Más de 100 migrantes acampan a las puertas del CETI: “Solo entramos para comer”

MIGRACIONES

Alrededor de 120 personas duermen desde hace días en colchones colocados fuera del centro, que ha dejado de admitir nuevos residentes debido a una sobreocupación que supera los 800. Solo acceden para las tres comidas diarias y el aseo, acompañados de vigilantes

Isa, un barbero argelino, arregla a uno de los migrantes que acampa a las afueras del CETI. / FOTO REDUAN
Isa, un barbero argelino, arregla a uno de los migrantes que acampa a las afueras del CETI. / FOTO REDUAN

“Somos unos 150. El centro está saturado, no nos dejan entrar”, resume Isa, un barbero argelino de 23 años, mientras remata el degradado de un joven sentado en una silla de plástico colocada sobre la tierra del Jaral. El peluquero pasaba con cuidado una maquinilla sobre la nuca del ‘cliente’, a quien colocó una toalla blanca para cubrir su torso a modo de capa. Emigró a España de manera irregular para continuar con su profesión, que no le permitía tener una vida digna en su país. Entró en Ceuta hace 13 días, y desde entonces se dedica a afeitar a quienes están en su misma situación. Lo hace a la intemperie, en mitad del monte que colinda con el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI), donde no le admiten como residente debido a su sobreocupación. Ni a él ni a los otros “150” que, en realidad, según fuentes consultadas internas al centro, rondan los 120.

El exterior del CETI y sus inmediaciones -desde la carretera curva que sube al centro- se encuentran atestadas de personas de origen magrebí y subsahariano que desde su llegada a la ciudad autónoma están en situación de calle. Duermen en colchones colocados en el suelo, se tapan con finas sábanas, rezan sobre cartones y guardan sus pocas pertenencias en grandes bolsas de cuadros. Todos los materiales los han dispensado desde la institución, que también se encarga de garantizar la alimentación y la higiene de los migrantes. Pero no podrán pernoctar en las instalaciones como residentes de pleno derecho mientras se mantenga la saturación de los recursos.

Este jueves se produjo el traslado de 54 varones hacia la península. Tratan así desde el Gobierno de aliviar la sobreocupación, que supera los 800 residentes pese a contar con 521 plazas. Fuentes internas al centro han informado a El Pueblo de Ceuta de que antes de la salida de ayer residían en el recinto 865 personas La administración ha habilitado recursos extraordinarios para hacer frente a la demanda: literas en varias aulas y carpas. Pero son insuficientes. Las entradas a Ceuta por los espigones y la valla siguen produciéndose, y las salidas a otras comunidades autónomas no consiguen equilibrar la situación.

FOTO REDUAN
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Isa, un barbero argelino, arregla a uno de los migrantes que acampa a las afueras del CETI. / FOTO REDUAN
Isa, un barbero argelino, arregla a uno de los migrantes que acampa a las afueras del CETI. / FOTO REDUAN

Además de adultos, también siguen entrando niños. La Ciudad Autónoma ha informado a este diario de que son 550 los menores acogidos en estos momentos. En la madrugada del jueves accedió una veintena de personas, en su mayoría mayores de edad, aunque también algún que otro niño, según la administración. Sus recursos de acogida están desbordados, al contar con 132 plazas como máximo. Todos los menores migrantes que acceden a la Ciudad Autónoma desde el 29 de agosto, cuando el Ministerio de Juventud e Infancia declaró la contingencia migratoria de Ceuta, deben ser trasladados a otros territorios con capacidad de acogida en un plazo máximo de 15 días. Esta medida se une a la derivación de más de 3.000 menores desde Ceuta, Melilla y Canarias a otras comunidades, que deberá rematarse en un año.

Mientras el Gobierno local aporta datos en tiempo real, los representantes del Ejecutivo liderado por Pedro Sánchez en Ceuta guardan silencio.Desde la Delegación del Gobierno en la ciudad autónoma no solo rehúsan confirmar las cifras de ocupación, sino que, además, permanecen callados con respecto a las personas que duermen en la calle. Todos ellos, según han relatado a El Pueblo de Ceuta varios afectados, acceden al recinto en grupos reducidos para comer y para asearse. Entran para realizar las tres comidas diarias, lo hacen acompañados siempre de dos vigilantes de seguridad, media hora antes de lo hagan los residentes, según han confirmado a este periódico fuentes internas al centro, además de varios migrantes con los que se ha conversado. Esta rutina la siguen Abderramán, Ayub y Mohamed, tres amigos marroquíes -de Chefchaouen y alrededores- de entre 20 y 24 años, que este miércoles dejaban la tarde pasar sentados sobre un colchón, junto a un tendedero de plástico donde dejaban secar su ropa.

Los amigos de Chaouen

Aquel día llevaban cinco viviendo en el exterior del CETI. Se echaron al mar juntos en Fnideq, pero no llegaron a la vez a Ceuta. El que menos tardó dos horas, el que más, 14. Fue el caso de Mohamed, obligado a mantenerse a flote durante más de medio día ya que la corriente fue alejándolo de la ciudad autónoma casi sin darse cuenta. Cuenta que llegó hasta la zona de Tarifa. El traje de neopreno que llevaba dejó de protegerle del frío a las pocas horas de estar sumergido. “A las tres horas empiezas a sentir el frío, porque esos trajes no tienen calidad”, explicó.

Era la primera vez que intentaba el cruce, y terminó consiguiéndolo. Menos suerte tuvo Abderramán, que vivió en primera persona el castigo con el que las autoridades marroquíes, una vez interceptan a migrantes nadando hacia Ceuta, tratan de disuadirles de no volver a intentarlo. Tras ser detenido por los agentes, le quitaron el móvil, lo destruyeron y lo subieron a un autocar junto con decenas de jóvenes como él, según relató a este diario. El vehículo los dejó cerca de Er-Rachidia, a 700 kilómetros de distancia de donde fue arrestado. “No tiene sentido que viva a 40 kilómetros de Fnideq y me suelten a más de 500 kilómetros”, lamentó.

Abderramán, Ayub y Mohamed posan a las puertas del CETI. / FOTO REDUAN
Abderramán, Ayub y Mohamed posan a las puertas del CETI. / FOTO REDUAN

Narró, además, que los “soldados” del país vecino se encargan de correr la voz entre la ciudadanía de la zona de que son “unos ladrones”, para que no les presten ayuda. “La gente tiene miedo de nosotros. Pero no somos ladrones. Solo gente que intenta emigrar para buscarse la vida”, explicó. Abderramán trabaja en la construcción, Ayub es tapicero y carpintero y Mohamed especialista en losas. En dos ocasiones intentó el segundo de ellos emigrar legalmente, sin éxito ninguno.

“Siempre lo deniegan. Nos exigen muchos requisitos, como tener dinero en el banco, no es tan sencillo. La mayoría no podemos cumplirlo”, explica Ayub refiriéndose al visado Schengen, ese que permite a los ciudadanos de terceros países -aquellos sin exención de visado en la Unión Europea, como es el caso de Argelia- entrar y moverse libremente por el espacio Schengen -los 27 Estados europeos- durante un periodo máximo de 90 días en un plazo de 180 días.

Pero son muchos los requisitos, como presentar un justificante del viaje -reserva de transporte y alojamiento o carta de invitación-, un seguro médico de viaje con cobertura mínima de 30.000 euros, el pago de tasas y, el más difícil de superar: prueba de medios económicos suficientes, del que hablaba Ayub. Carecer de solvencia económica dificulta hasta niveles extremos la posibilidad de que les den el ‘ok’. Y, dado que quienes pretenden migrar para trabajar suelen hacerlo por falta de recursos en su propio país, se torna complicada la gesta.

Un chico a las puertas del CETI, donde permanece a la espera de que le permitan entrar. / FOTO REDUAN
Un chico a las puertas del CETI, donde permanece a la espera de que le permitan entrar. / FOTO REDUAN

Al término de la conversación que los amigos mantuvieron con este periódico, un todoterreno blanco abandonó las instalaciones del CETI para encaminarse hacia la carretera del Jaral. El piloto, con la ventana bajada, se hizo con la atención de los jóvenes, que le sonrieron y saludaron. “¡Hola, Antonio!”, exclamó uno de ellos. Era el director del centro, Antonio Bautista, querido por los residentes, aunque cuestionado por los trabajadores del recinto y por el partido del Gobierno nacional, que gestiona las instalaciones.

La Secretaría de Estado de Migraciones abrió a finales de julio una investigación para verificar el cumplimiento de los protocolos y normas en el CETI a raíz de la información publicada por El Pueblo de Ceuta en la que se afirmaba, según fuentes consultadas, que el director del CETI, Antonio Bautista, minimizó la agresión sexual de un guineano a una enfermera del centro. El secretario general del PSOE en Ceuta, Miguel Ángel Pérez Triano, se mojó al respecto cuando a principios de agosto aseguró que el partido no apoya a Bautista. Por el momento, se desconoce si será cesado o continuará en el puesto.

El pasado miércoles, pasó junto a los amigos de Chaouen provocando en ellos reacciones de alegría. Reconocieron estar “contentos” con el trato que reciben por parte del personal del CETI, y eso que aún ni son residentes. Duermen en la calle, pero reciben alimentos y productos de higiene a diario, lo cual agradecen. “Solo entramos para comer y para lavarnos, esperamos poder quedarnos pronto”, expresó uno de ellos. Ya han llamado a sus familias para transmitirles que se encuentran sanos y vivos. Ayub no contó nada en su casa sobre su plan de lanzarse al mar. No fue hasta llegar a Ceuta cuando contactó con ellos para comunicarles lo ocurrido. “Fue una alegría -informar a su familia. Hemos tenido que sufrir mucho para llegar a las puertas de Europa”.

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