Aquel simpático sacerdote italiano que visitó Ceuta en 1950
SEMANA SANTA
En este 2025 se cumplen 75 años de una de las visitas más especiales que haya recibido jamás Ceuta: la del Papa Juan XXIII. Una historia que rememoramos aqui

Hay determinados acontecimientos a lo largo de la historia que no se valoran lo suficientemente hasta que otro hecho los pone sobre la mesa. Es el caso de aquel simpático y extraño sacerdote italiano que visitó Ceuta hace 75 años. El 15 de abril de 1950.
Había sido nombrado por el Papa Pio XII como nuncio apostólico en Francia en 1944, acabando una Segunda Guerra Mundial que le sorprendió en buena parte en Turquía, donde está constatado que ayudó a varias personas a huir de una muerte segura. Sin embargo, en 1950 Giuseppe Roncalli giró visita al Protectorado hispano-francés en Marruecos.
Según relataban sus propias cartas, el nuncio apostólico en el país galo quedó impresionado tanto por vivir de cerca la mezcla de religiones en el futuro país vecino, como por la belleza paisajísitca de un Marruecos que, al igual que España, ofrece el contraste de grandes vergeles con el del desierto. Sin embargo, en nuestro país hay algo que le lleva a no emprender la ruta de regreso a Francia sin pasar por territorio español. O, mejor dicho, alguien.
Son los años en los que las andanzas de un sacerdote aragonés llamado Josemaría Escrivá de Balaguer empiezan a llamar poderosamente la atención del Vaticano. Monseñor Roncalli quiere aprovechar su viaje a Marruecos para acercarse a conocer que es aquello del Opus Dei.
Así que, en vez de optar por una conexión aérea o portuaria desde Tánger, Rabat o Casablanca, decide llegar a Ceuta para recorrer a continuación la Península Ibérica. Enterados de su presencia en Ceuta, se le pide al cardenal Roncalli oficiar una misa en el Santuario de la Virgen de África. Esa noche, duerme en un modesto apartamento en la Iglesia de Los Remedios. Al día siguiente, parte de nuestra ciudad. Ni Roncalli ni, seguramente, ninguna de las personas que intercambiaron palabras o convivieron con el durante esas horas en Ceuta eran conscientes de lo que la historia tenía reservado al cardenal ocho años después.
En efecto, en sus diarios se habla de que estuvo en Ceuta, ofició misa en Santa María de África y luego “cruzó el mar”. Algeciras, Tarifa, Cádiz, Sevilla, Antequera, Córdoba, Madrid, San Lorenzo de el Escorial, Toledo y Burgos son los lugares donde Roncalli llega después. Aquel viaje, según sus propias anotaciones, concluye con una estancia en Biarritz y el monasterio de Lourdes.
En sus cartas a sus familiares “: “El 10 de abril entré de forma privada en Marruecos, que pensaba fuese un país árido y desolado. Por el contrario, en primavera es un verdadero paraíso terrestre. Visité todas las ciudades sagradas del mahometismo y los lugares donde los moros, en tiempos pretéritos, tenían como esclavos a los cristianos: Fez, Marrakech, Mequínez, Casablanca, Rabat, etc. Luego Tánger, Tetuán, Ceuta. Desde allí atravesamos el mar junto a Gibraltar y cruzamos España desde Sevilla hasta Granada, Córdoba, Toledo, Madrid, El Escorial. Luego Burgos, San Sebastián y, una vez atravesada la frontera francesa, Biarritz, Bayona, Lourdes -donde permanecí una noche y una mañana para dar gracias a la Virgen-, Burdeos, Poitiers y París. Fijaos bien: 10.000 km sin sufrir el más pequeño accidente. La salud siempre óptima, ya que lo hicimos todo con calma”.
De aquella estancia del sacerdote bergamasco (sumaba 69 años por la época) quedó un recuerdo de un hombre cercano y entrañable. Sin embargo, en los años siguientes se le sitúa al frente de la Archidiócesis de Venecia -una de las más influyentes de Italia- en 1954, año en que realiza su segunda peregrinación a España, centrada ya definitivamente en la huella de Escrivá de Balaguer y que incluye lugares como Navarra, Aragón o Cataluña.
El 9 de octubre de 1958, en la residencia veraniega de Castel Gandolfo, el Papa Pio XII es encontrado muerto. El 25 de octubre de ese año, comienza un cónclave para elegir a su sucesor. No debía ser tarea fácil: de la labor de Pío XII aún se habla hoy en día. Los más críticos con el Vaticano, le acusan de cierta indolencia cómplice con el III Reich. Los más proclives señalan que trató de salvar judíos, que lo consiguió y que la minúscula pero bellísima ciudad-estado fue incluso un santuario que posibilitó a muchas personas evitar la muerte en algún campo de exterminio. Da igual. Lo que nadie se esperaba era el contenido del anuncio que el protodiácono Nicola Canali hizo a los fieles un 4 de noviembre de ese año: el cardenal elegido era un anciano de 77 años, anunciado al mundo como Juan XXIII. En efecto: aquel orondo y bonachón cardenal italiano que había visitado Ceuta días después de la Semana Santa de 1950, que aquel año tuvo lugar entre el 2 y el 9 de abril.
De la presencia de Roncalli en nuestra ciudad quedan tres restos claramente identificables. Un mosaico que recuerda, en la Iglesia de Los Remedios, su presencia en el templo y los grupos de vivienda que llevan su nombre, inaugurados en la década de los sesenta dentro de un programa para la erradicación del chabolismo y que, precisamente, albergó a pescadores que se vinieron a Ceuta en su mayoría procedentes del extinto protectorado. El otro es una fotografía colgada en la Catedral, junto a otra del denominado ‘Papa viajero’, y que posiblemente fuera junto a Roncalli el más carismático de la pasada centuria: Karol Wojktyla, Juan Pablo II.
Otro detalle para la historia de aquella década de los años 50: con Juan XXIII -el hombre que convocó el histórico Concilio Vaticano II- en el trono, un soldado llega a la ciudad para hacer la mili. Tras una serie de reflexiones internas que le hacen abandonar el marxismo, en 1959 asiste por primera vez a un cursillo de cristiandad, en Ceuta. Su nombre: Kiko Martínez Argüello...
Si para la historia de la cristiandad quedó el nombre de San Juan XXIII, para la de Ceuta la de aquel niño que le hizo de acompañante. Se llamaba Gabriel León, y ahora se van a cumplir también cinco años del fallecimiento de quien fuera cofrade, mayordomo municipal y célebre artista imaginero, con especial gusto por recrear imágenes cofrades.
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