La situación límite con los menores migrantes

La situación con los menores migrantes en Ceuta es desbordante. A pesar de las llamadas de socorro del Gobierno Local al Estado en reiteradas ocasiones, la realidad es que el problema va ‘in crescendo’, principalmente porque estamos en una época del año donde las entradas se masifican como consecuencia de la densa niebla que forma parte de nuestro día a día en el mes de agosto.

Actualmente, el Área de Menores de la Ciudad acoge a 510 menores extranjeros no acompañados cuando su capacidad es de 132. La cifra es demoledora, pues estamos por encima del 400% de nuestras capacidades de acogida. Pero esto no es nada nuevo, así llevamos meses y meses. Por eso el reparto de menores urge en nuestra ciudad y por eso el Gobierno de la Ciudad, más allá de la postura del Partido Popular Nacional, no ha cesado en respaldar la nueva Ley de Extranjería y un reparto al resto de comunidades que espera pueda iniciarse a partir del próximo 28 de este mes de agosto, tal y como está anunciado por la propia ministra Rego. Al margen de posiciones políticas -cada uno tiene sus fundamentos-, la única realidad de todo esto es que Ceuta no puede enfrentarse sola a este fenómeno por el simple hecho de ser ciudad fronteriza. Ni tiene medios económicos, ni infraestructuras, ni capacidad para atender a los menores como merece cualquier ser humano. Es imposible. Se necesita del apoyo del Estado y de la Unión Europea, que debe mostrar una firmeza que a día de hoy continúa flaqueando, pues cada vez que llega el verano, la realidad es que en Ceuta tanto los centros de acogida de menores como el CETI están muy por encima de su capacidad.

Esperamos ansiosos porque llegue ese ansiado 26 de agosto en el que la Delegación del Gobierno anunció que se conocería el número de menores que partirán a diferentes comunidades autónomas y su paradero. No se trata de no ser humanitarios -en este sentido nadie le puede dar lecciones a Ceuta-, se trata de que la ciudad no cuenta con capacidades para hacer frente a un fenómeno que supera todos los pronósticos, que aplasta y que necesita de recursos que deben ser inyectados por el Estado y por Europa.