190 minutos

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190 minutos para hablar de España. De la España plural y diversa, de la que representa Salvador Illa o Juan Vivas, ambas distantes, distintas, pero ambas España.

10 minutos para cada presidente autonómico. Y el controlador de ese tiempo Sánchez, sin prorrateo por el tiempo perdido, como le reclamó García-Page.

Parece que ante el rechazo general a la falta de propuestas del mejor fabricante de fuegos de artificio de España, con la excepción de Illa (que está encantado con su cupo catalán), el Presidente decidió liquidar la Conferencia y mandar al ministro canario a decir que allí habían estado todos, incluido el Lehendakari y el molt Honorable. Se hizo también acompañar por el Rey y los presidentes del Congreso y del Senado. Se hizo la gran foto y después de aguantar las monsergas de los de los pueblos, se largó. Y de aquella foto que parecía escenificar unos nuevos pactos de la Moncloa (¡cuánto te echamos de menos, Adolfo!), no quedó nada, solo la sensación mayoritaria de que aquel montaje había sido en realidad una gran tomadura de pelo.

El partido que quería alumbrar un Estado federal, ahora es un partido caudillista y centralizador, que soporta de muy mala gana la existencia de los poderes territoriales y mucho peor los contrapesos de poder, acusando al Senado y al poder judicial de actuar al margen de la ley, en lugar de reconocer la importancia de todas las instituciones del Estado además de la que el dirige.

En fin: que a Sánchez se le hicieron insoportables 190 minutos para hablar de España.

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