No puede volver a pasar

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El Imserso ha decidido ponerse las pilas en Ceuta —y también en Melilla— para agilizar de una vez por todas las valoraciones de discapacidad, un procedimiento que, a día de hoy, sigue siendo una auténtica odisea para muchas familias. Incorporar médicos externos, reforzar el sistema informático, formar a profesionales y mejorar la gestión son pasos importantes, sí, pero llegan con un retraso que no se puede justificar. No es de recibo que haya personas esperando años para que se les reconozca un derecho básico. Hablamos de situaciones humanas, no de expedientes fríos en una base de datos.

Porque no se trata solo de una cuestión técnica o burocrática: cada expediente atascado significa una persona que no accede a ayudas económicas, que no puede optar a una plaza educativa específica o que pierde oportunidades laborales. Es una vulneración de derechos en toda regla, y eso debería bastar para haber actuado mucho antes. Que haya sido necesaria una investigación del Defensor del Pueblo para que se reactive todo este mecanismo dice mucho del abandono institucional en el que han estado estas ciudades.

Dicho esto, es justo reconocer que el Imserso parece haberse tomado en serio la necesidad de cambiar las cosas. La contratación de valoradores externos, la mejora de las herramientas digitales, la creación de nuevos modelos de informes y la futura publicación de una normativa de desarrollo son decisiones que, bien aplicadas, pueden marcar un antes y un después. Ahora bien, lo importante no es anunciar medidas, sino implementarlas con eficacia y hacer seguimiento real del impacto que tienen.

Lo que no puede volver a pasar es que Ceuta y Melilla se conviertan otra vez en las grandes olvidadas del sistema. Porque este colapso no se ha producido de un día para otro: viene de años de desidia, de falta de personal, de una digitalización mal planificada y de una falta de voluntad para tomarse en serio el sufrimiento de los más vulnerables. La profesionalidad del equipo del Centro Base ha sido clave para que el sistema no colapsara por completo, pero no podemos seguir confiando solo en la buena voluntad.

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