La responsabilidad personal

Mi buen amigo Paco Bernal, que siempre me gana al tenis, editó un video hace ya más de dos meses, poniendo de manifiesto la grave irresponsabilidad de muchos en el uso de las mascarillas, que unos llevaban a modo de brazalete, otros de pendiente y otros de bufanda. Y no sólo él, sino muchos especialistas en la materia, venían anunciando desde el desconfinamiento que, a partir de ese momento, la responsabilidad pasaba del ámbito del gobierno, al de cada de uno de nosotros. Nada se iba a conseguir frente a ese poderoso enemigo que es el covid-19, si no éramos capaces de concienciarnos en acatar una serie de normas de conducta. Términos como el distanciamiento y conductas como el uso de la mascarilla o la higiene de manos, debían de grabarse casi a fuego en nuestro cerebro. El tiempo de la crítica al gobierno se agotaba y ahora comenzaba el momento de demostrar que éramos mejores que ese gobierno al que no parábamos de criticar y, en muchas ocasiones, con razón.
Ha pasado poco tiempo desde la llegada de esa fase llamada “nueva normalidad” y el país entero se ha desmadrado. Las imágenes de fiestas, aglomeraciones y toda clase de conductas impropias de seres humanos responsables y solidarios, han sido la verdadera nueva normalidad en todos los rincones de España.
Una generación de desalmados parece dominar las calles, las playas y los rincones de cada pueblo. Hacen oídos sordos a los llamamientos de las autoridades. Se comportan como bestias irracionales que esparcen el dolor y la ruina al resto de sus conciudadanos. Seguro que son en apariencia personas normales, pero cuando llega la noche se suben encima de una barra de un pub y escupen alcohol a todos los que les rodean, enardecidos por una sensación de ser intocables que los transforma en auténticos enemigos de la sociedad.
No es verdad que todos los jóvenes sean así de irresponsables, ni que sean sólo ellos los que desacatan las normas y se comportan de un modo tan desabrido e indiferente. Además, desgraciadamente, ya están comprobando que ante el coronavirus no tienen mucha más resistencia que los de más edad y que cuando la cosa se pone fea el alcance del mal es universal. Pero sí es cierto que la juventud añade a quien la posee un plus de fortaleza y desinhibición. Todos lo sabemos, porque todos los que ya no somos jóvenes lo hemos sido, mas ese plus en estas circunstancias puede ser utilizado por un enemigo invisible para hacer que su futuro, si no lo frustra ahora, sea un camino tortuoso más adelante.
Las autoridades van a reaccionar al sentir defraudada la confianza que depositaron en los ciudadanos. Ya sabemos que nos espera y eso será una vuelta de tuerca más en una crisis económica sin precedentes y de incierta superación. Pero ¿saben los jóvenes que lo que esa crisis va a cercenar son todas sus posibilidades de poder desarrollar su proyecto vital? Sus juegos de hoy, será su ruina de mañana. Por favor, este es el momento de la madurez. Si ahora somos responsables, pronto podremos disfrutar de la sana algarabía. De lo contrario, todo serán lágrimas durante mucho, mucho tiempo.