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CETI
Uno de los más de 100 residentes en la Urbanización La Colina ha decidido denunciar a los responsables del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) por el “sinvivir” que sufre su comunidad debido al “descontrol” del centro ubicado a escasos metros de las casas. Dará el paso tras dos meses a la espera de que Delegación del Gobierno responda a una carta remitida a Plaza de los Reyes en representación de todo el vecindario, que lleva “años” sometido a “un malestar diario y constante” provocado por las “peleas, los gritos y la música” que producen los residentes.
El alboroto puede producirse desde las 7 de la mañana hasta horas intempestivas de la madrugada, lo que altera “la paz” de más de 40 núcleos familiares, algunos de ellos con menores, ancianos. “Esto es día sí día también, desde hace muchos años, pero ya últimamente se está desmadrando. Hay cero control en el CETI”, afirma el vecino que se dirigirá a la Jefatura Superior de Policía para interponer la demanda. Como prueba, presentará el parte médico redactado hace una semana, en el que se refleja el estado de “insomnio, ansiedad y estrés” al que está sometido.
En la misiva firmada por los vecinos de La Colina, solicitaban a Delegación, a los responsables del CETI y a las autoridades locales la adopción de medidas para imponer “un control real” y se vele por el cumplimiento de la normativa en el CETI. En caso de no garantizarse “unas condiciones mínimas de convivencia”, instan a la administración a considerar la reubicación del centro. La institución a cargo de la socialista Cristina Pérez ha informado a El Pueblo de Ceuta de que han trasladado las quejas a la Secretaría de Estado de Migraciones, además de haber advertido a la Policía Nacional sobre lo que sucede.
Pero la Policía Nacional, asegura el ceutí con el que ha conversado este diario, ya son más que conocedoras de los problemas. Él mismo llama “todos los días” al 112 para notificar los ruidos excesivos que suelen producirse. El acontecer es el mismo siempre: varias patrullas se personan en el Jaral, permanecen un tiempo en su interior y, tras marcharse, “vuelve el lío”. “Imagínate despertarte a las cinco de la mañana con los gritos de un tío, que no sabes si le han pegado una puñalada o le han hecho efecto las pastillas o el alcohol que esté tomando”, apunta el vecino, que prefiere mantenerse en el anonimato.
Califica al CETI como “una finca sin vallar”, donde no se cumple con las normas, que, según un documento interno al que ha tenido acceso este periódico, establecen un horario de “silencio” de entre las 00:00 y las 07:00 horas. También se explicita la prohibición de los “actos violentos, las conductas ofensivas y el abuso verbal o psicológico” o de “introducir alcohol, drogas y sustancias perjudiciales para la salud” en el recinto. Pero los residentes pasan por alto las normas, avalados por un director que pide a los trabajadores que los traten como “clientes”.
El director y los trabajadores
Desde su casa, una de las más cercanas al centro, el vecino asegura que puede ver cómo los residentes colocan altavoces orientados hacia el exterior, rompiendo con ello el silencio de la noche. Fuentes consultadas por este diario mantienen que el consumo de alcohol y drogas es una constante tanto fuera como dentro de las instalaciones. Aseguran que, tras las informaciones recientes publicadas en prensa y adelantadas por El Pueblo de Ceuta sobre los comportamientos del actual director, Antonio Bautista, los trabajadores de la Seguridad están mostrando su descontento a través de una “huelga de brazos cruzados”. “Quieren que acaben echando al tío -Bautista-. Yo los entiendo, pero aquí no se puede vivir”, lamenta el vecino.
Sus contactos en el interior del CETI le han trasladado que el nuevo director -teniente de la Guardia Civil que tomó posesión hace un año- dio órdenes a los trabajadores de que se tratara a los usuarios como “clientes”. Es el término en el que deben dirigirse a ellos, como también informó este diario meses atrás. “El director dice que son intocables, que no se les puede levantar la voz”, continúa. El Ministerio de Migraciones ha abierto una investigación a Bautista después de que este periódico adelantara que trató de disuadir a una enfermera de no denunciar a un residente que intentó agredirla sexualmente, además de que no activó los protocolos.
Según cuenta, antes de que la polémica estallara recientemente en los medios de comunicación, solía ver a Bautista “seis o siete veces al día” conduciendo la furgoneta de la institución y transportando usuarios “de aquí para allá”. “Creo que no es la función de un director, que supuestamente debe estar supervisando”, comenta. En ocasiones, le ha tocado conducir tras el coche del CETI, pudiendo observar cómo el director iba realizando paradas a medida que se topaba con usuarios del centro por la calle, “como un autobús”.
A los vecinos de La Colina no les importa la identidad de quien dirija el centro, solo buscan que se hagan cumplir “las normas”. Además del ruido, sufren la cantidad de incendios “provocados” por los migrantes, según el vecino, que realizan fogatas en las inmediaciones del centro. Se queja también de la basura que arrojan por la ladera de la carretera que conduce a las instalaciones. Según relata, está forzado a solicitar la presencia de las Brigadas Verticales “cada seis meses”. Rememora una anécdota vivida hace unos años, cuando los residentes de La Colina se toparon con que los columpios instalados por la zona amanecieron con un borrego colgando de los hierros el día después de la Fiesta del Sacrificio. Lo habían sacrificado ahí.
Tuvieron que pedir a la Ciudad que vallara una zona con bancos y mesas en la residencia para evitar que los usuarios del CETI siguieran usándolos por las noches para beber o mantener relaciones sexuales. Incluso, asegura, instalaban allí “tiendas de campaña”. “Esto es incompatible con la vida familiar de los que trabajamos aquí. Tenemos personas mayores y niños pequeños…”, lamenta.
“Yo es que ya tengo que hacerlo. Me siento en la necesidad, la verdad. Porque me parece que nos están tomando por tontos”, confiesa el vecino acerca de la decisión de denunciar a las instituciones. Ya le han advertido sobre la posibilidad (muy probable) de que caiga en saco roto, pero, tras años atravesando por la misma situación, cree que merece la pena “hacer algo”. “Algunos me dicen que por qué no me voy. ¿Que me vaya? Es mi casa. Solo pedimos que se respeten las normas”.
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