EDITORIAL
Día histórico en Ceuta
Cada verano Ceuta se convierte en un termómetro de la presión migratoria en nuestras fronteras. La escena se repite: el CETI desbordado, las plazas superadas con creces y decenas de personas durmiendo en la calle. Este año la saturación ha vuelto a dejar una imagen incómoda: un centro con 512 plazas que acoge a unas 800 personas, y otras a la intemperie esperando una oportunidad para regularizar su situación. Las visitas técnicas desde el Ministerio de Migraciones son periódicas, pero el problema es siempre el mismo: se actúa con parches, nunca con soluciones de fondo.
Los traslados a la península son mínimos en comparación con el flujo constante de llegadas. En semanas donde arriban decenas de personas cada día, apenas se trasladan entre 20 y 50 migrantes, un ritmo insuficiente para aliviar la presión sobre el centro y, mucho menos, para dar respuesta a una emergencia que ya no puede calificarse de coyuntural. Mientras tanto, los migrantes esperan, entre mantas y tiendas de campaña, la resolución de un trámite que parece eterno.
La Guardia Civil, como también las autoridades marroquíes, hacen lo que pueden para contener las entradas, pero el fenómeno migratorio no se resuelve a golpe de patrulla ni de concertinas. Es un movimiento humano que requiere planificación, coordinación y, sobre todo, voluntad política. Y esa voluntad parece brillar por su ausencia, como demuestra el silencio reiterado de la Delegación del Gobierno, que deja a la ciudad con más preguntas que respuestas.
Lo más grave es que estas escenas no son nuevas. El verano pasado ya vimos a personas acampadas frente al CETI y, pese a los cambios en la dirección y a las investigaciones abiertas, las circunstancias vuelven a repetirse. Ni las dimisiones ni las promesas han servido para evitar que hoy Ceuta viva una situación que no debería normalizarse en un Estado europeo.
La ciudad autónoma necesita algo más que visitas cada dos meses y traslados testimoniales. Precisa un plan serio y estable que combine humanidad con eficacia, que proteja los derechos de quienes llegan y alivie a una ciudad que no puede seguir asumiendo sola un problema de dimensión nacional. Porque mientras se demora la acción política, Ceuta paga el precio de la inacción con imágenes que avergüenzan y con recursos al límite.
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