Las instituciones penitenciarias

Son las mayores desconocidas, porque se asocian a un mundo sórdido. Son casi impenetrables para la mayoría de los ciudadanos, porque para entrar hay que ser funcionario o preso. Las familias de los internos también se acercan tímidamente cuando van a visitarlos. Las prisiones están apartadas y son bloques de hormigón gris, silenciosos desde fuera, pero llenas de frustraciones desde dentro.
Pero ¿en qué consiste el trabajo diario de un funcionario de instituciones penitenciarias? Aunque nadie se lo crea no llevan ni armas de fuego, ni porras, ni grilletes. Una cárcel de hoy es casi un municipio, cuyos servidores públicos atienden las necesidades de los allí custodiados, las físicas, las intelectuales y las espirituales. No estoy intentando transmitir que es un lugar ideal, claro que no, porque hay conflictos, como los hay en cualquier núcleo de población, pero la mayoría de ellos se resuelven con normalidad y sin mayores consecuencias, y esto pasa en buena medida por esa capacidad de los funcionarios de convencer a todos de las ventajas de mantener un clima de buena convivencia. Hay veces que no se consigue y se llegan a vivir sutuaciones de tensión que ponen en riesgo a los funcionarios, quienes no obstante, siempre procuran encontrar la forma de calmar los ánimos ejerciendo la menor coacción posible.
Hay extraordinarios profesionales en todas las áreas, como los sanitarios (médicos y enfermeros), vigilancia y custodia, tratamiento (juristas, psicólogos, asistentes sociales, etc), cocineros, monitores, informáticos y oficinas especializadas diversas, y al frente de todo, un equipo directivo liderado por Pablo García, que ha demostrado que es un gran profesional, inquebrantable ante el trabajo, al que le dedica interminables horas cada día.
Hace unos días, una madre remitió una carta abierta a el diario el Faro de Ceuta, contando las vicisitudes de su hija, internada en el centro penitenciario de Ceuta. Esa madre, que vive a más de mil kilómetros de su hija, agradecía el trato que todo el personal de la prisión, citando incluso a algunos trabajadores en concreto, le estaban dispensando a su hija, aquejada de una enfermedad crónica, pero extraordinariamente bien atendida. Sin duda esa carta clarifica bastante más que mil discursos, lo mucho y bueno que hacen los profesionales penitenciarios, que por otra parte, han tenido que pasar para serlo, unas pruebas selectivas complejas y que requieren demostrar muchas capacidades.
En esta época siniestra en la que el covid ha puesto en jaque a todas las instituciones, las prisiones mantienen una calidad en la prestación de los servicios encomiable, protegiendo a toda la población interna, haciéndolo además como mejor saben, sin ruido, ni siquiera para que la sociedad les pueda felicitar.
Pues yo, humildemente, pero como parte integrante de la institución, quiero desde aquí felicitar a todos mis compañeros y promover sin ninguna pretensión más allá del conocimiento, que toda la sociedad ceutí pueda sentirse orgullosa de ellos, porque gracias a su trabajo todos estamos más seguros.