8M: Más que un día, un compromiso

Cada 8 de marzo se llena de discursos, lazos morados y proclamas sobre igualdad. Pero la pregunta clave es: ¿qué pasa el 9 de marzo? La lucha por los derechos de las mujeres no puede reducirse a una jornada de reivindicación y gestos simbólicos. Es un trabajo diario que implica combatir la brecha salarial, la precariedad laboral, la violencia machista y la falta de conciliación real entre vida personal y profesional.
En muchos ámbitos aún se cuestiona la valía de las mujeres, se les exige el doble para demostrar lo mismo y se les niegan oportunidades por prejuicios anacrónicos. En política, en la empresa, en la ciencia y hasta en el hogar, el techo de cristal sigue ahí. Romperlo no es solo cuestión de voluntad individual, sino de cambios estructurales que deben impulsarse con políticas eficaces y, sobre todo, con un cambio de mentalidad en la sociedad.
Algunos intentan desvirtuar el 8M, tachándolo de ideológico o innecesario. Pero la realidad habla por sí sola: mujeres asesinadas por sus parejas, madres que renuncian a su carrera por falta de apoyo, jóvenes que siguen sufriendo acoso en las calles. No es victimismo, es la constatación de una desigualdad que aún pesa.
Además, no se trata solo de lo que aún queda por conquistar, sino de defender lo que ya se ha conseguido. En los últimos años hemos visto retrocesos preocupantes, intentos de desdibujar derechos logrados con esfuerzo. La historia nos enseña que los avances nunca están garantizados y que basta con un giro político o social para que lo conseguido se ponga en peligro. La igualdad no puede darse por sentada, hay que protegerla cada día.
El Día Internacional de la Mujer no es una fecha para la autocomplacencia, sino un recordatorio de lo que falta por hacer. Mañana, cuando pase el ruido de las manifestaciones y los titulares, la pregunta seguirá siendo la misma: ¿estamos realmente avanzando o solo celebrando un día más en el calendario?