Diego “el barrilete cósmico”

Javier Chellarám

Soy un tipo normal, que por hacerle un golazo a los ingleses, que nos mataron a los pibes en Malvinas, hoy todo el mundo me reconoce. Porque el abuelo se lo cuenta al padre, y el padre se lo cuenta al hijo. Pero soy un tipo normal.

Esta frase tan sencilla como lapidaria bien podría haber sido el epitafio para Diego Armando Maradona Franco, jugador genial de fútbol y porqué ahora me da por escribir de Diego, que es como a los ochenteros nos gusta recordar a Maradona porque a fin de cuentas en el fútbol si hablamos de la élite decir Diego ya es decir aquello de “ barrilete cósmico “ como se pudo definir jamás al pelusa.

Parece que llego al final mi opinión como cuando va el campeón de ciclismo en la carrera contrarreloj que ya sabe los tiempos de los demás pero por cuestiones diversas no había manera humana de sentarme a escribir, pero como ha sido mi ídolo cuando me bajaba al campo con desnivel de la barriada y había que tirar una falta sólo había dos zurdos en mi cabeza, Maradona y Kempes.

Maradona ha podido ser lo mismo que James Dean en el cine o lo mismo que Bruce Lee en las artes marciales que con sólo cinco películas han pasado a la leyenda del cine, pues lo que ahora toca que pensar que Diego con sólo cinco años al máximo nivel se subió a la cúpula de los cinco grandes del fútbol como Johan Cruyff, Don Alfredo Di, Stéfano y Pelé.

Los ríos de tinta de las redes echaron humo mientras Argentina lloraba a lágrima viva entre la pasión y la desesperación bordeando la locura al límite los comentarios del ídolo muerto eran sacando el papel couché, con lo de las drogas, el alcohol y el sexo de un ídolo de masas de una nación que un mundial antes el de España era derrotado en Las Malvinas.

Diego el pelusa, Diego el barrilete, Diego el cósmico driblaba, atacaba, definía y controlaba el juego como se ha bautizado la frase : “ entre pirañas y cocodrilos “ porque como íbamos a olvidar los ochenteros lo que era un defensa central en la primera división española, con esas patillas, esos hombros de jugar al rugby y ese bigote que dominaba el área de cabo a rabo.

Y entre medias “ el clan Maradona “ aquellos palmeros y vividores a costa del ídolo argentino los que lo llevaban a disfrutar y vivir la noche de Barcelona, los que lo metían en todos los bujíos y fregaos y por tanto el flaco Menotti tuvo que cambiar los entrenamientos porque lo más seguro que Ronaldinho en esa época sabría que no se llevaba aquello de estar en el gimnasio.

La resurrección napolitana jamás lograda por ningún mortal que superase a San Genaro y que rugiera el Vesubio logrando dos ligas y una copa de la Uefa con un equipo el del sur que sólo contaba penas en los telediarios.

Y llegó el Mundial de México, y por obra del destino el sorteo ante los ingleses, los verdugos, los vencedores, los que ganaron en Las Malvinas y salió el Diego, brilló el pibe, se salió el Pelusa y en once toque de 37 zancadas se bautizó aquello como “Diego que planeta viniste, barrilete cósmico “.

La leyenda y el mito, el mito y la leyenda , el carisma, la magia, el carácter y el diez que se echaba los equipos a las espaldas no tuvo control alguno jamás sobre la vida de Diego cuando se iba del campo por eso ese poderío, la pasión de la albiceleste, la alegría de una nación ha sido la losa más grande que pudo encontrar entre mil regates Leo Messi, el mejor del mundo cuando antes Diego no podía recibir un “ balón de oro “ porque sólo era un premio para los europeos, premio que llevaba grabado a fuego vivo como el ídolo , el ídolo que al final tenía sus pies de barro pero, hasta para morirse dejó la llama encendida.

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