El incivismo que deteriora Ceuta: entre el buenismo y la impunidad
DAUBMA
En los últimos tiempos, Ceuta está siendo testigo de una preocupante deriva en los comportamientos ciudadanos. Los actos incívicos, lejos de ser anecdóticos, se han convertido en parte habitual del paisaje urbano y natural de la ciudad. Cada semana, las noticias nos recuerdan que espacios públicos concebidos para el disfrute colectivo se ven dañados por la falta de respeto y conciencia de una parte de la población.
Este fenómeno no es fruto de la casualidad. Es, en gran medida, el reflejo del fracaso de dos pilares esenciales en la formación de una ciudadanía responsable: las instituciones y el entorno familiar. La educación cívica y medioambiental, que debería estar arraigada tanto en las aulas como en el hogar, parece haber sido relegada a un segundo plano. A ello se suma una actitud excesivamente tolerante por parte de las autoridades, donde el buenismo ha sustituido a la firmeza necesaria para garantizar la convivencia.
Mientras los equipos municipales redoblan esfuerzos con campañas de limpieza y actuaciones de choque, el deterioro continúa. No por falta de recursos, sino por la ausencia de una respuesta contundente ante quienes, sin escrúpulo alguno, ensucian, destruyen o ignoran las normas básicas del respeto colectivo.
Ha llegado el momento de cambiar de rumbo. Necesitamos una estrategia basada en la prevención, sí, pero también en el control efectivo y la aplicación real de sanciones. No se trata de criminalizar, sino de proteger lo común. Porque una ciudad limpia no es aquella que más se barre, sino la que menos se ensucia.
Ceuta merece recuperar el civismo, la conciencia y el respeto. Pero para ello, es imprescindible que las instituciones dejen de mirar hacia otro lado y asuman su papel, no solo como gestores, sino como garantes de una cultura ciudadana que ponga en valor lo que es de todos.