EDITORIAL
Día histórico en Ceuta
Este lunes, 7 de abril, se conmemora el Día Mundial de la Salud, una efeméride que, más allá de campañas institucionales y mensajes de concienciación, debería invitarnos a una reflexión profunda y sincera sobre el estado real de la sanidad. No hablamos solo de una jornada para recordar la importancia de tener buenos hábitos, comer sano o hacer ejercicio. Hablamos, sobre todo, de valorar si nuestras sociedades están realmente cuidando la salud de las personas como se merecen.
En territorios como Ceuta, esta fecha adquiere un significado especialmente sensible. Aquí, los problemas estructurales del sistema sanitario no son ninguna novedad: escasez de médicos, listas de espera cada vez más largas, un hospital sobrecargado y una atención primaria que, pese al esfuerzo de sus profesionales, no da abasto. A esto se suma la falta de competencias autonómicas en materia de Sanidad, que limita las soluciones y burocratiza aún más cualquier posible mejora. ¿De qué sirve celebrar el Día de la Salud si seguimos sin poder garantizar una atención digna para todos?
Lo más preocupante es que muchas de estas carencias no son nuevas. Llevamos años escuchando las mismas denuncias por parte de sindicatos médicos, colegios profesionales y pacientes. Y sin embargo, las soluciones no llegan, o llegan tarde, mal y con un marcado tufo a improvisación. Se habla mucho de estabilizar a los profesionales, de atraer especialistas o de reforzar servicios clave como la salud mental, pero entre la intención y la acción media un abismo que, lamentablemente, sigue sin cruzarse.
El Día Mundial de la Salud debería ser una jornada para comprometerse, con hechos y no con palabras. Para entender que la salud pública no puede gestionarse desde la improvisación ni desde la distancia. Que hacen falta más medios, más personal y, sobre todo, más voluntad política. No podemos seguir tolerando que cuidar de nuestra salud se convierta en una carrera de obstáculos, ni que los profesionales sanitarios sigan siendo héroes por necesidad, y no por vocación.
Así que sí, celebremos este día. Pero hagámoslo con conciencia crítica. Con el compromiso de exigir que la salud sea una prioridad los 365 días del año. Porque sin salud no hay bienestar, no hay desarrollo y no hay futuro. Que no se nos olvide el 8 de abril lo que hoy decimos defender.
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