suman una amplia mayoría en la misma, mientras que la suma de la izquierda y los localistas se queda muy lejos de tener los números suficientes para ser alternativa de gobierno. Este hecho es incontestable, guste más o menos a unos o a otros. No se puede excluir del juego democrático a nadie que participa de acuerdo con las normas; y la demonización de VOX, es un hecho por parte de la izquierda más extrema que, no obstante, reconoce y pacta con partidos de dudosa trayectoria democrática, como Bildu.
Se puede y se deben rechazar aquellos contenidos ideológicos con los que uno no esté de acuerdo, porque eso es parte esencial de la democracia, pero no se puede ni se debe tratar de impedir que aquellos discursos que no nos gusten se dejen de oír. El único límite a la participación política es la falta de respeto a las normas democráticas y a los derechos de los ciudadanos y, además, siempre que esto lo reconozca una autoridad judicial, no un competidor político dando lecciones de una democracia que, a lo mejor, se desconoce en su propia casa.
En democracia la aceptación de los resultados es una máxima irrenunciable y esto es lo que está haciendo el Presidente Vivas y, por hacerlo, algunos le están poniendo de vuelta y media. Vivas no está renunciando a su ideario, sólo está procurando que Ceuta sea gobernable. Habrá cosas que no le gusten de unos y de otros, pero su obligación es hablar y, si es posible, acordar. Y quien quiera ayudarle que lo diga. Que lo diga abiertamente y sin complejos, como lo ha hecho VOX.