COLABORACIÓN
“Menos mundiales y más hospitales”
La proclamación de la II República en nuestro país trajo consigo una mayor libertad de lo cual los autores de Murgas se vieron beneficiados, recordemos que la dictadura del general Primo de Rivera (1923), había traído censura y grandes trabas para poder escribir sus coplas con total libertad.
En Ceuta, desde la llegada de la dictadura, el Ayuntamiento se regía por una Junta Municipal cívico-militar, su primer presidente fue el Comandante General, Agustín Gómez Morato, continuándole el coronel de Infantería José García Benítez y ya entre 1928 a 1931, el Ingeniero del puerto José Rosende Martín. Tras las elecciones del 12 de abril de 1931, y la proclamación de la II Republica seria designado Alcalde de Ceuta el jefe de los Republicanos, el doctor Sánchez Prado.
Los años treinta hasta su prohibición la fiesta de carnaval logro uno de sus mayores niveles de participación. La hemeroteca del diario El Faro es testigo de los bailes y eventos que se organizaron en estos años bajo este régimen democrático.
También contribuyeron a este esplendor los muchísimos peninsulares sobretodo de la baja Andalucía que llegaron a nuestra ciudad para trabajar y llegado el mes de febrero formaban sus murgas como hacían en sus pueblos, sumándose a las ya existente en la ciudad. Recordemos que en Ceuta en la década de los años veinte, la población aumentó de una forma a veces alarmante.
Con la creciente intervención militar, económica y de infraestructuras de España en el protectorado, la ciudad se convirtió en tribuna, retaguardia y frente de esta aventura.
En Ceuta, desde 1900 a 1910, aumentó la población en 10.638 habitantes, de 1910 a 1920, el ritmo de crecimiento es aún mayor, 11.312 habitantes, son los años de la guerra de África, el comienzo de las obras portuarias o inauguración de la línea férrea con Tetuán. En el decenio 1920 a 1930, la población aumenta de forma vertiginosa en 15.395 personas.
En los albores de la proclamación de la II República, ya cuenta con unos 50.000 habitantes y una gran presión obrera en paro, son muchos los peninsulares que se trasladan al protectorado a trabajar, sirviendo Ceuta de base. La mayor pujanza obrera se puso de manifiesto en dos núcleos muy determinados. En primer lugar, en las importantes concentraciones de asalariados en algunas obras (especialmente el puerto), en segundo lugar, entre aquellos trabajadores con un oficio, que resultaban muy necesarios en momentos de acrecentada actividad constructora que abundaban en la ciudad; carpinteros, plomeros, electricistas, etc.
En estos años junto al autor de carnaval Roque Guerrero del Peñón, también habría que reseñar a José Moreno, su hijo Eduardo hace unos años me relato como organizaba su padre las Murgas. “El año que sacaron los Rumbitas Mexicanos, me acuerdo que faltaba una semana para comenzar el carnaval y tenían todas las coplas preparadas y ensayadas desde hacía bastantes meses, pero tenían problema con el tipo (disfraz), ya que la cosa estaba cortita de presupuesto y se dirigieron al Patio de la Tahona, en la Plaza Azcarate, y la mujer de uno de los componentes llamado Palmones que era modista, les dio la idea y se fueron a Casa Bentata, compraron unos retales por quince pesetas y con mucha imaginación se lo hicieron… Desde por la mañana durante los tres días de carnaval estaban recorriendo las calles y sobretodo los bares de la época como El Preferido, Bar King, La Perla, Hispania, Campanero Chico, Casa Julián y por la noche la visita a los bailes públicos no podía faltar al Teatro Cervantes, que antes de la Republica se llamaba Del Rey… Algunos de los componentes de la murga fallecieron en el naufragio del pesquero “El Lobo”, en los Isleños, detrás del Monte Hacho…”.
Si una persona destacó entre los disfraces individuales que recorrían nuestras calles en los años treinta fue, Antonio Ruiz de Conejo, cariñosamente conocido como “La Coneja”, este caballero regentaba una sala de fiesta en la calle Peligro, al final de la calle Real, era una persona conocedora de la vida y sobre todo con un gran sentido del humor e ironía. Era lo que fueron tras 1983, Mari Carmen Orozco, Pepe Alonso “El Gallo”, Rafael Vargas, Paco Moreno, Joselito… y tantos otros.
Antonio Ruiz de Conejo todos los años se disfrazaba y sus mascaras eran esperada como un acontecimiento dentro de los tres días de carnaval, año tras año, su presencia en las calles fue de novia, niña bebé… pero sobre todo en los carnavales de 1936 dio el verdadero “pelotazo” carnavalero, su disfraz causó la admiración y aplauso de cuantos le vieron por las calles. Antonio se vistió de muñeca, se metió en una caja de cartón de casi dos metros, cogido por el cinto, unos tirabuzones, muy pintada como las muñecas antiguas de Torreluna y tan solo salían de la caja las piernas para caminar, y le acompañaba un señor que iba junto a él vendiendo papeletas para rifarla, el sorteo se efectuaba ante la multitud de ceutíes que le estaban acompañando desde su casa en la Plaza Azcarate, hasta el Rebellin, donde se efectuaba la rifa.
Muchos fueron los personajes populares que han dejado huella en aquellos carnavales de los años treinta. Aquella Ceuta de patios, aportaba muchos personajes anónimos que se lanzaban a las calles sin más, con muchas ganas de divertirse y de reírse de la “hambre” que pasaban y cambiar la realidad de lo cotidiano. Otros muchos personajes que nos han llegado podían ser aquel que disfrazado de chacha y un cochecito donde llevaban a un bebe, que en realidad era una persona mayor, portando un gran biberón lleno de vino.
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