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Lo del portavoz de Vox en la Asamblea es de aurora boreal. Según él, los presupuestos se aprueban porque el Partido Popular ha pactado con los “enemigos de Ceuta”, a saber: PSOE, MDyC y Caballas. La respuesta de la portavoz del PP es cuando menos original, al decirle que se queda sólo fomentando el odio, el racismo y el desamparo hacia las mujeres. Nunca el PSOE, ni el MDyC, ni Caballas, han sido enemigos de Ceuta, ni de nadie; han sido opciones con diferentes perspectivas sobre Ceuta, y los votantes, los ceutíes, han decidido siempre en libertad cual les gusta más. Pero tampoco entiendo bien las invectivas de la portavoz del PP hacia Vox, y no porque no lleve razón, sino por lo que ha tardado en darse cuenta, si es que los de Vox son así, o sea, tan perversos.
Durante meses, salían a la luz declaraciones de miembros de Vox, todas ellas reprobables, insoportables, pero los portavoces populares callaban, a excepción de Yolanda Bel, que era un islote de esperanza en medio de un desierto de silencios. ¿Por qué? A saber por qué. ¿Números? Quien sabe. Da igual. Hasta esto se puede entender. Porque se puede comprender que un gobierno en minoría busque apoyos y, para conseguirlos, se trague algún sapo, como le pasa a Sánchez con los radicales de Podemos (que sólo pueden para ellos), o a Juanma Moreno en Andalucía con Vox, o Ayuso en Madrid con el llorón de Aguado.
Pero lo que realmente resulta irritante, no es que se cambie de socios, de apoyos o de muletas. Eso es legítimo. Lo feo, por no usar otro calificativo, es no darse cuenta de que criticar tan duramente a quien ha sido tu pareja es igual que censurarte a ti mismo. Lo hicieron PP y PSOE cuando tras un incipiente amor primaveral al inicio de la legislatura, acabaron por ponerse de vuelta y media. Ahora se repite la historia entre el PP y Vox, que tras un idilio apasionado, se dedican ahora a contarnos a los demás los defectos corporales de los hasta hace nada amantes.
Esta política es demasiado pueblerina, con el debido respeto a cualquier habitante de cualquier pueblo, porque supone despreciar la inteligencia de aquellos a quienes dice representar. Un partido político serio, responsable, no se casa con cualquiera, para después divorciarse, volverse a casar y renovar los votos de la ruptura. Eso pasa en los culebrones o en las pelis de serie b. Pero Ceuta no es un plató. Es un lugar privilegiado al que incluso aspira a poseer ilegítimamente otro país. Y esto, que es un asunto serio, algo que no ocurrirá jamás, deja de ser un asunto nacional porque al juego al que se dedican los políticos de aquí y de allá, es el mismo al que se entregaban aquellos nobles innobles en el siglo diecinueve en las campas de Madrid y que tan bien retrató el genio de Fuendetodos: a lanzar al aire un pelele por pura diversión. Y jugaban así mientras todo a su alrededor se desmoronaba.
Verdejo, el de Vox, no es ningún descubrimiento de última hora. Jamás se ha escondido o disimulado sobre lo que piensa de la vida, del PP y de Vivas, o sea: que todos éramos unos traidores. Tampoco el PSOE de Ceuta ha comulgado con Vivas, del que dijo antes de las últimas elecciones que se fuera ya por el bien de Ceuta, y tras la ruptura del primer acuerdo poselectoral, le acusó de echarse en brazos de fascistas.
Seguramente el Presidente Vivas únicamente ha procurado en cada momento, garantizar una estabilidad política que es deseable y buena para Ceuta, pero sus portavoces deberían explicarse mejor, un poquito mejor, para no seguir, como dijo San Pablo, dando coces contra el aguijón.
Es mejor tener vergüenza que tener un cargo en el gobierno. Y también es mejor no apoyar a un gobierno al que después se termina poniendo de vuelta y media. O sea: Ceuta es inmensamente mejor que su clase política. Claro, hablo en general, porque hay excepciones. Vivas es una de ellas (no la única, desde luego) Y que conste que opino desde fuera, sin la necesidad u obligación de reconocer nada que no me lo parezca. Vivas tiene esa vergüenza que ejerce desde la responsabilidad de gobernar. Necesita apoyos y lo sabe, pero cuando el precio a pagar por ellos supera sus barreras morales, es capaz de rechazarlos sin cuestionar el tiempo durante el que fueron útiles para todos. Y lo hace sin devolver el golpe, porque no le hace falta. Sabe que quien primero le apoya y después le demoniza se suspende a si mismo. Es inteligente y coherente, por eso él no hace lo mismo.
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