La ciudad que queremos

Esta era la pregunta de Deu a Mohamed Alí. ¿Qué clase de ciudad queremos? Claro que la pregunta, en el contexto en el que fue formulada, no daba para mucho, pero no dejaba de ser interesante.
Ese contexto del debate sobre los menores transfronterizos, lo empantana todo en cierta manera, porque definir la ceuta del futuro es la clave de su continuidad y, a mi juicio, el debate, aunque florido, era menor que el alcance de la propia pregunta.
Es verdad que el peso relativo de menas en Ceuta es muy superior al del resto de España (si exceptuamos a Melilla, claro), pero es un fenómeno puramente transfronterizo y más propio por ello de Ceuta que de Burgos, por ejemplo.
Creo sinceramente, que la solución no está en un plan de dispersión por toda España, aunque eso aliviase ese peso a Ceuta, sino en la puesta inmediata a disposición de las autoridades marroqíes de estos niños, una vez identificados y atendidos, para que sean sus propias familias, que en la mayoría de los casos residen a pocos kilómetros de Ceuta, o bien el propio gobierno marroquí quien los desampare y tutele. Son niños, con todos sus derechos internacionalmente reconocidos, pero son de Marruecos y no es pedirle mucho a un país que cumpla con sus obligaciones derivadas de la legalidad internacional. En cualquier caso, esos menores no son los culpables de la situación. El Gobierno que los extraña sí, y ese no es el de Ceuta. Pero ya saben que Marruecos tiene la costumbre de ir a su aire, siempre que se lo toleren, claro.
Pero este debate, insisto, de poco calado aunque recurrente para algunos, no da respuesta a la pregunta acerca de la ciudad que queremos. Ceuta es la suma de su pasado y su presente, singular, heterodoxa y orgullosa. Ceuta es una mezcla de belleza, alegría, dolor, contrastes y pasión, y si no se entiende así es que uno no se ha sumergido hasta los tuétanos en el carácter y la vida de esta ciudad. Cada ceutí la siente y la ama, pero también la sufre y la disfruta y con toda la pasión mediterránea, la pinta en un cuadro y la expone con su propia mirada, a veces espiritual, a veces material, en ocasiones luminosa y en otras gris y oscura. Norte y sur, oriente y occidente, con sus vientos, la acarician o la azotan constantemente. Pero ¿quitaríamos algo de ella que la hiciera mejor? O tal vez ¿le falta algo que la haga más atractiva? Una ciudad no son sus calles y sus edificios e infraestructuras. Es sobre todo sus gentes, que a lo largo de su historia la han ido modelando. Y esas gentes, nosotros, todos, no podemos seguir mirándonos de reojo y con desconfianza. Siempre hay un judas ¿verdad?, hasta en los mejores grupos, pero este cuerpo social tan diverso que es Ceuta, el de hoy, con las lecciones del pasado, debe diseñar la ceuta del futuro. ¿Qué queremos dejar en herencia a nuestros hijos?. Tampoco es tan difícil de responder no creen?