45 años del asesinato de Francisco Pascual Andreu, primera víctima ceutí de ETA

MEMORIA HISTÓRICA

Este 6 de abril se cumplen 45 años del asesinato, en Orio, del agente de la Guardia Civil Francisco Pascual Andreu. Es uno de los dos ceutíes que murieron en atentados cometidos por la banda terrorista ETA

Francisco Pascual Andreu/ Foto: COVITE
Francisco Pascual Andreu/ Foto: COVITE

A sus dieciocho meses de edad, la niña María Begoña Urroz se convirtió en el primer nombre de una lista que aún estremece -o debería- a la mayoría de ciudadanos de este país. La bebé, año y medio, estaba al lado de un artefacto que explosionó en una maleta en el andén de la estación de tren donde esperaba con sus padres el momento de subir al vagón. Con quemaduras en el 90%, la pequeña Begoña se convirtió en la primera víctima de ETA.

Es cierto que durante años constó como primera víctima de la banda terrorista el guardia civil José Ramón Pardines, pero estos individuos siempre trataron de unir a cada crimen el relato. Su carta de presentación, pues, no podía ser la muerte de una niña inocente. Se inculpó a un comando antisistema de origen extranjero, pero unos documentos incautados en la operación antiterrorista de Bidart -en la que por primera vez se detenía la cúpula entera de la banda- confirman que ETA sabía que había matado a una niña, y durante años ocultaron esta fechoría.

Desde entonces, prácticamente se puede decir que no ha habido ninguna región de España que no haya tenido que sufrir la muerte de uno de los suyos. En el caso de Ceuta, dolorosamente, hay que poner dos nombres en el mapa del terror, de la sinrazón, del etnicismo. Porque todo eso fue ETA: ni movimiento de liberación, ni contestación antifranquista como respuesta a la represión del anterior régimen. Un grupo de fanáticos y desalmados criminales, empeñados en manchar el nombre del País Vasco y ser la pesadilla constante en la España que les vio nacer en dictadura para luego ver como perpetraban su mayor número de crímenes en democracia.

En la Avenida de Lisboa, junto a un coqueto chalet, luce el nombre de Francisco Pascual Andreu. Un joven ceutí de 24 años, de cuyo asesinato se cumplen este domingo 45 años. El delito de Pascual Andreu era, simplemente, ser agente de la Guardia Civil. Próximo a casarse, había pedido destino a Ceuta para hacer su vida familiar en nuestra ciudad. Ese destino le había sido concedido De hecho, la noche del 6 de abril de 1980 estaba tomando una copa con Florentino Lopetegui Barcajoba, un pescador local con el que tenía cierta amistad. Ocurrió en la sala de fiestas ‘Biotza’, en Orio, donde ambos se habían encontrado por casualidad.

Pascual acude junto a otro agente del Instituto Armado, en su tiempo de ocio, a tomarse una copa. El acompañante se va antes, y en un momento determinado el ceutí entabla conversación con Lopetegui, con quien estaba hablando acerca de los trámites sobre una lancha motora de su padre. Pascual y Lopetegui, que había acudido con unos amigos, se quedan solos en el exterior del local. Y en ese instante, pasó todo.

Un individuo a cara descubierta se les acerca. Y sin mediar palabra, saca una metralleta y dispara contra ambos: contra el guardia y el pescador, contra el ceutí y el vasco, contra Francisco y Florentino. Ambos tenían 24 años; el pescador, además, tenía una hija a cargo. El asesino huye, con cierta tranquilidad, dejando atrás a dos hombres a los que la vida se les iba a borbotones. Ambos fallecen en las horas posteriores.

Cruel fue el asesinato de Pascual, pero el de Lopetegui no fue a la zaga. Al constatar que no era un agente de la Guardia Civil, sino un pescador local, ETA decidió colgarle el sambenito más temido por muchas de las víctimas en el País Vasco: el de ‘colaborador’. El relato tras cada crimen, el maldito “algo habría hecho”. En esas mentes, al parecer, no entraba la posibilidad de que un guardia y un marinero hablasen de cosas tan mundanas y burocráticas como el permiso para navegar de una lancha. Colgarle el epíteto de “Txibato” a una víctima era añadir una condena a sus familiares: el del repudio en entornos que oscilaban entre el apoyo a la barbarie y el miedo a aparecer, precisamente, como un confidente. Su propio padre, militante local del PNV, se acerca al lugar al ver el despliegue de vehículos policiales encontrándose la desagradable sorpresa de la muerte de su hijo.

Imprescindible, para entender esta circunstancia y prácticamente todo lo que tenga que ver con ETA, ‘Patria’, de Fernando Aramburu. De esos libros que, como dijo Iñaki Gabilondo sobre la publicación, “es el libro que alguien tenía que escribir”. Uno de esos trabajos en los que el lector, al acabar la última página, sabe que acaba de terminar todo un clásico.

Los restos mortales de Francisco Pascual Andreu son trasladados a Ceuta en las horas posteriores. Se celebra uno de los funerales más multitudinarios de la historia de la ciudad: cuatro mil personas arropan a la familia del asesinado. Entre ellas, el entonces capitán general de la Región Sur, Pedro Merry Gordon, a quien la historia reservaría un curioso papel meses después en la intentona golpista del 23-F. Son los años de plomo, los de mayor intensidad terrorista. Prácticamente, a asesinato diario en esos meses.

Cuatro años después, un hombre pidió a un compañero de trabajo cambiar un turno. Tenía una hija con parálisis cerebral, y el nuevo turno le garantizaba tener unas horas libres al día siguiente, que esperaba aprovechar para acompañar a su mujer e hija a una revisión médica. El compañero aceptó, pero el nunca llegó a la cita médica.

Mohamed Ahmed Abderrahaman era ceutí. Era policía nacional, y en un control de carretera se alejó unos metros para fumarse un cigarro y estirar un poco las piernas. Lo suficiente como para ponerse a tiro de un comando de ETA pertrechado entre unos matorrales. Instantes después, aquel agente -al que se recuerda con una calle bajo el CEIP ‘Ramón y Cajal’- yacía muerto tras recibir varios disparos.

Son las dos víctimas mortales de ETA nacidas en Ceuta. Una ciudad que tuvo que vestirse de negro, como tantas otras regiones, mientras que esos animales hicieron del pasamontañas, el amonal y el tiro por la nuca un cuaderno de bitácora hacia ninguna parte.

En 2010, una ETA ya derrotada por la justicia, los Cuerpos de Seguridad anunciaba el cese de la eufemísticamente llamada ‘lucha armada’. Por el camino quedaban 829 muertos, además de heridos y familias rotas. Hipercor, Vic, República Dominicana, Zaragoza; Ryan, Blanco, Ordóñez, Casas, Indiano.... Y dos hombres de Ceuta que quisieron buscarse su sustento vestidos de uniforme. Un ‘delito’ imperdonable, en el asqueroso código moral de esa banda de asesinos.

Sigue el canal de El Pueblo de Ceuta en WhatsApp. Pincha aquí, dale a SEGUIR y encontrarás toda la actualidad informativa de la jornada ceutí

También te puede interesar

Lo último

stats