Sánchez Prados: un alcalde en el recuerdo
POLÍTICA
Una vez más, la figura del ex alcalde Antonio Sánchez Prados ha vuelto a ser recordada en la ciudad que dirigió hasta el 18 de julio de 1936, día en que fue detenido. Con una corona de flores a los pies del monumento, se ha recordado a quien fuera fusilado hace 89 años

Temprano levantó la muerte el vuelo, dijo el poeta a la muerte de su amigo Ramón Sijé, en uno de los poemas más desgarradores jamás escritos. Temprano levantó la muerte el vuelo en aquella muerte natural, como tantas veces lo hizo en la guerra civil ("tristes guerras, si no es amor la empresa", escribió también Miguel Henández). Como en aquella mañana de 1936. El cinco de septiembre de hace 89 años, Antonio Sánchez Prados moría fusilado en la Almadraba. Ironías de la historia y la política: el alcalde, masón y comunista, que desechó irse de España a pesar de tener ofertas para ello; el hombre que quiso mantener hasta el final su condición de máxima autoridad municipal, fue culpable y muerto... por rebelión.

De Sánchez Prados, a estas alturas, queda poco o nada por escribirse en Ceuta. El alcade rojo para algunos; el médico bueno que ayudaba a sufragar de su propio bolsillo medicinas a las clases menos pudientes. Ambas cosas fue, en efecto. Y si son amantes de la parapsicología, esa imagen fantasmal que algunos aseguran haber visto en plena enfermedad o en visitas al cementerio. El alcalde anticlerical, también.

Y en el homenaje popular, no el de este viernes con boato y autoridades, sino el diario se nota que su figura trasciende estas dimensiones. No hace falta ser un avezado detective para saber a quien se refiere aquella señora que viene del cementerio y que le ha puesto un par de flores a "Don Antonio", pidiendo salud, dinero o vaya usted a saber que. Una imagen cercana a la santería durante muchas generaciones, que tal vez el propio Sánchez Prados hubiera rechazado, pero que forma parte del adn de esta ciudad.

Pero sobre todo: una imagen que nunca debe volverse a repetir. El fue una víctima de una confrontación atroz y fraticida; más de lo primero precisamente por lo segundo. Como lo fueron las víctimas del bombardeo republicano sobre el Mercado de Abastos. Sánchez Prados como García Lorca, o este como su amigo prohibido José Antonio Primo de Rivera. Masacres en Guernica y Badajoz; masacres en Cabra y Paracuellos. Una España dividida en dos y millones de emigrantes. "Adios mi España querida, dentro de mi alma voy a llevarte". No. Juan Valderrama no escribió, en el trayecto de Tánger a Ceuta, una copla dedicada a la emigración económica. Lo hizo, republicano el -¿cuanto daño no habrá hecho a la canción española la etiqueta de género franquista?- conmovido por aquellos huídos de un país en guerra que le pedían llevase dinero o simplemente saludos a sus familiares en el punto que fuera.

Escenas a recordarse, siempre, para no repetirse nunca. Nada hay de romántico en una guerra, como nada más pacificista que recordar los horrores que causa. Y nada más que homenajear a las victimas de la sinrazón. Ceuta lo hace con Sánchez Prados, cada cinco de septiembre, a unas horas en las que el cuerpo del alcalde republicano yacia muerto en algún depósito de cadáveres. Falta, tal vez para otra ocasión, hacer lo propio con quien posiblemente sea el mejor ejemplo en una sola persona de los horrores de la guerra. Ochenta y cinco años después, el general Escobar sigue perdiendo la guerra de la memoria...
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