El cañón Vickers 381/45: Una gran arma del Ejército de Tierra español con mucha historia
EJÉRCITO
El Vickers 381/45 se instalaba en emplazamientos elevados, lo que le confería un gran ángulo de visión y lo hacía difícil de alcanzar por el enemigo. Además, en sus posiciones se disponían otras baterías complementarias, como cañones de 15 cm para apoyo adicional

El cañón Vickers 381/45, un coloso de la artillería, sigue siendo uno de los legados más impresionantes del Ejército de Tierra de España. Aunque actualmente fuera de servicio, este gigante bélico de la tecnología inglesa sigue siendo visible en algunos de los antiguos asentamientos militares, como en la histórica Fortaleza de La Mola, en Menorca.
Desarrollados en 1926 por el imperio británico para equipar a sus acorazados, los cañones Vickers 381/45 eran los más grandes que España haya tenido en su arsenal. Su tamaño y poder de fuego son asombrosos: con una longitud de más de 17 metros y un peso de proyectil de 885 kg, el cañón podía alcanzar distancias de hasta 35 kilómetros, gracias a la potencia de su carga de propulsión de 296 kg de pólvora. De hecho, su alcance máximo podría llegar a los 42 kilómetros.
Estos cañones no solo destacaban por su capacidad de destrucción, sino también por su complejidad y envergadura. El mecanismo de disparo requería una infraestructura masiva, en la que las tres cuartas partes del cañón estaban subterráneas. En las entrañas de sus emplazamientos, se construyeron complejas galerías subterráneas con almacenes de proyectiles, sistemas de elevación, motores y otros equipos necesarios para su funcionamiento, mientras que el cañón en sí solo dejaba visible su enorme tubo de casi 18 metros.
El funcionamiento de este monstruo de la artillería requería de un equipo especializado de entre 15 y 20 hombres, quienes se encargaban de mantener la maquinaria y operar el cañón en sus momentos de acción. El Vickers 381/45 se instalaba en emplazamientos elevados, lo que le confería un gran ángulo de visión y lo hacía difícil de alcanzar por el enemigo. Además, en sus posiciones se disponían otras baterías complementarias, como cañones de 15 cm para apoyo adicional.
La construcción de las infraestructuras necesarias para montar semejante armamento de la más avanzada tecnología de la época no fue tarea fácil. Se construyeron caminos, puertos y complejas galerías subterráneas, además de utilizar maquinaria pesada para transportar las piezas, todo un desafío logístico que demuestra la magnitud de este proyecto militar.
Aunque ya fuera de servicio, el cañón Vickers 381/45 sigue siendo un testimonio de la potencia y la complejidad de la artillería de mediados del siglo XX, y un recordatorio de la historia militar de España, con una presencia que aún podemos contemplar en algunas fortificaciones de la isla de Menorca.
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