III Ciclo de Música Sacra de Ceuta: “Música en los Templos”

Javier Santana Cabezas*
Si hubiera que dar una definición genérica de música sacra, se diría que abarca todo lo relacionado con manifestaciones musicales para una divinidad, culto o religión. Hablar de música sacra implica inexorablemente remontarse a los comienzos de la humanidad como tal. En el momento en el que el antecesor del homo sapiens reconoce conscientemente la posible presencia de un plano distinto al de la realidad tal y como él la percibe, el plano de las divinidades, comienza a hacer un uso de la producción musical que trasciende el mero acompañamiento de las actividades diarias como la caza, la transmisión de mensajes o los avisos de alerta ante un inminente ataque al asentamiento o poblado. En su afán por entrar en comunicación con este otro plano, tanto en sus plegarias como en sus ofrendas, comienza la producción de toda una suerte de manifestaciones artísticas de temática religiosa y sagrada que dan una representación de los eventos de la naturaleza para los que no tenían explicación.

Cuando se habla de este tipo de música, sin embargo, la convención hace referencia a la música religiosa cristiana, que tiene su momento de máximo desarrollo y esplendor durante el medievo europeo, entre los siglos V y XV. Durante este periodo de crecimiento y expansión del cristianismo, las manifestaciones musicales sacras proliferan a lo largo y ancho del continente. A través de grandes hitos como la unificación del canto religioso llevado a cabo por el papa Gregorio Magno, la figura de San Agustín que abanderó el uso de la música como vehículo para acercar el plano terrenal al espiritual (“quien canta, ora dos veces”), la aparición de las primeras manifestaciones polifónicas en el seno de focos religioso-artísticos como la catedral de Notre Dame, cuyos testimonios se conservan en forma de códices en lugares como la catedral de Santiago de Compostela (Códice Calixtino o Liber Santi Iacobi), o el gran cisma ocurrido durante el Renacimiento en Alemania de manos de Martín Lutero y la consecuente e inevitable respuesta católica en el Concilio de Trento, la música sacra trascendió el marco de vehículo para comunicarse de forma más directa y potenciada con Dios, y alcanzó las más altas cotas de difusión. En siglos posteriores, y toda vez que la Iglesia fue perdiendo las cotas de hegemonía que había adquirido, la música sacra continuó evolucionando, embebiéndose de aquellos recursos y formas de expresión que triunfaban en el panorama profano desde el siglo XVII en adelante: valga mencionar el oratorio, que a partir del triunfo de la ópera a partir de L’Orfeo de Claudio Monteverdi y de las propuestas en este género a cargo de la Camerata Fiorentina se configura como forma musical sacra que dio al acervo musical maravillas como Acis y Galatea, Israel en Egipto, El Mesías, La Creación o Las siete últimas palabras de Cristo en la cruz. La música sacra, de esta manera, ha estado siempre presente en el panorama musical europeo y mundial, otorgándonos algunas de las mejores páginas musicales de todos los tiempos (sirvan como ejemplo esos maravillosos Réquiems de Mozart, Brahms, Fauré o Duruflé).
En el incomparable marco de confluencia y hermanamiento cultural que representa la ciudad autónoma de Ceuta, durante el presente mes de marzo y la primera semana de abril podremos disfrutar de cuatro conciertos que ponen de la mano el arte musical con la espiritualidad, que ofrecen una experiencia única e inenarrable con palabras para contemplar el extenso paisaje sonoro de la música sacra europea en un viaje musical a tiempos pasados. El III Ciclo de Música Sacra nos trae a algunos de los enclaves de oración cristiana de más relevancia de Ceuta a cuatro de los grandes del panorama sacro actual.
* Director Artístico “Música en los Templos”