Nuestras fortalezas

Que los ceutíes responden a los estímulos está más que demostrado. Con simpatía cuando son buenos y desprecio cuando son desagradables.
Los bonos comerciales ideados por la Cámara de Comercio son una prueba de lo primero. Creo que es de justicia felicitar a la Cámara de comercio y a su presidente, Karim Bulaix, siempre dispuesto a proponer nuevas iniciativas.
Tuve la oportunidad de iniciar junto a él algunas fórmulas de colaboración, que ahora han sido ampliamente implementadas. Este joven empresario ha sabido dinamizar la Cámara y sacarla del siglo diecinueve, que es poco más o menos como se la encontró. Ha apostado por la modernización del comercio ceutí y por la cultura del entendimiento con todas las administraciones y los resultados están ahí. Tanto la Ciudad Autónoma como la Delegación del Gobierno están colaborando con las iniciativas camerales y el beneficio es para el conjunto de los ceutíes.
Este es un ejemplo de las fortalezas que atesora Ceuta: capacidad de adaptación, empuje y unidad ante las dificultades.
Pero los males no llegan nunca solos. Y el primer ministro marroquí, seguro que envalentonado por el último suspiro de Donald Trump, nos ha contado desde una emisora egipcia lo mucho que “nos quiere”. Suponemos que esa declaración de “deseo irrefrenable”, casi soez, tiene que ver con la vieja cantinela del Sahara y la siempre insegura posición española al respecto de una ocupación no validada por naciones unidas.
El gobierno marroquí es, en la cuestión planteada sólo por ellos de Ceuta y Melilla, atorrante y pertinaz. En Marruecos siempre procuran sacar ventaja de las debilidades de los demás y deben pensar que ahora España es más débil y que con los nuevos amigos que se han echado, pueden asustar a cualquiera.
Cada uno elige sus socios y, desde luego, a España no parecen considerarla un socio prioritario, incluso tal vez estén convencidos de su capacidad para asfixiar definitivamente a Ceuta y a Melilla, pero deberían medir mejor sus fuerzas.
Ceuta se unirá como un solo hombre frente a cualquier agresión externa. España no permitirá que nadie cuestione su integridad territorial, sea un enemigo externo o interno. Y Ceuta y Melilla son parte integrante de la nación española, tanto como Tetuán lo es de Marruecos.
Un país que abandona a sus menores, empuja y deja naufragar a miles de sus compatriotas en pateras y mediante prácticas medievales mercadea con inmigrantes, mientras es incapaz de garantizar un mínimo de bienestar a su población, está muy lejos de acongojar a un país como España y a una ciudad como Ceuta, cuyos ciudadanos saben lo que vale gozar de las libertades que en España existen y del estado del bienestar que es patrimonio de todos.
Aquí nos gustarán más o menos nuestros gobiernos, pero sobre lo que hemos construido no tenemos ninguna duda. Por eso, por esa unidad, no pueden ni siquiera preocuparnos.