En 1928 cantaron a la visita de Alfonso XIII

Murga de Ceuta en la Plaza de San Sebastián. / FOTO ARCHIVO DE PACO SÁNCHEZ
Murga de Ceuta en la Plaza de San Sebastián. / FOTO ARCHIVO DE PACO SÁNCHEZ

En estos apuntes cronológicos, que estamos dando sobre la historia del carnaval ceutí hoy vamos a dar un salto en el tiempo, persiguiendo la actualidad, y recordar la repercusión que tuvo en los carnavales de 1928 la llegada de Alfonso XIII y Doña Victoria Eugenia a Ceuta un 5 de octubre de hace 78 años.

Los autores de las murgas como Roque Guerrero del Peñón, Corinto, José Benítez Orive, Joaquín Rodríguez Romero y tantos otros se esforzaban todas las noches con sus murguistas para ir insistiendo con las nuevas coplas, y todo esto regando las cuerdas vocales con los buenos caldos de la España Vinícola o de Casa Cosío. Los lugares de aquellas reuniones eran los patios como la Tahona, Páramo, Don Juan, Bisagra, Centenero, Cigarra, y tantos otros donde ultimaban sus tipos y letras.

Tras esta visita Real los murguistas tomaron buena nota de todo aquello que aconteció para plasmarlo en los carnavales de 1928. No sería nada fácil escribir en aquellos tiempos, por la censura establecida, recordemos que desde el 13 de septiembre de 1923, el general Primo de Rivera se pronunció contra la legalidad constitucional, declaró el Estado de guerra y exigió que el poder pasase a manos de los militares. En Ceuta se estableció una Junta municipal presidida por el teniente coronel José García Benítez.

Recordemos que aquella última visita, de un Rey duró varios días visitando también lo que fue el Protectorado Español en Marruecos. La ciudad se engalano para tal ocasión con varios arcos de flores repartidos por la ciudad. Los Reyes llegaron en el buque Jaime I, y tras cumplimentar a las autoridades en el puerto partieron hacia el acuartelamiento legionario de Dar Riffien, donde Doña Victoria Eugenia entregó al coronel del Tercio Eugenio Sanz de Larín la enseña nacional. Tras este acto partieron hacia Ceuta y el Rey inauguro la empresa petrolífera de Ibarrola y más tarde de forma oficial el Palacio Municipal.

Murga de Ceuta en la Plaza de San Sebastián. / FOTO ARCHIVO DE PACO SÁNCHEZ
Murga de Ceuta en la Plaza de San Sebastián. / FOTO ARCHIVO DE PACO SÁNCHEZ

Fueron muchas las coplas que ironizaban aquella visita, pero una quedó para siempre grabada en la memoria de los ceutíes, “Todavía estamos recordando…” y termina evocando que una vieja que vende estropajo puso una bandera que está todavía, esa pescadería de la que habla se encontraba en la zona de Fuente Caballos, junto a la Plaza del teniente Reinoso

El autor de ella fue el murguista Joaquín Rodríguez Romero, este era propietario de una zapatería en la calle Jáudenes, su comercio era lugar señalado de tertulias carnavaleras. Una vez cerrado el establecimiento se reunía con su grupo en la calle Obispo Barragán. Aunque no era de Ceuta, ya que nació en Los Barrios, a los pocos meses de nacer, sus padres se trasladaron a nuestra ciudad y aquí echó raíces y aprendió a conocer y querer el carnaval.

Entre los grupos que sacó cabría destacar a “Los huérfanos de la guerra” en 1925, esta murga quiso homenajear con sus coplillas a los fallecidos en la Guerra de Marruecos. Sus tipos eran muy atractivos y llamativos., con una capa negra, grandes sombreros oscuros y botines blancos. Al año siguiente, su murga satirizaba a las niñas que trabajaban en una sala de fiesta de la calle Larga llamada “El Kursaal” y la copla decía: “Presentamos al cocinero, don Arturo y don Jaral, Casimiro y don teclo, camarero del Kursaal, la Lola y Beatriz, si si, Amparito y Leonor, jugadoras de ruleta, si si, y señorita encarnación….”

No hemos podido saber todos los componentes de aquella murga que dirigía con maestría Joaquín Rodríguez Romero, pero si al menos, conocemos que entre otros estaban, Manuel Barrientos, llamado cariñosamente “el cojo”, Joaquín Rodríguez Viso, Baldomero y Juan Rodríguez, y la encargada de trasladar a la tela lo imaginado por este grupo de murguistas era la abuela de Barrientos.

El Teatro del Rey seguía siendo el lugar elegido por sus condiciones para los bailes de carnaval, pero a esta extraordinaria oferta, se unió la inauguración en la feria de agosto de 1916 del Salón Apolo cuyo propietario era Miguel Sala, esta sala estuvo en funcionamiento hasta el final de la década de los sesenta.

Este Teatro Salón Apolo, como detalló en un estudio el miembro del Instituto de Estudios Ceutíes Luciano Alcalá, tenía una capacidad para unas 500 personas distribuidas entre el patio de butacas y los seis palcos de platea. Tras el foso de la orquesta se abría un escenario de reducidas dimensiones. Los accesos se repartían entre las calles de González de la Vega y de Camoens.

Tres escaleras comunicaban con el nivel superior, en él se situaba la grada de “general”-con unas 700 plazas- donde desembocaban seis vomitorios dispuestos según la simetría axial del conjunto.

Los establecimientos de aquella Ceuta de 1924 se llenarían de coplas como el Bar El Sardinero de Lorenzo Lesmes situado en la Puntilla, este era un lugar fijo de reunión principalmente de aquellos que trabajaban en las obras del puerto. También en la calle Gómez Pulido (Paseo del Rebellin) José Ibáñez anuncia sus tejidos, al igual que Tejidos La Favorita, o el kiosco bar de Francisco Molinillo y el Ritz de José Sánchez Arjona (mi abuelo) en la Plaza Azcarate, donde los murguistas del patio de la Tahona se daban cita.

Y en un curioso anuncio en la prensa de aquellos años se podía leer: Cervecería La Maruja, es la cervecería más alegre y más bien servida, vinos espumosos, licores y tapas de buen humor para el carnaval”.

Sin embargo, tan anárquica algarabía no tiene nada de improvisado ni de desordenado. Las murgas se preparaban hace casi un siglo, como lo hacen hoy en día nuestras comparsas y chirigotas con ilusión durante varios meses. Invierten en ello una desbordante imaginación y un contagioso buen humor.

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