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MIGRACIONES
“It´s a bad system. I graduated in Algeria, but I didn´t have the chance”, resume A., un abogado argelino de 30 años, recostado en una pared del exterior de la Estación Marítima de Ceuta. Critica la gestión de su país, que no ofrece oportunidades a jóvenes que, como él, dedican años a formarse y evolucionar intelectualmente para después devolver lo aprendido a sus vecinos. “Estudiamos en la universidad y al final acabamos yéndonos para poder desarrollarnos”, lamenta mientras se encamina hacia el interior de las instalaciones desde donde a las 10:30h tomó este jueves un ferry con destino Algeciras. Fue uno de los 24 solicitantes de asilo que abandonaron el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) para continuar con su viaje migratorio en Andalucía.
El abogado tiene un máster en Derecho y Ciencias Políticas. De poco le sirvió. De lo mismo que a Massinissa Labbet, compatriota de 31 años que, cuando rondaban las 9:30h, se encontraba frente a las cámaras de la televisión pública española, a las puertas del control policial, narrando cómo su carrera en el modelaje no le abrió puertas en Argelia. El anonimato solicitado por A. contrasta con la extraversión de Labbet, que respondía a las preguntas de los periodistas con una sonrisa, sombrero cubriendo su cabello, unas gafas de pasta y un bigote pronunciado. Tiene 10.500 seguidores en su cuenta de Instagram (massinissa_labbet) y ha trabajado en Dubai durante tres años como modelo, actor y cineasta. El robo de todo su dinero le obligó a regresar a su tierra, de donde acabó huyendo meses atrás.
Recuerda con entusiasmo sus vivencias en los Emiratos Árabes Unidos. Allí llegó a encadenar hasta “siete trabajos diferentes”, todos en el mundo del arte, y a colaborar con marcas como Lacoste. Hasta que se quedó sin nada. Una vez en Argelia, donde no logró hallar ningún hueco para desarrollarse profesionalmente, decidió comprar los vuelos para Túnez y, después, para Marruecos. Es la ruta que suelen seguir sus vecinos, ya que no pueden cruzar directamente al reino alauita por las malas relaciones con su país. Acabó en Fnideq, desde donde se lanzó al mar, jugándose la vida para alcanzar la tierra europea, donde lleva ya tres meses.
Desde este jueves continuará caminando hacia la regularización en España cobijado en instalaciones de la comunidad andaluza. Cuando piensa en su futuro visualiza Madrid o París, donde cree tener oportunidades para reincorporarse en su mundo: el del modelaje y el cine. Espera seguir frente a las cámaras, igual que A. sueña con no dejar de formarse y de trabajar. “Si hace falta, no dormiré, pero no voy a parar de estudiar y de trabajar”, enuncia el abogado minutos antes de posicionarse en la fila formada por la veintena de migrantes hacia el control policial de la Estación Marítima.
El graduado quiere perfeccionar su español, además de sus conocimientos sobre el flamenco, un género del que lleva años enamorado. Forma parte de su afición por la música. El argelino canta y toca la guitarra, por lo que, aprovechando su estancia en España, pretende dar clases del arte andaluz declarado patrimonio inmaterial de la humanidad. A. canta en inglés, en árabe y en francés, pero su favorita es “la música andaluza”. Hacia la tierra del cante se dirigió este jueves. Lo hizo con “mucha felicidad”, tras unas primeras etapas de su viaje migratorio atravesadas por numerosos infortunios.
Inició el recorrido hace un año. Reconoce que no llegó nunca a solicitar un visado al consulado, a sabiendas de que sería “imposible” que se lo concedieran. “Es imposible, demasiado difícil. Incluso quienes tienen estudios no lo consiguen”, explica. Es por ello que su primer movimiento fue comprar los mismos billetes que su compatriota Massinissa. La primera vez que se sumergió en el mar del norte marroquí para cruzar a Ceuta fue interceptado por las fuerzas de seguridad de Marruecos. De nuevo en Fnideq sufrió un robo y se quedó sin nada. Tuvo que regresar a Argelia para recomponerse. Y después lo volvió a intentar.
Al llegar al reino alauita, enfermó. Y pese a ello se lanzó al mar. Lo intentó dos veces hasta que logró pisar suelo ceutí. Estuvo nadando 12 kilómetros para despistar a los agentes de ambos países fronterizos, según relata. Asegura que, si bien tuvo “muchos problemas” con las autoridades marroquíes, en España recibió un trato “muy bueno”. En especial, por parte de la Policía Nacional. Destaca el “respeto” con el que fue tratado durante la entrevista mantenida por la solicitud de asilo. Tanto los abogados como los agentes y demás trabajadores adquirieron una actitud de consideración hacia él en cuanto comenzaron a oírle hablar.
“Vieron cómo me expresaba, les dije lo que había estudiado, y noté cómo me respetaban por ello. Eso en Argelia no pasa”. Allí, asegura, de poco sirve tener una carrera universitaria o un máster. “Acabas siendo camarero”, remata. Ahora, garantiza que aprovechará la oportunidad que le brinda España y luchará por poder ejercer su profesión. “¡Todo por la patria!”, concluye entre risas antes de despedirse.
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