Juan Sergio, maestro del “haz lo que yo digo, no lo que yo pacté”

Dicen que la política tiene mucho de teatro, pero algunos en Ceuta se lo han tomado demasiado en serio. Esta semana, el autoproclamado adalid de la pureza ideológica y la regeneración, Juan Sergio Redondo, ha vuelto a subirse al escenario con una columna de opinión titulada “Vicepresidencia non grata: la metamorfosis de Fátima Hamed”. Y ahí estaba él, erigiéndose en guardián moral del hemiciclo, como si nunca hubiera roto un grupo parlamentario... o dos.

Leer a Redondo hablar de “traiciones”, “acuerdos oscuros” y “sillones” es como escuchar a un pirómano dar charlas sobre prevención de incendios. Un espectáculo tragicómico. Especialmente si tenemos en cuenta que allá por 2020, mientras nosotros manteníamos una posición clara y firme, él decidía que VOX le aprobaría los presupuestos al PP de Vivas. ¿El precio? Una Vicepresidencia Primera para su entonces mano derecha, Francisco José Ruiz, alias “Pachi”, con un sueldo nada desdeñable que, casualmente, venía de perlas. Pero claro, entonces no eran “sillones”, eran “estrategias parlamentarias responsables”.

Y ahora, con la desvergüenza que da la amnesia selectiva, Redondo se rasga las vestiduras por el acceso de otros a los mismos cargos que él no dudó en intercambiar como si fueran cromos repetidos. Eso sí, en su versión, todo es nobleza, lealtad y principios. Pura novela de caballería.

¿Y qué decir de su legado en el grupo parlamentario de VOX? Dos legislaturas, dos escisiones. Lo que toca, se rompe. Lo que lidera, se divide. Una hazaña digna de estudio en ciencias políticas... o en psicología de grupo.

Pero lo más gracioso (si uno tiene sentido del humor, claro) es ver cómo Juan Sergio mantiene el tipo acompañado únicamente de dos incondicionales: su fiel escudero de la Vicepresidencia reconvertido en estatua de sal, y su cuñada, que aplaude como si le fuera el sueldo en ello (quizá porque le va).

Mientras tanto, VOX en Ceuta ha pasado de tener un grupo sólido a convertirse en un monólogo de Redondo con eco. No hay debate interno, no hay transparencia, y no hay gestión compartida. El dinero del grupo parlamentario lo mueve él como quien organiza una merienda en su casa: quizá consulta a alguien, pero desde luego no a quienes debería: a todos sus diputados, con la seguridad de que nadie le va a decir que no... excepto, claro, cuando empezamos a decirlo.

Así que, estimado Juan Sergio, menos clases de ética política y más memoria. Menos teatro y más cuentas claras. Y, por favor, menos columnas de ficción y más autocrítica. Porque mientras tú fantaseas con conspiraciones y metamorfosis ajenas, la verdadera transformación ha sido la tuya: de patriota indignado a protagonista de su propio sainete.

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