Educación sin aplazamientos

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En Ceuta nos hemos acostumbrado a las visitas institucionales como si fueran parte del calendario escolar. Llega un alto cargo, se organizan recorridos por centros educativos, se habla con el profesorado, se lanzan mensajes amables ante la prensa... y se toma la foto de rigor. Y aunque siempre es positivo que se interesen por nuestra realidad educativa, ya va siendo hora de que las visitas se traduzcan en compromisos concretos y, sobre todo, en resultados tangibles.

Porque Ceuta está cansada de promesas que se evaporan con el siguiente titular. Está bien que desde el Ministerio se valore el trabajo que se hace en los centros, que se reconozca la implicación del profesorado o que se diga que hay cariño hacia esta tierra. Pero la educación no puede vivir del afecto. Necesita hechos, recursos y planificación. Y sobre todo, necesita respuestas a problemas que se arrastran desde hace años y que no pueden seguir aparcados en un cajón.

Es justo decir que se han producido avances. La reducción de ratios, el aumento de docentes especializados o el impulso a la Formación Profesional Dual son pasos en la buena dirección. También lo es el modelo inclusivo que apuesta por atender al alumnado con necesidades educativas especiales dentro del aula ordinaria. Son decisiones valientes que merecen reconocimiento. Pero sería un error pensar que con eso basta. Porque lo conseguido no debe ocultar lo que aún falta.

Faltan infraestructuras modernas. Faltan aulas específicas allí donde se reclaman desde hace años. Falta orientación en la FP para evitar el abandono prematuro. Y lo que más falta es agilidad. Agilidad en los trámites, en las licitaciones, en las respuestas. No podemos permitir que proyectos clave, como el nuevo centro del Brull, sigan demorándose por cuestiones administrativas mientras los alumnos se enfrentan a aulas saturadas o edificios obsoletos.

La comunidad educativa de Ceuta está dando lo mejor de sí. Los docentes, los equipos directivos, el personal de apoyo... todos reman, incluso en circunstancias adversas. Pero necesitan saber que no están solos. Que hay un compromiso firme desde Madrid para sostener y reforzar lo que ya funciona y, al mismo tiempo, para corregir lo que todavía no ha llegado o no se ha hecho bien.

Por eso, más allá de las visitas puntuales, lo que hace falta es una hoja de ruta clara, con objetivos medibles y plazos realistas. No se trata de hacer propaganda del gobierno de turno, como bien apuntaba el director provincial del Ministerio, sino de sumar esfuerzos por el bien de nuestros jóvenes. Porque invertir en educación no es un gesto político: es una obligación ética.

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