Menores, de aquí o de allá, ¿qué importa?

Hamza Harrous Abdelkader

Comienzo este artículo de opinión planteando una pregunta a nuestros lectores: ¿qué importa si un menor es de aquí, de allá o del otro lado del mundo?

En la actualidad, la xenofobia y el racismo parecen estar más presentes que nunca en nuestra ciudad. Estas actitudes, que siempre parten de los mismos sectores (de la extrema derecha más rancia) y se dirigen hacia los más vulnerables, nos obligan a alzar la voz contra quienes las perpetúan. Un menor, sea cual sea su origen, merece protección y cuidado. No olvidemos que muchos de estos niños y niñas han tenido que pasar largas y peligrosas horas en el mar para llegar a nuestras costas. Y lo más triste es que, una vez aquí, deben enfrentarse a situaciones que los deshumanizan: actos y comentarios que los hacen sentir insignificantes, que los hieren profundamente.

Hablemos claro: a menudo son tratados como si no valieran nada.

Decidí escribir este artículo tras leer ciertos comentarios en redes sociales dirigidos a los menores alojados en la zona del Morro. Comentarios que ni siquiera se dirigirían al ser más despreciable del mundo. ¿Por qué permitimos que estas palabras queden impunes? ¿Por qué normalizamos la deshumanización de niños y niñas? Insisto: un menor es un menor. Los nuestros no son superiores a los demás, ni los demás son superiores a los nuestros.

La humanidad debería ser nuestro principio rector. Reflexionemos sobre esta palabra, porque no podemos elegir ser humanos solo con quienes nos conviene, y mucho menos excluir a los menores de este trato. Todos los niños y niñas, independientemente de dónde hayan nacido, merecen nuestra empatía y apoyo.

Otro problema evidente dentro de este sistema es la falta de voluntad de las instituciones y asociaciones encargadas de cuidar a estos menores. No puede ser (aunque lamentablemente lo es) que estos niños se encuentren en Ceuta como si fuera únicamente un lugar de tránsito, sin que se les facilite una verdadera inclusión en la sociedad. Necesitamos garantizar su participación activa en nuestras comunidades y asegurarles sus derechos básicos y fundamentales. Estas organizaciones deben trabajar de manera decidida para integrarlos en nuestras barriadas, convertirlos en miembros activos y ofrecerles las herramientas necesarias para que puedan reeducarse y construir un futuro digno.

En definitiva, un menor es un menor, sin importar dónde haya nacido o de dónde provenga. Como sociedad, estamos obligados a actuar y a facilitar su inclusión y desarrollo dentro de esta ciudad multicultural de la que tanto nos enorgullecemos. Si queremos seguir presumiendo de nuestra diversidad y riqueza cultural, debemos empezar por defender los derechos de los más vulnerables, sin distinciones.

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