Cuando la salud mental infantil se deja para mañana

Parece mentira que en pleno 2025 sigamos tratando la salud mental infanto-juvenil como si fuera un asunto menor, algo que puede esperar o solucionarse con un parche mientras “se resuelve” lo verdaderamente importante. Lo que denuncian las madres de la Asociación TDAH Ceuta, con Holaya Abdel-lah a la cabeza, no es solo la falta de un psiquiatra infanto-juvenil en la ciudad desde hace más de dos meses: es la cronificación de una negligencia institucional que dura ya siete años y que empieza a doler demasiado.

Porque cuando una madre tiene que ofrecer su móvil para que “escuchen las voces” de quienes suplican ayuda, algo va muy mal. Que las familias tengan que enfrentarse a una administración que responde con promesas, contratos temporales y derivaciones a hospitales de otra comunidad autónoma, no es ni humano ni digno. Una psicóloga es un avance, sí, pero una psicóloga no receta. No ajusta tratamientos. No puede sustituir lo que Ceuta lleva reclamando durante años: una unidad real de salud mental infanto-juvenil con medios, personal y continuidad.

No es falta de diagnósticos, no es falta de datos. Es falta de voluntad. Porque cuando desde INGESA se sugiere a una asociación que “busque currículums”, se evidencia hasta qué punto la responsabilidad se ha desdibujado. ¿Qué más tiene que pasar? ¿Cuántas crisis, cuántas expulsiones, cuántos intentos de suicidio tienen que vivir estos menores y sus familias para que se entienda que esta atención no puede ser optativa ni intermitente?

Mientras los despachos se llenan de excusas y titulares vacíos, las madres ceutíes siguen sosteniendo la salud de sus hijos con llamadas, abrazos y, a veces, desesperación. Esa mezcla de miedo y esperanza que se siente al ver a un hijo pisar por primera vez la playa sin compañía, sabiendo todo lo que ha costado llegar hasta ahí. No piden milagros. Solo médicos. Solo que se cumpla, al fin, lo prometido. Solo eso. ¿Es tanto?