PASO DEL ESTRECHO
Ceuta cierra con números rojos la Operación Paso del Estrecho
LA CAMPANA DE LA ESPERANZA
Ceuta/ Cada día, al abrir sus ojos azules, Cristina Querol (Ceuta, 61 años) sonríe y se repite la misma frase: “Estoy viva”. En esas mañanas refrescadas por el viento de poniente, echa un vistazo al exterior y piensa: “¿Cómo no lo vas a disfrutar? Me voy a la calle”. Lo hizo el martes de agosto en el que conversó con este diario. Se colocó un vestido fluido a juego con su iris, se ató al cuello un collar rematado con una piedra del mismo color, se pintó los labios rojo pasión y salió de su casa con una bolsa reciclable de la compra en la mano, para quitarse algún recado de camino al periódico. Una semana y un día antes de aquello, había tocado la campana de la clínica GenesisCare Campo de Gibraltar, tras someterse a su decimoquinta y última sesión de Radioterapia.
El acto de aquel 12 de agosto en Algeciras simbolizó tan solo el fin de “un ciclo”, que no de su vivencia con el cáncer de mama que le diagnosticaron el 7 de enero de 2025. “Un regalito de Reyes estupendo”, ironiza la ceutí de cabello corto y expresión alegre, sentada con las piernas cruzadas en la redacción de El Pueblo de Ceuta, adonde acudió el día 18 con el mismo fin que persigue en sus activos perfiles de redes sociales: dar esperanza. En una de sus últimas publicaciones, atrajo su atención el comentario que le dejó una seguidora, “una chica que pasó por este proceso”: “Mi oncólogo me dijo que la campana está afinada en sí. Sí se puede”.
“Me emocionó un montón. La verdad es que mi experiencia, a pesar de lo duro es, ha sido esperanzadora, alentadora y motivadora”, resume la profesora de piano, que lleva 33 años ejerciendo en el Conservatorio de Música Ángel García Ruiz. Entre los acordes halló un refugio del dolor, pese al hormigueo en las manos que le han dejado los tratamientos y que sigue aplacando. El suyo no ha sido “un camino de rosas”, pero ha sabido “pedir ayuda” y apoyarse en “gente positiva” que, en momentos de flaqueza, le daban siempre “un subidón”: su familia, sus amigas, sus compañeras de la Asociación Danzas Circulares Tingitana, ACMUMA, los sanitarios y las otras “guerreras”.
“No tengo más que palabras de agradecimiento para todo el mundo al que me he encontrado en mi proceso. Ha sido maravilloso”, destaca para introducir el relato de su experiencia con el cáncer, que dio comienzo como suelen hacerlo las historias de estas pacientes oncológicas: con una autoexploración. Era octubre de 2024. Cristina se personó en la sede de la Asociación Ceutí de Mujeres Mastectomizadas (ACMUMA), aunque no como usuaria, sino como miembro de la asociación Tingitana, a la que pertenece desde hace años. Pretendía invitar a la entidad liderada por Hilda Castro a participar en una de sus danzas circulares del “mes rosa”. Ellas concurrieron a la cita, en la que aprovecharon para recomendar la autoexploración a las presentes en el acto. Ella lo hizo en diciembre, y detectó “algo”.
Los ciclos
Lo primero que hizo Cristina fue marcar el número de su hermano, médico de profesión. La cita en la unidad de mama no tardó mucho en llegar. “Que, bueno, le doy las gracias a todas las personas que me he encontrado durante mi proceso, porque ha ido todo sobre ruedas, me han dado mucho ánimo”, expresa haciendo una pausa en su relato para insistir en su gratitud hacia quienes la han rodeado en estos últimos 9 meses. Todo el mes de diciembre lo pasó sometida a pruebas, “unas navidades un poquito complicadas”. Hasta que, mientras sus nietos disfrutaban de los regalos de los Reyes Magos, ella recibía una noticia que dio “un vuelco” a su corazón. Tenía un carcinoma medular triple negativo. “Uno de los más agresivos. Antes se investigaba menos porque era raro, pero ahora se está avanzando mucho. Y mi cuerpo ayudó porque mi sistema inmune trabajó bien”, explica ella.
El 28 de abril se sometió a la última sesión que su cuerpo le permitió, pero no fue hasta el 1 de junio cuando tocó la primera campana, la del Hospital Universitario de Ceuta (HUCE), un día después de someterse a la operación (el 30 de mayo). “Hija, las fechas se me han quedado grabadas”, apunta en mitad del relato. Antes de entrar en quirófano pensaba que su oncólogo le haría reanudar la quimio tras la intervención. No fue así. Aquel 1 de junio acudió a la consulta del especialista para una revisión. Le comunicó que el equipo había decidido no seguir administrándole el tratamiento tras el éxito de la cirugía.
Cristina llevaba 12 sesiones cuando salió al pasillo del Hospital de Día y, mascarilla en boca, se aproximó a la campana plateada para hacerla sonar. “Salí con una alegría que le di fuerte y me quedé con el badajo en la mano”, cuenta soltando una carcajada. “Bueno, unas risas… Estaba allí hasta la chica que donó la campana. Fue muy emotivo. La gente del Hospital de Día es maravillosa”, continúa. Sus iguales y los profesionales sanitarios le hicieron “más llevadero” un proceso por el que es “más fácil” pasar “si la gente te ayuda, te ayudan y te acompañan”.
Finalizó una etapa que dio inicio a otra: la radioterapia. Esta vez, en Algeciras, donde ya sí cumplió con las 15 sesiones previstas. La última se la administraron el 12 de agosto. La hora a la que finalizó el tratamiento era poco propicio para la fiesta, pero la pianista se encargó de que los pacientes y sanitarios que ocupaban el espacio aquel día a las tres de la tarde salieran a celebrar. De nuevo, recuerda “mucha emoción”. “Salen las enfermeras, los técnicos que te ponen la radioterapia, y te aplauden… Mucha alegría porque terminas otro ciclo. Y también es muy esperanzador para el que está fuera, que escucha la campana y dice: ‘Alguien ya ha terminado”. Su hija la acompañó, la abrazó y se emocionó. Aunque ambas sabían que aquello no era “el final definitivo”. “Vas dando pasitos y alcanzando metas. Eso es otra meta más. Da mucha alegría”, resume.
Aquello fue un 12 de agosto, cuatro días después de su cumpleaños. Aquel regalo del repicar de campana le devolvió la esperanza dañada por el presente llegado el 7 de enero, que, ya inmersa en la inmunoterapia, Cristina ve lejano. Con motivo del aniversario y del fin de tratamiento, al cruzar las puertas de la Estación Marítima de Ceuta tras llegar de Algeciras, sus amigas la recibieron con un ramo de flores. No ha sido la única celebración de su 61 cumpleaños, que se ha prolongado por “dos semanas”. “Estoy muy contenta con lo que me han demostrado. Me siento muy querida. Es que tú no eres consciente de la gente que te quiere. Una amiga mía me dijo: ‘Estás recogiendo lo que has sembrado’. Es bonito que te digan eso”, dice con ojos brillantes.
Recoger lo sembrado
“Es que, mira, me entran escalofríos y todo de pensarlo”, introduce acariciándose un brazo para mostrar la piel de gallina. Cristina Querol ha notado más que nunca el amor de su gente. Primero, su familia, pero también de sus amigas, que “se han volcado” y le han alegrado los días con infinitas “sorpresas”. O sus compañeras de la asociación Tingitana. O las mujeres de ACMUMA, a cuya puerta llamó en cuanto supo de su enfermedad. Además de ayudarle con gestiones varias, como la solicitud de las prótesis, le ofrecieron un refugio. “Vas ahí, otras te cuentan sus experiencias y las ves tan bien que sales con un subidón, recargada de energía. Si esas mujeres pueden con tanta valentía, ¿por qué yo no?”, afirma.
“En el hospital de día todos están como tú, enganchados al gotero, ¿y qué haces? Pues te pones a charlar, te ríes”
La asociación supuso para ella un espacio donde veía que no era la única que pasaba por el proceso. A día de hoy, siguen llamándola para preguntarle cómo se encuentra. Por los mismos motivos que estará siempre agradecida a ACMUMA también lo estará hacia el Hospital de Día del HUCE y la clínica radiológica, desde donde también siguen preocupándose por su salud. “En el hospital de día todos están como tú, enganchados al gotero, ¿y qué haces? Pues te pones a charlar, te ríes”, cuenta, para después destacar que el personal de Enfermería es “majísimo”. Ha creado innumerables vínculos con otros pacientes oncológicos a quienes ha conocido durante sus terapias.
En momentos de flaqueza, que los tuvo, ha recurrido a su gente. También a la música. “Mi vida está llena de música todos los días. Es fundamental, parte de mi vida. También ayuda mucho”, comenta la profesora del Conservatorio de Ceuta, de donde también ha recibido muestras de afecto. “Sé que mis alumnos y sus familias me quieren mucho, y mis compañeros también. Me lo han demostrado, también la dirección del centro. Me han dejado a mi ritmo. Yo no quería dejar de trabajar, pero he tenido días muy malos en los que no he podido ir. La gente se preocupaba y me mandaba mensajes”.
También ha sentido calor a través de las pantallas. Su actividad en redes sociales se incrementó desde el inicio de su enfermedad. Cristina supo desde el principio que quería compartir su experiencia, no solo con sus conocidos, también con personas anónimas a las que tiene la posibilidad de “ayudar”. “Yo suelo ser una persona optimista, así que pensé: ‘Este proceso lo voy a llevar lo mejor que pueda y lo quiero mostrar’. He publicado fotos de mis sesiones de quimio, de radio, cuando me operaron… Sé que estas cosas ayudan. Cuando te ven bien, que vas superando etapas, aunque estés fastidiada”.
Seguirá exhibiendo su proceso para insuflar esperanza a las que, como ella en diciembre del pasado año, están empezándolo. A ellas les recomienda tener “paciencia”, desechar el miedo, “dejarse ayudar” y “mucha fuerza”. “Que sí se puede. La campana está afinada en sí. Que tengan fortaleza, que se dejen querer, mirar, y que tiren para adelante. Que sí se puede”, sugiere Cristina segundos antes de volver a cargar la bolsa de la compra y encaminarse de vuelta a casa. Ya puede respirar algo más aliviada. Le queda un año de sesiones de inmunoterapia cada 21 días y, por último, las revisiones.
Al futuro solo le pide salud. “Y lo demás, ya vendrá”, afirma con ligereza la Cristina Querol de agosto de 2025, que es una versión evolucionada de la que era hace diez meses. “Me veo otra persona más fuerte. Con más ganas de disfrutar de la vida y de lo bueno. Con fortaleza para superar lo malo. Antes valoraba el presente, pero ahora mucho más. Disfruto nada más que al abrir los ojos. Digo: ‘Ay, estoy viva. Mira qué día de poniente hace, ¿cómo no lo vas a disfrutar?”.
Con la serie de artículos ‘La campana de la esperanza’, El Pueblo de Ceuta busca visibilizar el proceso que atraviesan los pacientes oncológicos desde un prisma alentador, simbolizado a través de las campanas que hacen sonar cuando ponen fin a los ciclos de tratamientos de quimio y radioterapia.
Sigue el canal de El Pueblo de Ceuta en WhatsApp. Pincha aquí, dale a SEGUIR y encontrarás toda la actualidad informativa de la jornada ceutí
También te puede interesar
PASO DEL ESTRECHO
Ceuta cierra con números rojos la Operación Paso del Estrecho
Nuevo parque de bomberos
El PSOE exige la modernización urgente del servicio de Bomberos de Ceuta
Promover hábitos saludables en el alumnado
El Colegio Rey Juan Carlos I junto con el AMPA lanza la iniciativa 'Martes locos por la fruta'
Lo último
La cita, este jueves
Ceuta Ya! convoca una cacerolada en apoyo a la Flotilla a Gaza
Consejo de Gobierno
El Gobierno garantiza la atención médica en la residencia de África
Los trabajadores, a la espera
Ampliado el presupuesto de las Brigadas Verdes: “Vamos paso a paso”