Organizan un circuito “sensorial” para saber cómo es ser sordociego
Apascide Ceuta y la ONCE crearon un espacio para que todos puedan conocer cómo moverse sin visión y audición.
Natalia, de seis años y medio, era la primera aventurera en una situación espacial y temporal en la que se privaba de visión y sonido. Se animó, valientemente, a participar en un circuito “sensorial”, acompañada por un monitor. No podía ver ni oír, pero lo hizo a la perfección.
Se trataba de una experiencia organizada en el las inmediaciones del Parque Urbano Juan Carlos I, en los bajos de la Marina Española, organizado por la Asociación de Familias de Personas Sordociegas con Discapacidades Sensoriales y/o graves carencias de comunicación de Ceuta, con la colaboración de la ONCE.
Allí estaban varias personas cuya implicación con este colectivo está fuera de toda duda: María del Carmen Rosino, Beatriz Gil, Carmen Castillo o Silvia Gil. Todas ellas realizan una labor extraordinariamente complicada e importante, en apoyo de la comunicación con personas que tienen una enorme dificultad para poder tener una vida normal.
En Ceuta hay censados unos 18 sordociegos, pero hay hasta 43 personas que tienen graves problemas de comunicación.
La ayuda para ellos es fundamental. El colectivo trabaja con personas que tienen dificultades de comunicación asociadas a problemas visuales y auditivos.
En la memoria de muchas personas de cierta edad se halla un precedente, una película: ‘El Milagro de Anna Sullivan’. En blanco y negro. Una terapeuta se enfrenta al reto de comunicarse con una niña ciega, sorda y muda. Al final lo logra, mediante un lenguaje de signos con y en las manos.
Posiblemente sería el inicio de una actividad que ha tenido continuación en el tiempo y que actualmente saca del aislamiento personal a afectados por lesiones graves que les incomunica con el exterior.
Como explica Silvia Gil, coordinadora de la asociación y maestra, existen diferentes sistemas para establecer la comunicación con personas que tienen una discapacidad muy elevada en este sentido. La importancia del trabajo que realizan está fuera de toda duda.
No todos los casos requieren el mismo tipo de trabajo. Por ejemplo, con personas de visibilidad reducida, se puede utilizar un lenguaje de signos convencional, aunque a distancia determinada, para que puedan observar.
Hay lenguaje de signos apoyados, escritura en la palma de la mano, el “dedo como lápiz”...
Para los expertos en este tipo de comunicación, el hecho de desarrollarla requiere “práctica”. Al igual que para las personas a las que va dirigida la actuación en materia de comunicación.
Por ejemplo, depende de si una situación de sordoceguera es congénita o es adquirida. Depende también del hecho de que la persona sea ciega y después desarrolle sordera, o al revés. Es un mundo prácticamente desconocido para los que desarrollan una vida en la que los sentidos -vista, oido y habla, fundamentalmente- son la normalidad, de lo que nadie duda. Pero cuando se producen situaciones de privación de ellos, cuando las personas se encuentran sin apenas posibilidades de desarrollar una vida normal, hay quienes les ayudan, quienes se comunican con ellos, quienes les hacen sentirse uno más.