Tecnología y bisturí

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Se dice que François Mitterrand nunca recortaba en Cultura ni en Defensa. Lo primero, porque Francia se sabe heredera de una historia que desborda museos. Lo segundo, porque hasta la innovación necesita músculo y estrategia. Algo de eso ha entendido, por fin, la sanidad pública ceutí: el robot Da Vinci, esa joya tecnológica capaz de operar con precisión milimétrica y dejar al paciente casi intacto, está a punto de entrar en funcionamiento en el Hospital Universitario.

Parece ciencia ficción, pero es una realidad tangible. El quirófano ya está casi listo, el personal ha completado la formación, y el robot —que costó más de dos millones de euros— está en Ceuta desde hace meses, esperando su momento. No ha sido barato ni fácil. La adaptación del espacio, el material fungible exclusivo y el sistema de limpieza también suman. Pero a cambio, se ganan intervenciones menos invasivas, menos dolor, menos tiempo de recuperación. Más dignidad, más precisión y más esperanza.

Conviene subrayarlo porque, a veces, la crítica fácil y sin datos hace más ruido que los hechos. Habrá quien piense que esto es puro escaparate, pero lo cierto es que Ceuta entra así en la liga de la alta tecnología sanitaria. Y con ella, también se apuesta por formar a los cirujanos del mañana, por dejar de ser una excepción periférica y empezar a jugar en igualdad de condiciones.

Claro que el camino no ha sido perfecto. Se ha tardado, sí. Se ha invertido mucho, también. Pero si todo sigue su curso, Ceuta tendrá en breve un quirófano del siglo XXI funcionando a pleno rendimiento. No es un milagro. Es planificación, inversión y formación. Ojalá la gestión sanitaria de la ciudad empiece a medirse más por avances como este que por relatos interesados y eternas quejas sin fundamento.

Porque cuando se salva una vida con precisión robótica, cuando se evita una gran cicatriz o una infección innecesaria, no hay mucho que discutir. Hay que aplaudir.

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