“El consumo de drogas sigue siendo preocupante en Ceuta”
CENTRO BETEL
El Centro Betel en Ceuta es una auténtica referencia a la hora de hablar de las consecuencias de las drogas en nuestra ciudad. En una época como la que comenzamos ahora, de cambios de ropa o de algunos enseres, ellos estarán encantados de contar con esos bienes. Con su responsable, Juan García, hablamos de su propia historia y de la situación de la drogodependencia en Ceuta actualmente.

Los años ochenta en España son vistos como una época de modernización, de libertad. Salíamos de la larga noche de la dictadura, y en la década siguiente nuestro país entró en la OTAN y la Unión Europea, Barcelona fue designada sede de los Juegos Olímpicos, Pedro Almodóvar y Antonio Banderas conquistaban un Hollywood que ya se había rendido a José Luis Garci mientras los más altos levantaban a todo un país para medirse a la USA de Michael Jordan una noche californiana de 1984. Pero también fueron de atentados, de la Colza, del SIDA y de la expansión de unas drogas mucho más letales de lo que entonces se pensaba. “Yo pertenecía a una familia acomodada. Vine de hacer la ‘mili’ en 1982, y como tenía estudios de Derecho, empecé a trabajar en un bufete. Y empecé en la noche, en el mundo yuppie. Probé la cocaína. Primero, un poco. Luego, otro poco. Al final, perdí el trabajo, la familia y ya no sabía vivir para otra cosa que no fuera drogarme. En la Navidad de 1991, unos amigos de mis padres quisieron hablar conmigo. Me convencieron, y cogí un tren desde Madrid a Algeciras que tardaba un mundo. Recaí, pero me dieron una segunda oportunidad. Mi vida cambió para mejor. conocí a mi mujer y tenemos juntos dos hijos maravillosos. Pero no fue fácil”. Es el testimonio de Juan García, que lleva desde principios de los 90 “desempeñando un Ministerio en Ceuta como es el de dirigir el Centro Betel”.
Un centro que “sobre todo, es una esperanza de vida” para quienes entran ahí. “Cuando una persona ingresa con nosotros, primero los tenemos quince días sin ningún contacto con el exterior. El ingreso tiene que ser voluntario, la persona debe querer salir. Son los días de la abstinencia; tal vez los más duros, por eso los chicos que ingresan nunca están del todo solos. No es una cárcel, pero siempre se usa un recurso similar al del preso de confianza, para que los vigilen y ayuden. Luego empiezan a salir de ‘La Ponderosa’ -nombre del antiguo chalet que hoy sirve como recurso de acogida al Centro Betel-, y empiezan a venir al rastro que tenemos en la Avenida Marina Española”.
De esos quince días “solo salen si lo hacen de manera voluntaria, o a veces para el hospital. Nosotros no somos médicos, y muchas veces tenemos que llevarlos ahí porque cada uno es un mundo. Los ahí que, al margen de los síntomas propios de la abstinencia, pueden llegar a sufrir alguna paranoia, depende también de las condiciones en las que ingresan... Y luego tenemos que hablar con los médicos, porque a veces determinados medicamentos terminan siendo más perjudiciales que beneficiosos. clasificamos primeramente la persona que quiere ingresar. Tenemos que mirar el tema si tiene algún tipo de problema psicológico o cosas así por estilo, porque ya automáticamente tendríamos que pasar directamente a ayuda psicológica, ayuda psiquiátrica y claro, nosotros somos un centro completamente libre de drogas. No utilizamos ninguna droga sustitutiva.”. En este capítulo, menciona a la metadona. “La metadona, en un principio, fue algo muy bien organizado para que las personas pudieran desintoxicarse de la heroína, pero hoy en día si entras dentro del programa de la metadona es que no sales nunca. Estás siempre con el programa de metadonas”, apunta.
Los chicos “son inscritos en el desempleo, porque la mayoría vienen sin recursos económicos, y porque necesitamos que estén en el sistema de Seguridad Social para poder atenderlos. Nosotros no cobrarmos subvenciones, ni recursos por parte de los internos o de sus familias, y la atención médica es necesaria. Tienen que ser personas que tengan al corriente su seguridad social para poder derivarlos en el momento en que surge algún tipo de problema”.
La mayoría de los residentes “no son de Ceuta, sino de fuera, como a los de Ceuta los mandamos a otros centros de la Península. El motivo es que queremos, en cierto modo, sacarlos de la zona de confort, enviarlos a sitios donde no sepan donde encontrar drogas”.El día “empieza a las 07.30 horas. Tienen su desayuno -nada de café ni te, por cierto- , hacen una pequeña reunión entre ellos para ver el tema de los trabajos del día y bueno, pues ver también el estado en que se encuentran muchos de ellos”. Luego “somos evangélicos, y los chicos nos acompañan a los oficios religiosos el domingo”. En este punto matiza “a pesar de que somos una entidad de inspiración cristiana -Bet El, por ejemplo, es un monte conocido como la ‘Casa de Dios’-, no discriminamos a nadie por cuestiones religiosas. Yo soy evangelista, pero también tenemos católicos, musulmanes o de cualquier religión”. De hecho, lamenta que “tras la pandemia y el cierre de la frontera, muchos chicos que se trataban con nosotros han dejado de hacerlo”. Por término medio “tardamos un año, año y medio en considerar que un chico ya está rehabilitado. A partir de ese momento, podemos decir que le damos el alta, pero eso no quiere decir que nos desentendamos de ellos. Seguimos manteniendo el contacto, casi a diario, para ver como están, que tal les va... Manolo, nuestro encargado en La Ponderosa dejó el tratamiento hace veinte años, y se quedó aquí para ayudar a los demás. Y ves a mucha gente, con su vida rehecha, que sigue viniendo a los oficios del domingo, que sigue colaborando”, dice con orgullo.
Hubo un tiempo en que Betel Ceuta tuvo una residencia femenina en un hermosísimo chalet cuya ubicación no vamos a revelar, pero al que firmante y entrevistado suelen referirse en privado como ‘La casa del sol naciente’. Da idea de la belleza del lugar. “Ahora no tenemos chicas, sino que las derivamos a la Península. Pero las hemos tenido. Algunas se han casado, otras han emprendido sus proyectos y algunas de ellas, incluso, criaron a sus hijos en ese lugar”, recuerda.
Juan es una voz autorizada, por tanto, para hablar de la evolución de las drogas. “Desgraciadamente estamos viendo que sigue habiendo un alto consumo de drogas dentro de la ciudad. Estamos en una ciudad que es fronteriza, quetambién tenemos el puerto y hay mucho movimiento. Solamente tienes que ver las noticias últimamente para entender un poquito la realidad. El tema es que muchas veces pensamos, porque la gente dice, un cigarro no produce nada, una copa no produce nada, un porro no produce nada. Y desgraciadamente de una cosa va a otra. Cada vez mayor, cada vez necesitas más drogas”, advierte. Le preocupa “aparte del ‘cristal’, que es algo que no conocíamos antes, la heroína pura, está pegando bastante fuerte y, desgraciadamente, lo que te vuelvo a decir, las drogas sintéticas. Hay muchas drogas que se están utilizando para temas psicológicos”. La entrevista se celebra en el número 26 de Marina Española que se ha convertido, ‘Ponderosa’ al margen en la única instalación de Betel en Ceuta. “Tras la pandemia, tuvimos que cerrar el rastrillo que teníamos en Loma Colmenar. Aquí tenemos de todo: desde muebles antiguos a algunos más nuevos, ropa, pinturas; restauramos enseres, los recogemos sin problemas para luego venderlos y así vamos pagando todo aquello a lo que tenemos que hacer frente”. De lunes a viernes, de 9 a 2 y de 5 a 8; sábados solo de mañana y en los teléfonos 956-5107-44 y 645-842-994. Un teléfono ocupado a primera hora de la mañana. Es el que usa Juan para preguntar “¿como estás hoy?” a sus antiguos usuarios. "Mi mañana comienza enviando algún versículo de la Biblia a nuestros usuarios, preguntando cómo van. Al final, en la práctica, somos una gran familia".
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