El límite de lo informable: cuando el morbo reemplaza a la ética
Carmen A. Moral
En la era del click fácil y el titular incendiario, algunos medios de comunicación han cruzado una línea peligrosa: la exposición sin filtros de tragedias humanas, como los suicidios, con el único propósito de atraer visitas. Lejos de cumplir con su función social, estos medios han convertido el dolor ajeno en espectáculo, ignorando por completo la responsabilidad ética que debería guiar a cualquier profesional de la información.
La publicación explícita de casos de suicidio no solo carece de sensibilidad, sino que contraviene las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud y de los propios códigos deontológicos del periodismo. Numerosos estudios han demostrado que este tipo de coberturas pueden desencadenar lo que se conoce como “efecto Werther”: una ola de imitaciones entre personas vulnerables. Sin embargo, a pesar de este conocimiento, algunos redactores y directores prefieren mirar hacia otro lado si eso implica arañar unos cuantos clics más.
El sensacionalismo es un atajo fácil y rentable. Pero en cuestiones tan delicadas como la salud mental, no hay lugar para atajos. Humanizar la información no significa ocultarla, sino tratarla con el respeto que merecen las víctimas y sus familias. Los medios que optan por detallar métodos, lugares o causas personales no están informando: están explotando. Y eso es tan inmoral como innecesario.
Es urgente que la profesión periodística recupere el pudor y el compromiso social que alguna vez la definieron. No todo lo que se puede contar debe contarse. Y si se cuenta, debe hacerse con rigor, con contexto y, sobre todo, con humanidad. No es aceptable que el dolor de una familia sea el precio a pagar por llenar unos espacios de publicidad o mejorar una métrica.
La salud mental es una emergencia silenciosa que necesita información responsable, no titulares sensacionalistas. Lo contrario es contribuir, desde el teclado, al problema que se dice querer visibilizar. Y eso, por más que se maquille de periodismo, no lo es.