Adiós al Papa del fin del mundo: muere Francisco

OBITUARIO

Jorge Mario Bergoglio ha muerto. El primer papa americano de la historia ha fallecido en las últimas horas en Santa Marta, tras pasar recientemente un mes hospitalizado. El argentino tenía 88 años de edad

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Francisco ha muerto. El Papa del fin del mundo, como el mismo se autodenominó al ser elegido como Sumo Pontífice en marzo de 2013, ha fallecido de madrugada con 88 años de edad. Jorge Mario Bergoglio hizo, precisamente ayer, su última aparición pública. Fue en la Misa de Resurrección, en la Plaza de San Pedro, y no pudo intervenir aunque si estuvo presente, debido a su estado de salud. Tras recibir el alta médica, Francisoc ha tratado de mantener agenda público. De hecho, el sábado estuvo reunido con el vicepresidente norteamericano, J.D. Vance. Horas después moría, en la Residencia de Santa Marta, tras un mes ingresado en el Policlínico Gemelli.

Nacido en Buenos Aires (Argentina) hace 88 años, Bergoglio era hijo de un obrero italiano y se ordenó sacerdote en 1969, tras ejercer como profesor de Literatura en una escuela de la Compañía de Jesús. Años después, Argentina vivió uno de los capítulos más oscuros de su historia como fue la dictadura de la Junta Militar de Videla y Galtieri. El papel de Francisco ha sido discutido hasta nuestros días: algunos detractores señalan a un sacerdote colaboracionista con aquel macabro régimen, otros sin embargo señalan que su labor fue esencial a la hora de evitar más muertes entre los numerosos represaliados por la Junta Militar, la de los 'vuelos de la muerte'.

Con el paso de los años, Bergoglio se convirtió en arzobispo de Buenos Aires. Llamaba la atención en la ciudad bonaerense la imagen de un arzobispo viajando en metro o en autobús, en 'colectivo' como le llaman ahí. Pero poco a poco, su fama de sacerdote cercano a las clases populares y ajeno al lenguaje diplomático más purista, comenzó a traspasar fronteras.

En 2005, muere Juan Pablo II. Y en aquella bellísima Capilla Sixtina que Miguel Angel pintó más por orgullo que por vocación, comienzan las votaciones. Por primera vez en décadas, el favorito salió ganador. Joseph Ratzinger, el entonces prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe, era elegido. Pero no sin oposición: pese a que está prohibido tomar nota en un cónclave, o que estas salgan al exterior, aquel arzobispo bonaerense logró ganar algunas votaciones. Otras se las adjudican a quien fuera, hasta su muerte, arzobispo emérito de Sevilla. Carlos Amigo Vallejo, en efecto, estuvo tremendamente cerca de calzarse las sandalias del pescador.

Ratzinger, de quien algún diario europeo dijo con sarcasmo que la iglesia había elegido a un pastor alemán para sustituir a Juan Pablo II, empieza una lucha importante contra uno de los males que más ha devorado los pilares de la Iglesia Católica en siglos: la pederastia. Las luchas de poder instentinas, más antiguas que la propia columnata de Bernini, acaban por desdibujar la imagen de un Papa que proyectaba una imagen débil y una sensación de tener fuera de control la institución más antigua del mundo. Pero Benedicto XVI tenía un as bajo la manga: renuncia, y lejos de achacar problemas de salud propios de la edad, asume que no tiene fuerzas para lidiar con los lobos. Es decir: marca camino a su sucesor. Una jugada perfecta, que cualquier ajedrecista quisiera realizar.

El elegido es Francisco. El primer 'papa negro' de la historia: se conoce de este modo al jesuíta de mayor rango en vida, tradicionalmente el general (el argot castrense sigue vigente en el autodenominado Ejército de Dios) hasta que Bergoglio fue elegido como Papa en 2013. "Los cardenales han ido hasta el fin del mundo para elegir al nuevo obispo de Roma", dijo con cierta sorna en su primera bendición Urbi et Orbi.

Su papado, en efecto, siguió las pautas dictadas por Ratzinger. Intramuros: si su antecesor liquidó a los Legionarios de Cristo, fundados por Marcel Maciel, que concentraba un gran reguero de casos de pederastia. Pero Francisco hizo lo mismo con el Opus Dei, orden fundada por el español Josemaría Escrivá de Balaguer y a la que prácticamente ha dejado en una asociación pro culto.

Extramuros: un hombre alejado de los convencionalismos diplomáticos. Tolerante hasta bordear el caracter conservador de una entidad que lo es por antonomasia a la hora de hablar de cuestiones como la homosexualidad. Alineado con los postulados contra el cambio climático, o con los inmigrantes, algo que le ha valido no pocas críticas. Y en cuanto a la inmigración: sus referencias a Ceuta y Melilla no han sido pocas durante su papado, hasta el punto de que en una entrevista con el periodista español Jordi Évole sacó dos trozos de concertinas, según el, de El Tarajal. Y cercano a cuestiones banales: hincha declarado de San Lorenzo de Almagro, confesó haber estado a punto de casarse... un hombre que transmitía, en efecto, la sensación de estar al cabo de la calle.

Su salud -tenía un pulmón extirpado desde hacía décadas- se fue deteriorando durante los últimos años, en los que protagonizó una imagen histórica: oficiar el funeral de Ratzinger. Un papa realizando las exequias de otro, algo sin precedentes. Bergoglio nunca volvió a su Argentina natal, como ha sido el primer Papa en décadas en no visitar España, con cuyos prelados había tenido no pocas diferencias ideológicas.

A PARTIR DE AHORA

Desde ahora, la Iglesia queda en manos de un hombre: Kevin Farrell. El sacerdote irlandés, nombrado como camarlengo por Francisco en 2019, dirige la institución en la época de 'sede vacante'. El anillo con el que sella sus documentos ha sido ya destruido, y la muerte del Papa confirmada por un nada científico método: golpear tres veces con un martillo de plata su frente, preguntándole si está muerto. Si a la tercera no responde, se certifica la defunción. En aproximadamente un mes se celebrará un cónclave (con llave): los cardenales de todo el mundo se encierran en el corazón del Vaticano, aislados -teóricamente- del mundo exterior y eligen al nuevo Sumo Pontífice. En un lateral se va a instalar una chimenea: los cardenales quemarán paja seca o húmeda tras cada votación. Si el humo es negro, no hay acuerdo. Si es blanco, hay Papa.

A partir de ese momento, el protodiácono francés Dominique Lamberti anunciará en cualquier momento el nombre del futuro Papa. Para perspicaces: primero se anuncia el nombre latinizado (Giorgiun Marium, Josefum, Karolum en las últimas coasiones) y segundos después el nombre del cardenal electo.

Mientras, un hombre llorará en la denominada Silla de las Lágrimas, donde todos rezan y se derrumban -cuenta la leyenda- ante el tremendo reto que les acompañará hasta el final de sus días. Pero antes del anuncio, dos personas sabrán de quien se trata. Dos oficios modestos: el sastre del Vaticano y el rotativista del Observatore: el periódico del Vaticano elabora un suplemento especial, con un número asignado a cada cardenal. Cuando suene el teléfono, alguien dice el número que permitirá a los fieles congregados en San Pedro llevarse un ejemplar con el nuevo Papa. El sucesor del Papa Francisco, el primer papa negro. El Pontífice que llegó desde el fin del mundo

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