EDITORIAL
Día histórico en Ceuta
La carta que la consejera Nabila Benzina ha enviado a la ministra de Igualdad no es ningún ataque a la Guardia Civil, como algunos han querido interpretar, sino un gesto valiente para dar voz a una realidad incómoda que lleva años silenciada. Se ha limitado a trasladar las denuncias recogidas en un informe de la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC), una organización profesional con voz y voto dentro del propio cuerpo. No hay invención ni señalamiento local, sino una petición legítima: revisar los protocolos de protección frente al acoso sexual.
Y es que el informe de la AUGC es demoledor. Las mujeres guardias civiles siguen siendo una minoría, apenas el 9,5 %, y muchas de ellas aseguran sentirse desprotegidas cuando denuncian situaciones de acoso. Los protocolos vigentes son rígidos, poco garantistas y, en demasiadas ocasiones, terminan colocando a la víctima frente a su agresor sin apoyo suficiente. Que aún hoy una mujer no pueda elegir libremente con quién declarar o que tenga que contar su historia hasta cinco veces no es solo revictimizante, es inaceptable.
Lo más grave es que muchas ni siquiera se atreven a denunciar. Temen quedarse señaladas, perder credibilidad o acabar siendo trasladadas, mientras el presunto acosador continúa en su puesto. ¿De verdad alguien puede mirar a otro lado ante esto? ¿De verdad lo sensato es atacar a quien pide cambios en lugar de atender las denuncias de quienes arriesgan su salud y su carrera profesional por hablar?
No se puede acusar de oportunismo a quien se hace eco de una injusticia estructural. Más bien habría que agradecer que, desde una institución pública, se use el altavoz para empujar hacia una mayor igualdad. Las críticas políticas pueden tener su momento, pero cuando se trata de proteger a las mujeres, el foco debe estar en la solución, no en desviar el debate.
Porque si algo nos enseña este caso es que no basta con tener protocolos sobre el papel: deben ser útiles, justos y accesibles. Y en esto, Nabila Benzina ha hecho lo correcto. No se trata de señalar a nadie, sino de proteger a todas.
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