Mohamed Hassan, uno de los ceutíes sin hogar asistidos por Luna Blanca: “Sin ellos estaría mendigando en la calle”
AYUDA SOCIAL
Es uno de los 18 beneficiarios del programa ‘Téctum’, financiado por la Ciudad, que proporciona tres comidas y aseo diarios, ropa limpia y asistencia sanitaria a las personas en situación de calle

Si Mohamed Ahmed Hassan (Ceuta, 53 años) trata de imaginarse a sí mismo en unos años, lo primero que visualiza es la imagen de un hombre “limpio”. No se refiere a su aspecto físico, que ya es pulcro desde que en enero comenzó a hacer uso de unas duchas en los bajos de la mezquita Sidi Embarek. Habla de su organismo, que lleva dos meses libre de drogas. Para el ceutí, “lo primero, la salud; si después llega algo bueno, mejor”. Se refiere al ansiado empleo que lleva años esperando. Cuando se mire al espejo en un tiempo, espera ver a un tipo que aprovechó la oportunidad brindada por unas personas que son ahora “familia” y para quienes los ceutíes sin hogar ya no son “invisibles”.
El “agradecido” Hassan no desaprovecha ocasión alguna para verbalizar su satisfacción con la labor que la ONG Luna Blanca realiza con aquellos que, como él, necesitan una mano a la que agarrarse para salir del abismo. Uno que mezcla hambre, adicciones, calle, reyertas y muchas heridas dentro y fuera de la carne. Uno que era aún más oscuro antes de que intervinieran el tejido social y la administración, cuando paseaban su marginalidad por el Puente del Cristo o la Almadraba sin que la sociedad se fijara en ellos, sus cartones y sus mantas deterioradas.
Mohamed es uno de los 18 ceutíes en situación de calle beneficiarios del proyecto ‘Téctum’, financiado por la Ciudad Autónoma a través de la Consejería de Sanidad y Servicios Sociales. “Sin ellos estaría mendigando en la calle. Yo soy huérfano de padre y madre. Hay mucha gente así, y si no hubiera sido por ellos, ¿quién les iba a dar de comer? Gracias a Dios que nos ayudan. Nos dan de todo. Comida, ducha, agua, desayuno, ropa. De todo. No se queja nadie”, exclama Mohamed con unos ojos negros clavados en los de quien le escucha.

El caballa, de piel tostada y pelo frondoso, anduvo aquella mañana de marzo desde la barriada del Príncipe hasta la sede de Luna Blanca para agradecer públicamente los esfuerzos de la ONG para consigo y otros “que están aún peor”. La idea de devolver la dignidad a las vidas de estos “invisibles” surgió en el seno de Luna Blanca, que puso en marcha un “programa piloto” de seis meses en 2024. No pudieron más que ofrecer comida y ropa a cinco personas, ya que no contaban con fondos propios suficientes para aumentar los servicios ni mantener lo que hacían.
Aquello les sirvió para “realizar un diagnóstico de necesidades” que convirtieron en memoria y evaluación de la problemática. Al presentar los documentos al Gobierno local lograron obtener el apoyo de la institución. Con él, iniciaron en enero de 2025 el programa ‘Téctum’, que presta una atención integral a los caballas carentes de un techo bajo el que descansar -muchos de ellos siempre y otros a menudo-. “’Téctum’ está siendo un éxito. Estas personas han sido siempre invisibles para el resto de la sociedad. Llegamos a normalizar algo que no es normal, que haya gente ceutí viviendo en la calle”, lamenta la educadora social en la ONG Luna Blanca, Halima Ahmed.
El programa les ofrece desayuno, almuerzo y cena con menús variados y saludables que les entregan en sus asentamientos-, además de ropa limpia y servicio de lavandería. Han colocado en la sede de Luna Blanca unas duchas donde pueden asearse diariamente. Los beneficiarios gozan de cobertura sanitaria gracias a una enfermera que pasa cada quincena por los asentamientos donde se ubican los beneficiarios, para poder someterlos a curas de primeros auxilios en caso de necesitarlo. “Siempre te vas a encontrar algún herido. Uno, dos o tres que vienen con el pie roto, que se han cortado una mano o que se han peleado con otros”, explica Ahmed.
"Mucha gente que está en situación de calle tiene alguna enfermedad mental. Aparte de diferentes adicciones"
Cuando identifican enfermedades, dolencias o heridas más graves, los trasladan a Urgencias. Además, la sanitaria va siempre acompañada de una educadora social. Ésta persigue ofrecerles información sobre los cursos a los que pueden acudir, el acceso al empleo o, simplemente, que se sientan escuchados y que tengan a quien hacer preguntas. “Lo que se pretende, como objetivo final, es que estas personas puedan volver a integrarse en la sociedad”, aclara la educadora. Querría la ceutí que sus servicios no fueran necesarios, que lograran la reinserción social de cada uno de los beneficiarios. Por lo pronto, en tres meses de trabajo, han conseguido que dos usuarios, ambos chicos jóvenes naturales de Ceuta, volvieran a sus hogares, con sus familias.
Uno de ellos vivía bajo la pasarela de Miramar, en las escaleras. Se acercaron hasta a él para ayudarle. No solo con comida y agua, sino también informándole sobre “los recursos que tenía la Ciudad, sobre cómo podía formarse”. “El joven tenía problemas con su familia, y acabó volviendo con ellos. Ya son dos en total”, cuenta Halima en el interior de la sala de reuniones de Luna Blanca. Al otro lado de la sede, junto a la entrada, varias mujeres ultimaban las elaboraciones que se cocinaban en ollas enormes.
Las ayudas
El programa social de la organización benéfica ceutí abarca desde la entrega de comidas -tanto en su comedor como a domicilio, este último es el caso del programa ‘Téctum’- hasta el apoyo administrativo a las personas con menos recursos, pasando por la impartición de talleres formativos. Principalmente, en Luna Blanca matan el hambre de esos cuatro de cada diez ceutíes que se hallan bajo el umbral de la pobreza -según los últimos datos del INE-. Durante el mes de Ramadán, la cantidad de bocas que alimentan aumenta considerablemente. De unas 200 al día, han llegado a servir “de 2.500 a 2.800 comidas diarias”, dice Halima Ahmed en referencia a cifras de 2024.
¿Le salen las cuentas? Solo si las van “dilatando” y no fracasan en la tarea de “rogar para que la gente se involucre”. Las donaciones les permiten mantenerse a flote. Como las de la Comandancia General de Ceuta o el panadero del Príncipe Alfonso que les dona barras diarias. O los supermercados, como Mercadona o Lidl, que le hacen entrega de sus excedentes. También tiran del Banco de Alimentos para desabastecimientos de productos concretos.
Para la financiación del programa ‘Téctum’, el Gobierno local aprobó el pasado octubre un aumento de 125.000 euros -con el que también se incluye el proyecto de acción social para familias en pobreza extrema- a la subvención ya acordada en febrero de 2024, que asciende a 257.100 euros. La consejera competente, Nabila Benzina, cumplirá en unos meses dos años en el cargo y ha referido en varias ocasiones que su concepto de los Servicios Sociales va más allá de la dispensación de ayudas. Como trabajadora social que es, cree que el camino es el de “dar herramientas para que las personas salgan de la situación” por la que requieren el apoyo de la administración.

En base a esa creencia, la popular expresó su satisfacción a El Pueblo de Ceuta con respecto al programa de atención a las personas sin hogar. “Esperamos lograr que, con el tiempo, estas personas se incluyan dentro de la sociedad y que tengan un papel importante, que no se sientan ni estén excluidos”, ha afirmado, para después informar de que “en breve” saldrá a contratación “el albergue social”. “Esperamos tener a todo el mundo en un sitio digno, en condiciones. Trabajaremos para que esas personas salgan de su situación de vulnerabilidad o de sus problemas adictivos, que en muchas ocasiones lo tienen”, continúa Benzina.
El albergue social urdirá el remate de la atención integral a las personas que se encuentran en situación de calle. Ya no solo recibirán comida, ropa limpia, aseo, asistencia sanitaria u orientación laboral, sino que no tendrán que dormir a la intemperie. Benzina apuntó a un fleco del programa ‘Téctum’ en el que la educadora social de Luna Blanca quiso detenerse. Ambas coinciden en que no les es posible atender a la totalidad de la población sin hogar de Ceuta ya que algunos de los afectados rechazan la ayuda. “Hay personas que están en la calle y no quieren recursos, quieren quedarse ahí”, comentó la consejera.
Según Halima Ahmed, se han topado ya con, al menos, tres que, por motivos varios -todos igualmente inexplicables-, no quieren recoger el guante. Siempre que reciben un aviso de que alguien puede estar viviendo en esas condiciones, Luna Blanca acude a la ubicación para tratar de convertirlo en beneficiario o beneficiaria. Uno de los chicos, a quien llevaron ropa y comida en varias ocasiones, rechazó en todos los intentos lo primero porque, decía, no podía vestir el color rojo, lo segundo porque su madre le aconsejó no tomar alimentos preparados por gente extraña.
“Si no fuera por ellos -Luna Blanca-, en la Almadraba se morirían de hambre”
El otro varón, que subsiste por el centro de la urbe entre cartones y pocas posesiones más, natural de Marruecos, también se negó a todo, incluso a la atención sanitaria. Y la otra era una mujer de edad avanzada, dispuesta en un famoso puente, quien, tras relatar una historia “sacada de una película” también rechazó el apoyo. “Creo que mucha gente que está en situación de calle tiene alguna enfermedad mental. Aparte de diferentes adicciones. Eso hace que, aunque tengan familia, no conviven con ellos porque los echan o ellos mismos se van. Acaban durmiendo en la calle y muriendo en la calle”, opina.
Un día después de conversar con este diario, Halima y sus compañeras se acercarían a una barriada periférica en busca de “otros chavales” que, según le avisaron, están viviendo en la calle. Asegura que, por lo pronto, tienen sostén económico para asumir la atención de más usuarios de los 18 actuales. El grueso de los beneficiarios se halla en la playa de la Almadraba. Ese lugar junto a la Iglesia del Carmen por donde trotan los ciudadanos con plenos derechos de la ciudad autónoma, que pasan por su lado sin mirarlos. Son entre 10 y 12 personas.
Uno de ellos es el agradecido Mohamed Ahmed Hassan, quien, pese a tener un techo junto a sus dos hermanos varones -también en situación precaria-, acaba durmiendo a menudo en la arena. Allí donde murió Slif, un ceutí aficionado a la pesca sin más domicilio que una estructura que una vez sostuvo un toldo, en diciembre del pasado año. “Si no fuera por ellos -Luna Blanca-, en la Almadraba se morirían de hambre”, expresó Mohamed en la sala de reuniones de la entidad, donde no dejó de expresar su gratitud hacia la ONG por darle esperanzas y una nueva oportunidad.
Mohamed
El padre de Mohamed tenía una tienda de desavío en la barriada del Príncipe Alfonso, la suya, cuando él era un niño. Alguna vez le echó una mano. Más allá de eso, no trabajó nunca más, aunque, según dice, no ha parado de “sellar”, de renovar la demanda de empleo con periodicidad religiosa. Pero no tiene estudios, lo que ha complicado su búsqueda. Solía acudir al que llamaban “el colegio del Tarajal”, hasta que lo abandonó en los primeros años. Hermano de dos varones y cinco hembras.
Ellas están casadas y bien acomodadamente. Ellos están solteros y tratan de sobrevivir en la casa que sus padres les dejaron en herencia. Ellas prestan ayuda a sus dos hermanos, pero no a él. “Yo era la oveja negra, para no mentirte -comenzó a relatar-. Estaba metido en la droga, no te voy a mentir. Y ya ahí se parte la familia”.
“Ahora me siento bien, gracias a dios. Ahora estoy limpio, me siento mejor. Muchas cosas no son las mismas. Te sientes más alegre, más contento"
Mohamed tenía 13 años cuando murió su padre, que era diabético. Su madre falleció años más tarde, hará unos 12, según calcula su despistada memoria. El comercio familiar tuvo que cerrar por problemas económicos, y su vida, tras el fallecimiento del patriarca, comenzó a desestructurarse. Al cumplir 14 “ya estaba consumiendo”.
Si le preguntan los motivos por los que niños de 14 años comienzan a ‘jugar’ con las drogas, Mohamed responde que es consecuencia de las precarias circunstancias. “No tienen trabajo, no tienen nada. ¿Dónde van a trabajar? No tienen nada que hacer. No tienen dónde entretenerse. No tienen dónde... ¿Quién sabe? Ese es el problema que tenemos en esta ciudad”, trata de explicar.
Para evitar esta situación, cree que debe garantizarse el acceso al empleo de todas las personas. “Tienen que dar trabajo a la gente de Ceuta”, afirma, para después matizar que está de acuerdo con que se ayude a aquellos extranjeros que llegan a su país atravesando circunstancias aún menos halagüeñas. “Si les dan trabajo o comida yo me alegro, eh. Te lo juro. Yo me alegro por eso. Porque hay gente que lo está pasando peor que yo. Pero mucha gente no lo sabe. Hay pobres que no tienen nada. La gente de Marruecos”, aclara.

Mohamed insiste en que solo quiere trabajar, poco le importa la naturaleza del empleo. “Lo que sea. Yo trabajaría en lo que sea”, subraya. Lleva semanas preguntando a Halima Ahmed cuándo empezarán los talleres formativos de Luna Blanca. Darán inicio tras Ramadán, y buscarán instruir en las TIC. Aprenderán a buscar empleo, elaborar un currículum o coger cita a través del teléfono móvil o el portátil. Partirán desde la base, desde las diferencias entre Android y Apple o cómo instalar y usar WhatsApp.
También está completando los trámites para solicitar la ayuda de la Consejería de Servicios Sociales para la reinserción, con la que poder ir tirando. Lleva un mes y medio limpio de drogas, tomando cada día el medicamento que le ayuda a sobrellevar el mono y sometiéndose a controles de droga diarios.
“Ahora me siento bien, gracias a dios. Ahora estoy limpio, me siento mejor. Muchas cosas no son las mismas. Te sientes más alegre, más contento. Antes estaba siempre pensando en la droga. Te duermes pensando en la droga. Y cuando te levantas por la mañana dices, ¿qué voy a hacer?, ¿de dónde voy a traer dinero? Y no puede ir uno haciendo daño a la gente. Ahora estoy bien, gracias a dios”, narra.
Mohamed es incapaz de hablar durante más de cinco minutos sin volver a lanzar un mensaje de agradecimiento a la ayuda de Luna Blanca. En escasos tres meses, la ONG se ha convertido en su “familia”. No es solo un número ni un beneficiario a quien dispensan comida o ropa, es Mohamed, ese hombre de cincuenta y tantos “agradecido” como nadie. “Nunca había caído con tan buenas personas. Muy agradecido, la verdad. Aquí hay mucha gente agradecida, no solo yo. Por lo que están haciendo con ellos, la verdad. Hay gente que no tiene ni un plato de comida. Desayunan gracias a ellos. Beben gracias a ellos. Comida y cena”.
Halima Ahmed, una de las piezas del engranaje activo desde enero de este año para devolver la dignidad a los “invisibles” bajo el nombre de ‘Téctum’, sonríe mientras oye la repetición de palabras bonitas del ceutí a su trabajo y el de sus compañeras. “Las adicciones lo que hacen es que, desgraciadamente, llegan y, cuando llevan muchos años contigo, te acaban, de alguna manera, atrofiando parte del cerebro. Muchas veces ya no sabes dónde estás ni quién eres. Es una pena. Ya ves, son chicos jóvenes. Por eso él está muy agradecido. De que pase de ti todo el mundo o te miren de alguna manera fea a poder venir, sentarse, charlar, nos cuenta lo que quiere hacer…”, cuenta.
En menos de tres meses de existencia, el programa ha logrado devolver a sus hogares a dos jóvenes de Ceuta. A Halima le satisface su trabajo, igual que a la consejera responsable del proyecto le enorgullece abanderar este modelo de Servicios Sociales, pero querría la primera que sus labores dejaran de ser necesarias. Que Luna Blanca acabara convirtiéndose en tan solo “una asociación tipo cultural, no de ayuda social, y, sobre todo, de comida preparada, que cada vez hace más falta”.
“Yo espero que llegue diciembre y que todos estén integrados. Que no haya nadie viviendo en la calle. Ojalá”.
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