Armonía y sonrisas para unirse a Dios en la Iglesia Evangélica de Ceuta

RELIGIÓN

El Pueblo se adentra en la celebración del domingo en la Casa de Alabanzas, en Zurrón, donde melodías pop-rock se conjugan con letras de adoración que los fieles rezan y bailan

Enriqueta Córdoba tenía 30 años cuando su hijo Diego la llevó por primera vez a una celebración evangélica. Hasta entonces, había creído en Dios, pero no participado activamente en ninguna comunidad religiosa. Desde que, 40 años atrás, se introdujo en la iglesia protestante -activa en Ceuta desde 1967-, mantiene “una relación con Dios de padre a hija”. Si piensa en la Enriqueta de antes, se sorprende al descubrir lo mucho que ha “cambiado” su vida. Ahora se considera “mejor persona” y cree en la “necesidad que tiene la humanidad de conocer a Jesús”. De paso, ha construido en estas cuatro décadas un círculo de amigas que, como cada domingo, esta mañana la acompañó durante un nuevo culto de las 12:00 en la Iglesia Casa de Alabanza Ceuta.

Con un rodete rizado amarrado sobre su nuca, labios carmín y mono estampado, Enriqueta fue de las primeras en cruzar la sencilla puerta blanca de ventanas opacas que conduce al interior del templo protestante en Ceuta, ubicado en Zurrón -calle Romero Córdoba, 54- desde 1995. Lo hizo acompañada de su marido, Enrique, que tomó asiento en una de las primeras filas del espacio pulcro e iluminado. Desde el exterior era imposible percibir el sonido que se descubría en cuanto se pisaba el suelo de tonos ocres: la melodía de una guitarra acústica que seguía el ritmo de una batería Roland y acompañaba el canto de dos chicas jóvenes con atuendos de colores pastel.

Rondaban las 11:30 y el cuarteto interpretaba, a modo de ensayo, una canción al más puro estilo pop-rock. “Cantamos para exaltar tu nombre”, entonaban ellas, encargándose cada una de una voz diferente y logrando una armonía equilibrada que se completaba con una tercera voz masculina a cargo del guitarrista. Los tres, subidos sobre un escenario presidido por una cruz de madera que colgaba del techo, miraban fijamente hacia la pared que tenía frente a ellas, donde una pequeña pantalla proyectaba las letras de las piezas musicales. Tras ellos y junto al crucifijo, otra pantalla, esta de mayores dimensiones, con la misma función que la otra, pero destinada a los asistentes al encuentro religioso.

Los jóvenes músicos, el puntual matrimonio y los técnicos de sonido -ubicados al fondo, junto a la puerta de entrada- eran los únicos que ocupaban la iglesia este domingo media hora antes del inicio de la reunión. Después de que su mujer saliera al exterior para continuar al sol la espera hasta el Ángelus, Enrique se quedó sentado en una de las sillas negras, con su bastón blanco entre las piernas y la cabeza gacha. No podía verles, pero permanecía atento al ensayo. La quietud en la sala no tardaría en marcharse, con la llegada de las parejas y familias que rebosaron la iglesia a la hora punta.

A medida que los fieles hacían su llegada, podía intuirse que el encuentro sería intergeneracional e intercultural. Madres tomaban asiento con sus bebés en brazos, que señoras de edad avanzada saludaban con la alegría del reencuentro semanal. Aunque la mayor parte de los hermanos evangélicos de Ceuta -120 en total- son ceutíes, la comunidad se compone por muchas personas de otros países. En especial, de América latina, como Brasil, Chile, Argentina, Venezuela o Bolivia. Lo cuenta, orgulloso, el pastor de la Iglesia Evangélica ceutí desde 2002, Javier Santolaria, que es, además, obispo regional de las Iglesias de Andalucía.

Un diálogo con Dios

Minutos antes del inicio de la celebración, atendió a El Pueblo de Ceuta para explicar el discurrir de la principal cita semanal del colectivo cristiano. En primer lugar, aclara que no es una misa, aunque admite que no suele corregir a quienes la refieren así cuando le preguntan por horarios, al entender que, si le atribuyen tal nombre, es porque lo asocian con “el día de ir a la casa de Dios a escuchar su palabra, a acercarse a Dios”. Pero los protestantes prefieren llamarlo “reunión”. Una en la que celebran la “nueva vida” que tienen “en Cristo”. “Lo hacemos cantando, expresando nuestra gratitud con cánticos de alabanza y adoración a Dios por lo que ha hecho en nuestra vida a través de Cristo. Además, como yo siempre digo, cuando estamos cantando estamos hablando con Dios”, cuenta Santolaria, con polo azul marino abrochado al cuello y una expresión constante de serenidad.

Según el pastor, no se trata de un monólogo del devoto con ‘el creador’, sino de un diálogo que comienza con la intervención cantada del fiel al inicio del culto -durante las alabanzas, que interpretan los músicos- y sigue con la palabra de Dios, que predica el pastor a través de la Biblia. Las celebraciones evangélicas se vertebran en torno a dos piedras angulares: “la música y la enseñanza”. Cuando finalizan los cánticos de alabanza, los adultos permanecen en el templo para oír el sermón del pastor, mientras los niños se marchan a sus clases de la “escuela dominical”, en la que varias maestras introducen a los aprendices en la Biblia. Las docentes son también, al igual que los músicos o los técnicos de sonido, devotas dispuestas a aportar sus habilidades a la comunidad.

Para Javier Santolaria, es importante que los hermanos se involucren en la iglesia y participen activamente de sus actos. Algunos ejercen de ujieres para atender a los asistentes a las reuniones, otros se encargan del mantenimiento o de la limpieza del local. El objetivo es que todos “compartan”. El mismo fin que se persigue con la instalación de las pantallas en el templo, que van reproduciendo las letras de los cánticos del grupo de Alabanza. “No queremos que solo los músicos canten, sino que lo haga toda la Iglesia”, afirma el pastor. Poco después de lanzar la sentencia, la treintena de asistentes demostró que el objetivo se cumple cada domingo.

“Gracias señor por un domingo más. Queremos sentirte, que puedas defender este lugar. Queremos alabarte, exaltar tu nombre, alegres, porque nos cuidas, felices porque estás con nosotros. Gracias”, recitaba David Santolaria, guitarra en mano, mientras introducía la reunión, que dio comienzo con puntualidad. Acompañaba su declamación -que concluyó con un “Gracias, Jesús”- de unos suaves acordes, que dieron paso al primer cántico del día, al unirse el resto de intérpretes.

La alabanza proseguía mientras el grupo encadenaba una y otra pieza, todas musicalizadas con acordes y ritmos del pop y el rock y dedicadas a alabar a Dios y Jesús. Los presentes cantaban a media voz y se balanceaban de lado a lado al ritmo de la música. “Con una corona de espinas te hiciste rey por siempre”, rezaba la letra de un cántico que se encontraba entonces en un ‘breakdown’, acababa de bajar la intensidad para después ir in crescendo hasta romper con redobles de batería, provocando el éxtasis de los presentes, que alzaban las manos, aplaudían o mecían con energía a sus bebés sobre sus hombros. Todos reían.

En un momento instrumental, la voz de una mujer resonó entre el público. Era Enriqueta, que, con ojos cerrados, comenzó a improvisar unas palabras de gratitud a Dios. “Padre mío, ¿cómo podremos agradecerte ese sacrificio, ese regalo de vida eterna?, ¿qué podemos pedirte más si todo lo has dado en la cruz del calvario, donde entregaste tu vida y derramaste cada gota de tu sangre para salvar al mundo? Capacítanos para poder proclamar esa victoria y esa verdad”, entonó Enriqueta sin que nadie a su alrededor rompiera su trance para mirarla. Cada uno de ellos inmerso en sus propios diálogos con Dios, remataron la intervención de Enriqueta con un “Amén”.

El pastor evangélico había explicado a este diario, antes de presenciar el acto de celebración, que, para todos sus hermanos, “hay algo muy personal en el corazón de la persona” cuando le canta a Dios. “No es cantar por cantar. Esos cánticos nacen de una experiencia personal que hemos tenido con Dios”, resumió. “Por ejemplo, si estamos cantando sobre la salvación del Señor es porque hemos experimentado esa salvación en nuestra propia vida”.

Santolaria siempre dice que, cada domingo en el templo de Zurrón, todos ellos conforman “la Iglesia reunida”, pero cuando salen hacia fuera, de lunes a sábado, son “la Iglesia esparcida”. El pastor aspira a que, cuando abandonan el local, sus hermanos no se conformen con ser “oidores, olvidadizos”, sino que puedan “ser hacedores de esa palabra” que escuchan cada séptimo día de la semana. Cuando escribe sus predicaciones no piensa en los devotos sentados frente a él el domingo, sino en “dónde va a estar la gente el lunes”. “Se trata de ver cómo afecta lo que escuchan aquí en su andar diario, en sus trabajos, en sus casas, en sus relaciones, en su vida”.

Romper con los prejuicios

El pastor querría que la sociedad ajena a su Iglesia se acercara a ella para “ver y después sacar sus propias conclusiones”. Sabe que quedan muchos “estereotipos” y “prejuicios” por “romper”. “Muchas veces son por falta de conocimiento simplemente, pero es difícil quitárnoslo. Es más fácil poner una etiqueta que indagar y conocer bien lo que esa persona es”, reflexionó. Lo mismo opinan Rayssa, Andrea, David y Daniel, los cuatro miembros del grupo Alabanzas, que llevan toda la vida inmersos en la Iglesia Evangélica y confían en que la música sirva como “foco de atención” para las personas, en especial, para los jóvenes.

La cantante Rayssa Benavides nació en Brasil, donde sus padres le inculcaron los valores cristianos. Lamenta que las nuevas generaciones muestren en Europa poco interés por los asuntos religiosos. Cree que la secularización caló entre los europeos, que, en gran parte, deciden “no creer en un Dios”. “Creen más en la ciencia, pero muchos científicos comprobaron que debió existir una mente muy inteligente creadora del cielo y la tierra. Eso está en el Génesis”, explica la intérprete. Opina que la misión de los suyos es “compartir” lo que sienten, “lo que era Jesús”, para que otras personas puedan “sentir eso a través de lo espiritual” y que “se sientan amadas, queridas”.

A su lado, la otra cantante y la más joven de los cuatro, con 15 años, Andrea Borrás, comentó que percibe “muchas diferencias” entre sus hermanos en la iglesia y sus amigos con menos interés por la religión. “La forma de pensar, los valores básicos, como el amor o la obediencia… Es un estilo de vida totalmente diferente. Una forma de vivir y de compartir diferente”, expresó la recién llegada a la formación musical. Para el guitarrista David Santolaria, hijo del pastor, de 21 años, la Iglesia no solo le aporta el acercamiento a Dios, sino actitudes que le sirven en su día a día. “Aquí se aprende de todo: a estar en familia, en comunión, a respetarnos, a querernos los unos a los otros”.

En adelante, el pastor Santolaria tiene previsto idear una campaña de actividades “que miren fuera de las cuatro paredes” del local, que pretende cambiar a medio plazo, ya que el de Zurrón se les queda “pequeño”. “A veces estamos tan centrados en nuestro mundo, seguros, bien, sin que el ruido de fuera nos afecte, que no escuchamos el llanto y la necesidad de fuera. Queremos cantar, pero también queremos escuchar a la sociedad”, propuso. Se están planteando ofrecer clases de música gracias a los devotos con grados en el conservatorio, para ayudar a quienes no tienen recursos.

A corto plazo, se encuentran trabajando en la celebración de bautismos el próximo 9 de agosto en la plaza del Chorrillo. Quieren llevar este acto “a la calle, que la gente lo vea”, frente a los años que tuvieron que permanecer ocultos, durante la dictadura franquista, cuando la Iglesia Evangélica era perseguida y no podían realizar actos públicos. También planea organizar una exposición en algún espacio que la Ciudad pueda cederles, para estar más cerca de la ciudadanía, sobre los inicios de la Iglesia y sus valores. Pretende hacerla coincidir con el 31 de octubre, el Día de la Reforma de Lutero.

Mientras tanto, seguirá con la vista puesta en 2027, cuando la comunidad evangélica de Ceuta cumplirá 60 años, desde la inauguración del primer templo, en 1967. “Tenemos ya un arraigo. Puede haber gente que no nos conozca y piense que llevamos dos años, pero no. Por eso queremos salir y contarles quiénes somos, cómo empezamos, qué hacemos… Que nos puedan conocer un poco más y romper estereotipos”.

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